Crítica de Katiuska en Valencia: el Soviet en el Palau de Les Arts

Crítica de Katiuska en Valencia: el Soviet en el Palau de Les Arts
Katiuska en Valencia: el Soviet en el Palau de Les Arts

Katiuska, la mujer rusa, ha sido la zarzuela de Sorozabal escogida para que este género vuelva a subir al escenario del Palau de Les Arts valenciano con la dignidad y calidad que asegura la elección de un buen reparto y una propuesta escénica de primera calidad. 

La primera incursión en el género lírico del compositor donostiarra tras su formación germánica fue esta obra clasificada como opereta en dos actos para lo cual se sirvió de un libreto de Emilio González del Castillo y Manuel Martí Alonso. Estrenada en el Teatro Victoria de Barcelona en 1931 en plena crisis de la monarquía de Alfonso XIII y a las puertas de las elecciones que proclamaría la segunda República esta zarzuela nos sitúa en otra crisis política que abrió un muro infranqueable en Europa y el mundo durante gran parte del s.XX, la revolución rusa.

El trasfondo de tristeza y destrucción de cualquier guerra es lo que le ha servido a Daniel Bianco para ilustrar con su escenografía de un marco de cuadro torcido que centra la acción rodeada de objetos destruidos y ruinas consiguiendo un ambiente perfecto para esta opereta.

El gran mago de la escena que es Emilio Sagi y que ama por igual la gran ópera como el género lírico, la opereta, como su magnífica última Viuda Alegre como otros espectáculos de pequeño formato nos sorprendió en 2008 para abrir la temporada del teatro Campoamor con esta producción de Katiuska que hoy se repone en Valencia con un reparto magnífico.

La imaginación de este regista para conseguir cuadros plásticos bellísimos y a la vez narrar la historia desde un texto fundamental es algo que siempre sorprende. Su versión de poco más de hora y cuarto gana en tensión dramática y discurso teatral consiguiendo que al final te queden ganas de volver a ver la obra.

El barítono Manuel Lanza interpretó un Pedro Stakof con empuje y presencia en esta su vuelta a los escenarios. Su voz se ha vuelto más carnosa y potente si bien a veces su respuesta en los agudos es un tanto dura pero no afeo su magnífica línea de canto en su primera romanza o en el dúo con la protagonista “Somos dos Barcas”.

La soprano valenciana Maite Alberola que estrenó la producción sigue poseyendo un instrumento privilegiado para este papel que mezcla la inocencia de la juventud con la pasión de un amor imposible. Magnífico su raconto del primer acto y el dúo del segundo con los diferentes registros que exige, un centro generoso que le permite una gran expresividad y que nos recuerda a la gran Pilar Lorengar en uno de sus mejores grabaciones.

Crítica de Katiuska en Valencia: el Soviet en el Palau de Les Arts
Katiuska en Valencia: el Soviet en el Palau de Les Arts

Javier Argulló fue un Principe Sergio de nobleza de canto y que supo interpretar este breve pero comprometido papel incorporando parte del texto de algún otro personaje suprimido en esta versión. Descatar su romanza de entrada que deriva en el primer concertante de presentación de Katiuska , así como el heroico “Es de sangre imperial” del segundo.

Como en todas las obras de Sorozábal la parte de comedia que compense el drama está bien presente con la otra línea argumental de corte más ligero pero que da color al drama principal y nos acerca con estos personajes a la realidad de la gente que vió el estreno con sus miserias y sus anhelos. Para este quinteto de cómicos se ha contado con grandes profesionales que nos hicieron reir y bailar, enternecernos y sufrir con sus pequeñas aventuras. Destacar el papel de Olga que el compositor escribió para su propia esposa, Enriqueta Serrano, y que en el cuerpo y voz de Sandra Ferrandez fue un verdadero bombón con una envoltura impecable, un bombón dulce vocal y con un relleno lleno de ritmo y picardía en el conjunto “A París me voy”. Sus partenaires David Rubiena, Boro Giner y José Enrique Requena supieron envolverla para hacernos disfrutar de gags conseguidos y momentos de música llenos de gracia. Dentro de este quinteto también destacar la incombustible Itxaro Mentxaka, que brilla igual haciendo de Faraona de La Corte de Faraón, que en esta Tatiana que le viene como anillo al dedo. Un nuevo triunfo de esta gran profesional de la patria del compositor.

Coro y orquesta aportaron con su profesionalidad habitual en una obra que tal vez se les queda corta pero cómo se dice en teatro no hay papeles pequeños sino papeles bien hechos y aquí ambos supieron entregar lo mejor de sí para la brillantez de esta partitura.

El director titular saliente del Teatro de la Zarzuela de Madrid, Cristóbal Soler, aportó su profesional en este género, si bien a veces el ferrari de la orquesta se le escapó en cuestión de balance haciendo peligrar la proyección de los cantantes a la sala.

El público que llenaba la sala premió con grandes aplausos el trabajo bien hecho de todos los profesionales que intervinieron saliendo del Palau con una sonrisa tras una jornada de buen teatro y buena música, de nuestra música de la que tendrían que empezar a aprender y programar de manera estable otros teatros de ópera de nuestro país subvencionados por los impuestos de todos los españoles.

Reservaba estas últimas líneas de esta reseña como homenaje a una mujer, Pepa Ojanguren, cuyo trabajo en el vestuario de esta producción y otras muchas siempre sabe aportar la elegancia, belleza y glamour que necesitan sin perder por ello la fantasía y la libertad que son como sus pendientes creativos.

Robert Benito

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