Decepcionante Mefistófeles en Múnich

Mefistófeles en Múnich. Foto: W. Hösl
Mefistófeles en Múnich. Foto: W. Hösl

Comienza para mí la recta final del festival de este año y lo hace con esta ópera de Arrigo Boito, que pocas veces se tiene ocasión de ver en un teatro. El resultado no ha estado a la altura de mis expectativas, con una producción escénica al servicio de su autor, una dirección musical un tanto superficial, y un excelente reparto vocal del que yo esperaba más.

La producción escénica se debe a Roland Schwab y se estrenó aquí durante el pasado mes de Octubre. Es una producción moderna, en la que, como ocurre últimamente en muchas ocasiones, el director de escena no narra la trama, sino que ofrece la suya. La escenografía de Piero Vinciguerra ofrece un escenario único con una especie de andamios metálicos y semicirculares situados a ambos lados del escenario, dejando un espacio vacío, donde se desarrollará la acción. La ambientación de las distintas escenas se consigue con elementos de atrezzo, salvo un carrusel presente en el acto de la kermesse, mientras que el encuentro de Margherita y Fausto tiene lugar en lo que parece ser la mesa de un restaurante, suponiéndose que en el tercer acto estamos en una prisión, mientras que el acto de la Grecia Clásica, así como el Epílogo, se desarrolla en un manicomio, donde parece estar recluido Fausto. El vestuario de Renée Listerdal es actual y sin relieve especial. El ambiente de toda la producción es oscuro y saca del mismo buen partido la iluminación de Michael Bauer.

Roland Schwab nos ofrece un Mefistófeles en su mundo cerrado (parece que el otro está fuera de los andamios), en el que abundan macarras, látex y látigos. Fausto no parece ser sino un experimento, ya que sale del mismo averno donde se supone que habita Mefistófeles. No hay una idea central que haga ver la evolución de Fausto a lo largo de la ópera y ciertamente lo de Elena de Troya y la Grecia Clásica del cuarto acto es más bien una broma. Como otra aportación de Roland Schwab, Fausto viola a Margherita al final del segundo acto. No nos explica el regista si Fausto venía de correr el encierro de Pamplona, donde, según una tertuliana de televisión, parece que se general tal adrenalina entre los corredores que se acaban produciendo violaciones. Entre la imaginación de Roland Schwab y las insultantes tonterías de Victoria Lafora han conseguido que intente evitar nuevas producciones del uno y, por supuesto, que apague el televisor, si la mencionada periodista – o lo que sea – vuelve a aparecer. Errare humanum est, pero más lo es rectificar.

Al frente de la dirección estaba nuestro bien conocido Omer Meir Wellber, que está desarrollando una buena carrera en Alemania como director. Tengo que decir que su actuación no me ha convencido. Para muchos ha podido resultar brillante en los tutti, pero yo he encontrado su lectura superficial y excesivamente ruidosa. Más brillante y mucho más profunda fue la lectura de Nicola Luisotti en Valencia. Buena la prestación de la Bayerische Staatsorchester. A destacar la actuación del Coro de la Bayerische Staatsoper en una ópera exigente para ellos como pocas.

Mefistófeles era el bajo alemán René Pape, y su actuación me ha resultado inferior a la que yo esperaba. Estamos ante el bajo más importante de los últimos años, especialmente en el repertorio alemán, pero también con actuaciones muy destacadas en el italiano, como es el caso de Felipe II en el Don Carlo de Verdi. Evidentemente, cuando veo en escena a René Pape siempre espero lo mejor Le he encontrado de alguna manera incómodo vocalmente, especialmente en la parte alta, que no sonaba como de costumbre. Su actuación escénica no tuvo problemas, pero me dio la impresión de no encontrarse en su mejor momento.

Mefistófeles en Múnich. Foto: W. Hösl
Mefistófeles en Múnich. Foto: W. Hösl

Lo mejor de la representación fue la actuación del tenor maltés Joseph Calleja en la parte de Fausto. La voz de este tenor es importante en calidad y cantidad y ha resultado particularmente brillante. Habiendo sido una interpretación más que notable, hubo momentos en que me dio la impresión de no estar en plenas facultades físicas, especialmente en el Epílogo, en que me pareció que tenía problemas de respiración.

Kristine Opolais fue una buena intérprete de Margherita. La soprano letona es un auténtico animal de escena y tapa algunas de sus carencias con sus prestaciones escénicas. Quedó penalizada por la producción en el segundo acto, al tener que cantar bastante atrás y su voz no es muy grande. Cantó bien la siempre esperada aria L’altra notte in fondo al mare, aunque tuvo que luchar sin éxito con el recuerdo que guardo de la primera vez que vi esta ópera, con una tal Montserrat Caballé como Margherita.

En lo personajes secundarios Karine Babajanian fue una adecuada Elena de Troya, aunque era simplemente la enfermera del manicomio. Correcta, Rachel Wilson en Panthalis, la otra enfermera del manicomio. Cumplió bien como Marta Heike Grötzinger, con sus látex y su látigo. Adecuado, Andrea Borghini en Wagner. Finalmente, Joshua Owen Mills fue Nereo.

El teatro estaba casi lleno y el público se mostró más bien frío durante la representación, aunque dedicó una cálida recepción a los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Joseph Calleja.

La representación comenzó con los consabidos 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 10 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 5 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 163 euros, habiendo butacas de platea desde 91 euros. La localidad más barata con visibilidad costaba 39 euros.

José M. Irurzun