La jovencísima guitarrista Andrea González Caballero (1992) presenta su debut discográfico en el sello Naxos con un recital en solitario en el que se convocan diversas obras españolas del siglo XIX en comunión con otras de destacados compositores actuales de Cuba, Brasil y España. Entre sus principales distinciones, la joven instrumentista ha sido ganadora en 2016 de la 13ª edición del prestigioso Concurso Internacional de Guitarra Alhambra, y de la 40ª edición del Concurso de Guitarra Fernando Sor de Italia. En 2010 inició estudios en la Robert Schumann Musikhochschule de Düsseldorf donde ha tenido como profesor al afamado guitarrista cubano Joaquín Clerch.
Precisamente el recital comienza con una breve pieza del mencionado compositor que dedica a su alumna, Estudio de trémolo, y que explota este mismo procedimiento técnico que la subsiguiente página, la celebérrima Recuerdos de la Alhambra de Francisco Tárrega, aquí presentada sin solución de continuidad con la pieza anterior, que el instrumento articula en una muy concentrada dinámica de pincel fino y delicado, sin aristas. De Joaquín Clerch, González Caballero incluye también la suite escrita en 2005 Preludios de Primavera, siete interesantes piezas que le permiten explorar la diversidad de humores que impregnan una obra con marcadas influencias de la música cubana y andaluza.
En esa sugestiva variedad de contrastes y voluntad comparativa que define a todo el disco, hallamos otro par de obras con un nuevo nexo de unión: al Bolero de Julián Arcas le sigue en primera grabación mundial el particular homenaje a este compositor almeriense del también guitarrista brasileño Sergio Assad, que revisita la melodía principal de la obra de Arcas desde nuevos prismas rítmicos.
Una última obra de un compositor actual la encontramos en la suite Tres cuentos para Alhambra del valenciano Emilio Calandín (un título, parafraseando al escritor Washington Irving, en el que de nuevo el monumento granadino tiene protagonismo), y donde el descriptivo y a veces aristado lenguaje que reviste a las tres piezas recrea imágenes oníricas en el frotar o murmurar de la guitarra. Antes de este tríptico el oyente puede sumergirse en una de las más relevantes páginas para guitarra de mediados del siglo XX: Nocturnal Op. 70 de Benjamin Britten, basada en un tema de John Dowland, una piedra de fuego que nuestra guitarrista disecciona hábilmente, consiguiendo hacer natural y sencillo ese complejo rosario de diferentes episodios expresivos. El álbum se completa con dos sobresalientes traducciones guitarrísticas de sendas piezas españolas del siglo XIX que avalan el perfecto dominio de la rítmica cambiante por parte de González Caballero: Aire Vasco de Antonio Jiménez Manjón y Torre Bermeja de Isaac Albéniz.
En suma, esta carta de presentación discográfica atestigua el enorme talento y la madurez interpretativa de la joven guitarrista, evidenciando la elevada capacidad técnica de un variado repertorio de piezas de diferente carácter y estilos diversos, abordadas con mesura en el rasgueo, sutilidad en el fraseo e imbuidas de un carácter introspectivo, sin renunciar nunca a buscar la elegancia y la distinción. En todas ellas consigue plasmar una personalidad musical de una sensibilidad, un encanto y una exquisitez especiales, y digámoslo sin ambages, netamente femenina, que rompe el extendido tópico de asociar el instrumento español por antonomasia a intérpretes masculinos. Auguramos a Andrea una brillante carrera jalonada de éxitos. Nuestra más sincera enhorabuena.
Germán García Tomás