Concierto Año Nuevo. Viena

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El 74º Concierto de Año Nuevo que la Orquesta Filarmónica de Viena ofreció al mundo para saludar al 2014 estuvo dirigido por Daniel Barenboim. La expectación era grande, y el maestro de Buenos Aires no ha decepcionado a casi nadie.

Barenboim, muy respetuoso con el repertorio y con la orquesta, eligió un programa irregular, que incluyó acertadamente a Richard Strauss en el año de su 150 aniversario, y piezas como la Marcha Egipcia o el vals Cuentos de los Bosques de Viena. No obstante, se desmarcó con obras como La bella Elena o el vals de Las palmas de la Paz. Sin partituras en el podio, se dedicó a saludar a los profesores de la orquesta durante la Marcha Radetzcky, en una muestra más del respeto del director por la institución vienesa, y su tradición musical. El resultado es un concierto en cierto punto interesante por la calidad, que es la marca personal de Barenboim, pero algo deslavazado e insulso en cuanto al contenido.

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La diseñadora británica Vivienne Westwood, artífice de los vestuarios de los cuerpos de danza, aportó un plus de interés a la cita, y se desmarcó con el acierto genial de vestir a los bailarines con kilts escocesas y a las bailarinas con estampados a juego con ellos. Por influencia de la bailarina española Lucía Lacarra, en los últimos años una pareja de danza irrumpe en la Sala Dorada y baila los últimos compases del Danubio Azul, para hacer las delicias de los turistas que asisten al concierto y regalarnos a los que lo comentamos material para nuestros escritos. Pues bien, es en este punto donde Westwood decepcionó. En lugar de recrearnos con la monumental e inspiradísima versión de este vals de Barenboim, los telespectadores tuvieron que seguir las evoluciones palaciegas de los dos bailarines vestidos por la británica, que parecían los muñecos de una tarta nupcial, de una ordinariez nada acorde con la belleza de la pieza.

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Tuvo más ocasiones para el lucimiento el director de televisión Michael Beyer, enfocando continuamente a los capiteles de las columnas que sostienen los palcos, como si eso le importara a alguien lo más mínimo. Los conciertos son también espectáculos visuales, en los que la orquesta baila su particular danza. Es una lástima que los productores de la televisión hurten a los espectadores esa parte del espectáculo. Dice el propio Barenboim que el mejor Concierto de Año Nuevo es el del año 1987, dirigido por Karajan. Es también ejemplar en la telegenia, no sólo en lo musical.

El concierto de Año Nuevo es un acontecimiento mundial que se va alejando, en su envoltorio, de la música, para dar paso a un espectáculo televisivo más cercano a un documental musicado sobre el aburrido estilo de vida austriaco. Parece que cada año se empeñan más en llenar la Musikverein de flores en tonos pasteles, algo que está derivando en un decorado de una cursilería insoportable, cuando la Sala Dorada vienesa no tiene necesidad de adornos filiales. El sueño dorado de cualquier melómano se convierte así en la peor pesadilla de cualquier alérgico. Lamentablemente, esta deriva parece lejos de enmendarse, por cuanto todos los primeros de enero una legión de melómanos acude sin falta, y pese a todo, a las retransmisiones en busca de la perfección orquestal y el brillo festivo de las obras de los Strauss y compañía.

Queda la sensación de que Barenboim, pese a regalar momentos deliciosos y a ser muy celebrado por el público de Viena, ha desaprovechado una ocasión para acercarse a esas interpretaciones de referencia. La Filarmónica de Viena seguirá ahí el año que viene, dispuesta a poner toda su materia prima en manos de Zubin Mehta para desearnos un Prosit Neujahr!

74º – Concierto de Año Nuevo 2014 de la Filarmónica de Viena: Daniel Barenboim (Director de Orquesta), Michael Beyer (Director de Televisión), Vivienne Westwood (vestuario).

Carlos Javier López Sánchez

@CarlosJavierLS