Barenboim brilla en el final de la tetralogía de Berlín

Barenboim brilla en el final de la tetralogía de Berlín Foto: Monika Rittershaus.
Barenboim brilla en el final de la tetralogía de Berlín Foto: Monika Rittershaus.

Termina la Tetralogía wagneriana en Berlín y lo ha hecho de manera brillante musicalmente, con una producción escénica aceptable y un reparto vocal un tanto irregular.

Daniel Barenboim ha demostrado que es uno de los grandes directores de la actualidad y especialmente en Wagner. Su versión del Anillo del Nibelungo ha sido muy buena, con el relativo lunar de su lectura en el Oro del Rhin. A partir de ahí, todo ha funcionado perfectamente y este Ocaso de los Dioses ha sido la auténtica joya de la corona. La dirección de Barenboim ha sido controlada, inspirada y brillante como pocas. Desde luego, ha merecido la pena el viaje a Berlín simplemente por su versión del Anillo wagneriano. Nuevamente, la Staatskaelle Berlín ha ofrecido una prestación magnífica a lo largo de toda la ópera. Es una orquesta verdaderamente excepcional, especialmente cuando su director titular está en el podio. Hay que destacar también la brillante prestación del Staatsopernchor.

Ha sido ésta la última entrega de la producción de Guy Cassiers, que se estrenara en Marzo de 2013. Globalmente, ha sido ésta producción más convincente de todo el Anillo. Ha vuelto a sacar a escena bailarines, pero esta vez no han molestado, ya que se han limitado a acompañar a Siegfried en su llegada al Palacio de los Guibichungos y en la llegada del héroe a la Roca de Brünnhilde, disfrazado supuestamente de Gunther. Por lo demás, la trama ha estado bien narrada, quizá excesivamente estática, con uso notable de proyecciones de imágenes, que han sido atractivas, cuando se trataba del Rhin o del Fuego, mientras que eran perfectamente prescindibles las que presentaban difusas imágenes de humanoides. La escenografía es prácticamente un homenaje de Guy Cassier y Enrico Bagnoli al escultor belga Jef Lambreaux, reproduciendo parcialmente en vitrinas iluminadas, que también sirven de gradas, su Les Passions Humaines, que se puede ver en Bruselas. Esta misma obra sirve como telón final en un bajorrelieve, que habrá sido también el telón inicial en el Oro del Rhin. El vestuario de Tim Van Steenbergen sigue la línea de las entregas anteriores y hay una iluminación adecuada por parte de Enrico Bagnoli. En conjunto, es una producción que narra de manera adecuada la trama, con el borrón del Oro del Rhin, que ha sido indudablemente lo peor de todo el Anillo.

Volvía a ser Brünnhilde la soprano sueca Irene Theorin y sobre su actuación tengo que repetir lo dicho en las entregas anteriores. Su voz es muy adecuada al personaje, con un centro atractivo y canta con poderío e indudable calidad. Hasta aquí, todo está en orden y estamos ante una muy notable Brünnhilde. Aparte de todo esto, están sus notas altas invariablemente gritadas, que confieso que a mí me molestan, aunque no sea ése el parecer de la generalidad de los espectadores. Sin esos gritos sería una Brünnhilde magnífica. Dentro de unas pocas semanas la tendremos en Peralada cantando Turandot y no me parece una buena elección.

Barenboim brilla en el final de la tetralogía de Berlín Foto: Monika Rittershaus.
Barenboim brilla en el final de la tetralogía de Berlín Foto: Monika Rittershaus.

Andreas Schager ha vuelto a demostrar que estamos ante un Siegfried excepcional, uno de los mejores de hoy, si es que no es el mejor de todos ellos. Su actuación no alcanza la brillantez que exhibió en Sigfrido, pero su actuación fue digna de admiración. Pocas veces se puede escuchar un Sigfrido tan heroico y que sea capaz de superar brillantemente la escena previa a su muerte, donde Wagner se lo puso casi imposible a cualquier Sigfrido. No tengo más duda que la de si durará mucho. Tengo la impresión de que no será así. De hecho, hay un vibrato incipiente, pero notable, en las notas altas.

Volvió Falk Struckmann a la escena, como en las entregas anteriores, pero esta vez en un importante personaje, como es Hagen. No voy a decir que su actuación fue decepcionante, porque para decepcionar hay que levantar expectativas previas y no es ése el caso de Falk Struckmann, que no es un bajo. En personajes secundarios, como Fafner, en Rheingold y Siegfried, o en Hunding la cosa pasa, pero en Hagen es simplemente un borrón.

El barítono Boaz Daniel ofreció una voz adecuada y bien timbrada en el personaje de Gunther. Estamos ante un cantante que siempre cumple bien con su cometido. No diré lo mismo de la soprano Ann Petersen, que fue una Gutrune bastante modesta, doblando como Tercera Norna. Ekaterina Gubanova lo hizo francamente bien en la parte de Waltraute, doblando como Segunda Norna. Una vez más Jochen Schmeckenbecher fue un Alberich perfectamente adecuado.

En las Nornas, junto con Ekaterina Gubanova y Ann Petersen, completaba el trío la mezzo soprano Anna Lapkovskaja, que se ocupó también de la parte de Flosshilde en las Hijas del Rhin. Sus compañeras era Evelin Novak como Woglinde, un tanto tirante por arriba, y Anna Danik en Wellgunde.

El Teatro Schiller había agotado hacía tiempo sus localidades. El público dedicó una acogida entusiasta a los artistas, siendo las mayores ovaciones para Barenboim, la Staatskapelle, Irene Theorin y Andreas Schager.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 5 horas y 26 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 4 horas y 23 minutos, es decir 16 minutos más lenta que la de Kirill Petrenko en Munich. Trece minutos de ovaciones y vítores.

El precio de la localidad más cara era de 167 euros, costando la más barata 60 euros.

José M. Irurzun