Crítica de Katiuska en Oviedo: Redescubriendo un clásico

Crítica de Katiuska en Oviedo: Redescubriendo un clásico
Escena de Katiuska en Oviedo. Foto: fotoalfonso

Calurosa ovación a la producción de Katiuska en Oviedo, segundo título del Festival de Teatro Lírico de Oviedo 2015. Éxito de la propuesta escénica de Emilio Sagi, y de la musical de Óliver Díaz, apoyado en un reparto de altísimo nivel con las voces, entre otros, de Mariola Cantarero, David Menéndez, Jon Plazaola y María José Suárez.

Katiuska es todo un reto para cualquier intérprete. No sólo desde el punto de vista musical o dramático, sino desde el bagaje y la tradición que la han convertido en uno de los títulos más queridos –y por consiguiente más conocidos– del público. Una sucesión de números musicales compuestos en la década de los 30 por un Pablo Sorozábal en estado de gracia, que en el siglo XXI siguen estando plenamente vigentes y que han conseguido fascinar al público que abarrotó el Teatro Campoamor de Oviedo.

Se ha recuperado la versión ideada por Emilio Sagi en el año 2006, que ten buenas críticas había cosechado entonces, precisamente por esa capacidad de fascinación. Con una escenografía en plano inclinado de Daniel Bianco que nos presenta un cuadro en movimiento, abandonado entre los despojos del saqueo de un palacio ruso durante la Revolución, y una iluminación de Eduardo Bravo sencilla, pero altamente evocativa y que conseguía ampliar el espacio escénico hasta más allá de los límites del marco en el que se desarrollaba, Sagi ha optado por realizar un lavado de cara del libreto, eliminando lo accesorio (algún personaje incluido), y haciendo hincapié en los dos planos en los que se mueve Katiuska: el triángulo amoroso entre Katiuska, Pedro y el Príncipe Sergio, y la parte cómica abanderada por Olga, Bruno, Boni, Tatiana y Amadeo.

Y todo se convierte en nuevo, en una experiencia de redescubrimiento, que nos permite volver a enamorarnos de esta opereta en toda la extensión positiva de la palabra, y que omite lo peyorativo del término. En gran medida gracias a la lectura que hace Óliver Díaz de una partitura tan interpretada, de la que ofrece una arriesgada versión personal, alejada de lo estándar, que busca acercarse más al espíritu ruso que impregnó la idea de Sorozábal al introducir melodías autóctonas en su composición, y que se basa en el estudio individualizado de cada número, explorando su carácter y musicalidad, y no abandonándose nunca a la tradición. Díaz explora y entiende el objetivo de cada página, y exprime al máximo a coro y orquesta hasta conseguir un resultado sorprendente, una Katiuska nueva, que atrapa al espectador descubriéndole, ochenta años después de su estreno, nuevos colores en la orquestación, nuevos juegos con los tempi y que sitúa en el lugar que se merece algunas de las páginas más bellas de la lírica española.

Crítica de Katiuska en Oviedo: Redescubriendo un clásico
Escena de Katiuska en Oviedo. Foto: fotoalfonso

Mariola Cantarero en esta Katiuska en Oviedo ofreció una voz limpia, apoyada en dos de sus puntos fuertes: el dominio del pianissimo y el control sobre la messa di voce, que consiguieron emocionar presentando a un personaje frágil, casi infantil en muchos momentos, abandonado a su suerte en medio del caos de la Revolución. Un papel que parece hecho a medida de la soprano y que le ofreció no pocos momentos de lucimiento, arrancando los bravos del público con pasajes como el celebérrimo “Noche hermosa”.

A su lado David Menéndez, quien debutaba en el papel de Pedro Stakof, fue el gran triunfador de la noche. Haciendo gala de su poderosa voz, ofreció una versión imponente de su rol, fuerte y noble, complementado además por una gran capacidad escénica y dramática que permitió ver a un cantante lírico muy completo.

Cerrando el triángulo amoroso Jon Plazaola como el Príncipe Sergio aportaba el contrapunto dulce y sereno. Con una voz algo forzada en el agudo, y que se resintió algo al final de la función, tuvo su gran momento en la interpretación del “Es delicada flor” plena de musicalidad y sentimiento.

Y yendo a la parte cómica de la función sobresale el nombre de María José Suárez. Por lo general se es bastante injusto con los roles cómicos de una zarzuela –en este caso opereta–, tildándoles de ‘efectivos’ o ‘solventes’. Nada más lejos de la realidad. La mezzo ovetense ofreció todo un recital en lo escénico, en lo vocal e incluso en lo coreográfico, una auténtica ‘robaescenas’ que se adueñó de la función en no pocos momentos, acompañada por David Rubiera, excelente en su papel de Bruno Brunovich, y Juan Noval (Boni) y Milagros Martín (Tatiana), garantía de saber hacer en unos papeles secundarios que dejan al público con ganas de disfrutarles más en escena. Por último Lander Iglesias arrancó muchas de las carcajadas del público con su delirante Amadeo Pich.

Pocas veces se llega a un teatro a ver una obra de repertorio y se sale con la sensación de haber visto algo nuevo. Esta Katiuska en Oviedo lo ha conseguido.

Alejandro G. Villalibre @agvillalibre