Hemos asistido a una representación muy prometedora de Der Rosenkavalier en la Staatsoper de Viena, obra maestra de Richard Strauss, que ha cubierto las mejores expectativas durante el primer acto, pero ha acabado mostrando carencias en el resto de la ópera, tanto musical como vocalmente. Por supuesto, eso no impide que la representación haya sido recibida en triunfo por el público.
La producción escénica de Der Rosenkavalier en la Staatsoper de Viena no es otra que la muy conocida y bellísima de Otto Schenk, que con ésta llega a las 363 representaciones desde su estreno. Si no es un récord absoluto, poco le puede faltar. Su estreno tuvo lugar en 1968, lo que significa que cada uno de los 47 años transcurridos desde entonces ha visto un promedio de 8 veces esta producción. Está claro que forma parte de la Staatsoper de Viena y me atrevería a decir que de la propia ciudad, ya que a lo largo de estos años todas las grandes figuras de la lírica han pasado por esta producción.
Otto Schenk cuenta con otras dos producciones en activo, en Munich y en Düsseldorf, que no son sino variantes de la elegancia que siempre ha caracterizado a este veterano director de escena. Otto Schenk es siempre una auténtica garantía de belleza escénica, aparte de buen gusto. La producción que nos ocupa tiene escenografía de Rudolf Heinrich, que ofrece lo que puede esperarse en una producción de Otto Schenk, aunque me parece más bella, especialmente en el segundo acto, la producción de Munich. Una bellísima habitación rococó de la Mariscala en el primer acto, una espectacular mansión
de Faninal en el segundo, mientras que el tercer acto ofrece la posada de tradición. El vestuario de Emil Kniepert es muy clásico y bellísimo, especialmente en lo que se refiere a la Marschallin en el último acto de la ópera. En la producción de Otto Schenk no hay relecturas, sino buen gusto y puesta permanente al servicio del texto y de la partitura. Muchos considerarán que estas producciones están anticuadas, pero yo no comparto esa idea. Lo bello nunca queda anticuado. Él día que retiren esta producción sería bueno que no la destruyeran y que se pudiera ver en algún museo de la ópera. Una producción del agrado del público, con el que cada vez cuentan menos los directores de escena y los propios teatros.
Der Rosenkavalier y Viena tienen un largo idilio, no en balde es una de las óperas más vienesas jamás compuestas, y se ha vuelto a demostrar. Al frente de la dirección musical volvió a estar el húngaro Adam Fischer, que ofreció una lectura un tanto irregular. Para mí su dirección del primer acto fue intachable, poniéndose al servicio de la música de Richard Strauss, que exige mucha delicadeza, especialmente en la última parte del acto, tanto en el monólogo de la Mariscala como en el subsiguiente dueto con Octavian. A partir de aquí la versión musical comenzó a perder interés, en la medida en que los matices empezaron a desaparecer y Adam Fischer comenzó a abusar de volumen sonoro, que en nada favorecía al encanto de la música ni mucho menos a las prestaciones vocales. Las cosas continuaron por los mismos derroteros en el tercer acto y no conseguí disfrutar del maravilloso terceto ni del dueto final, ambos acompañados de exceso de volumen sonoro. Ya comprendo que no todos los directores tienen la sensibilidad de un Carlos Kleiber, pero no habría hecho falta sino que Adam Fischer hubiera seguido con su lectura del primer acto para que todos hubiéramos salido ganando. La Orquesta de la Wieneer Staatsoper lo hizo muy bien, ya que sus miembros parecen llevar esta música en las venas.
El gran atractivo popular de estas representaciones era la presencia de Elina Garanca como Octavian. Hay que decir que no defraudó, aunque quizá se podría añadir que tampoco me entusiasmó. Indudablemente, domina el personaje de arriba a abajo y resulta una intérprete consumada, que brilla especialmente en el centro y en la parte alta de la tesitura, mientras que en más de una ocasión me pareció que se quedaba corta en las notas bajas, aunque en parte fuera debido al exceso de volumen procedente del foso.
La soprano austriaca Martina Serafín fue una Mariscala ejemplar, especialmente durante el primer acto. Estamos ante una de las mejores intérpretes del personaje, que solo admitiría la competencia de sopranos como Harteros, Schwanewilms o Pieczonka y hasta, si se me apura, de Renée Fleming. La señora Serafín está aquí en su elemento y ofrece un monologo emocionante y magníficamente cantado, así como el dúo de despedida de Octavian. Su porte, por otro lado, es espectacular y su entrada en la posada del tercer acto es de las de no olvidar. Donde me resultó menos convincente fue en el famoso trío con Octavian y Sophie, en el que se notaron algunas apreturas claras en las notas altas. Muchas veces me he preguntado por qué esta soprano ha girado en los últimos años hacia el repertorio italiano, para el que resulta mucho menos adecuada. No me extrañaría que en unos años nos quedemos sin el uno y sin el otro.
Si uno se toma la molestia de repasar el repertorio habitual de Wolfgang Bankl, descubrirá que poco tiene que ver con el de los grandes Barones Ochs de los últimos años (Kurt Moll, Kurt Rydl y Peter Rose). Wolfgang Bankl es un barítono – un bajo barítono, si me apuran – y Ochs precisa de un auténtico bajo. Las notas de bajo
profundo son inexistentes, pero es que además está bastante apretado por arriba, ofreciendo un centro de no mucha calidad. Tampoco como actor llega a la altura de los mencionados anteriormente. En suma, El Barón Ochs hizo agua.
La soprano americana Erin Morley estuvo bien en la parte de Sophie. Su voz es atractiva, pero de tamaño reducido en el centro y abajo, mientras que se abre bien por las notas altas. Canta con gusto.
El barítono Jochen Schmeckenbecher fue un Faninal notablemente mejor que lo habitual en el personaje, normalmente interpretado por barítonos en cuesta abajo. No es su caso, y se agradece escuchar una voz fresca en le personaje.
El ingrato papel del Cantante Italiano fue cubierto por el tenor Benjamín Bruns, con voz adecuada, que me resultó bastante impersonal.
Los personajes secundarios fueron muy bien cubiertos, especialmente la Annina de Ulrike Helzel, brillante vocal y escénicamente. Le acompañó bien el tenor Thomas Ebenstein como Valzacchi. Adecuada y de voz amplia la Marianne de Caroline Wenborne. Voz amplia la de Alexandru Moisiuc como Comisario.
El teatro estaba a reventar desde hacía bastantes fechas. El público dedicó una recepción entusiasta a todos los artistas y al director. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 8 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 21 minutos. Nueve minutos de aplausos y bravos.
El precio de la localidad más cara de Der Rosenkavalier en la Staatsoper de Viena era de 199 euros, habiendo butacas de platea por 130 euros. La entrada más barata sentado costaba 33 euros.
José M. Irurzun