Prayer. Magdalena Kozená (mezzosoprano), Christian Schmitt (órgano). Piezas de Schubert, Bach, Wolf, Ravel, Bizet, Purcell, Dvorák, Verdi y Duruflé. Deutsche Grammophon, 2014.
La oración de Kozená: inefable belleza espiritual
La mezzosoprano checa Magdalena Kozená retorna felizmente al género de la canción con acompañamiento en su último disco para Deutsche Grammophon, planteando en Prayer una invitación a la oración y al recogimiento espiritual a través de la música. La cantante se hace acompañar del joven organista Christian Schmitt, en una inusual pero deleitosa combinación de voz y órgano para dar vida a 22 piezas y canciones de temática sacra pertenecientes a compositores de distintas épocas, idiomas y tendencias estilísticas.
Este nuevo trabajo de una de las más sobresalientes mezzosopranos de su generación vuelve a poner a las claras la asombrosa versatilidad de la voz cálida y penetrante, de ricos armónicos y envolvente proyección sonora de Magdalena Kozená, al afrontar este recorrido por tres siglos de cantos y aires espirituales, por medio de diferentes maneras de interpretar a través de un sólo, uniforme, diamantino y armonioso instrumento vocal, el cual aúna emoción, fervor y profunda espiritualidad.
En Prayer hallamos piezas, en su mayoría canciones, cuya expresividad y espiritualidad se concentran en muy pocos compases. Pero a pesar de ese amplio espectro de épocas y estilos, son Bach, Schubert y Wolf los hilos conductores de este recital sacro, y en definitiva, los tres autores cuyo mayor número de piezas recorren el disco. Del Kantor de Santo Tomás de Leipzig (uno de los compositores cuya música sacra mejor ha interpretado desde sus inicios artísticos la cantante checa) disponemos de algunas de sus más bellas composiciones para voz y acompañamiento: cinco himnos que en época de Bach invitaban al fervor religioso, y que están extraídos íntegramente del libro Musicalisches Gesang, publicado en Leipzig en 1736 por Georg Christian Schemelli. La grandiosidad de las arias de las pasiones o cantatas del compositor alemán contrasta con la sencillez y austeridad de estos himnos de carácter popular, algunos de ellos de estilo coral y de tamaño tan aforístico como “Die gülde Sonne” BWV 451 o “Kommt, Seelen, dieser Tag” BWV 479.
Se aprecia indudablemente que Schubert es el compositor que más seduce musicalmente a Kozená, ya que al menos en este caso está representado por seis de sus lieder más inspirados de temática religiosa, en su mayoría de estructura estrófica, entre ellos el muy popular y versionado “Ave Maria” que en realidad es el Himno a la Virgen de su Ellens Gesang III D 839. Uno de los que no sigue esta estructura es el lied que abre el compacto, “Totengräbers Heimweh” D 842, un patético pero sobre todo trascendental canto cercano a un coral bachiano, en el que acompañamiento (inmejorable el de un órgano como el que nos ocupa) y línea de canto deben saber aunar expresividad y narratividad del texto, como en el célebre “Erlkönig”. Completan las aportaciones schubertianas de Kozená: “Himmelsfunken” D 651, “Von Mitleiden Mariä” D 632 (una paráfrasis alemana del Stabat Mater latino), “Litanei auf das fest Allerseelen” D. 343 y “Der Leidende” D 432.
Por último, el tercer pilar de este recital de liturgia musical lo representa el liederista alemán Hugo Wolf, por medio de sus canciones que ponen música a textos de Eduard Möricke, de una expresión dramática de carácter personal más que espiritual, en ese reconocible estilo de raíz wagneriana, como lo atestiguan “Karwoche”, “Zum neuen Jahr” o “Gebet”. En contraste, únicamente ambos intérpretes han escogido uno de los lieder de Wolf pertenecientes al encantador Spanisches Liederbuch: “Mühvoll komm ich und beladen”, en transcripción para órgano por Max Reger.
El resto de piezas elegidas por Kozená y Schmitt (quien es autor de la gran mayoría de los arreglos para su instrumento, un órgano Goll de la HfKM de Regensburg), continúan ese recorrido por tres siglos de historia: desde la pequeña cantata “The Blessed Virgin’s Expostulation”, una suerte de “Lamento de Dido” por la angustia y desesperación que destila la línea vocal, perteneciente al Harmonia Sacra de Henry Purcell, hasta el brevísimo Padre Nuestro (Notre Père) de estética renacentista, obra del compositor francés Maurice Duruflé. Todo ello pasando por el famoso “Agnus Dei” de Bizet (extraído del intermezzo de su suite nº 2 de La arlesiana); una doble visita al Ave Maria y a las disímiles y ciertamente desconocidas concepciones que de este canto a la Virgen tuvieron de un lado el checo Dvorak (canto melismático en la lengua latín original) y de otro Verdi (en su idioma italiano, con una parte introductoria de estilo declamatorio y una segunda de carácter cantabile que naturalmente nos remite a ese mucho más conocido Ave Maria que canta Desdemona en la ópera Otello); y por último, a una incursión exótica a los melismas del canto hebraico hermosamente versionados por Kozená por medio del arameo “Kaddisch” de Ravel.
Germán García Tomás
@GermanGTomas