El Parnaso Español ofreció el día 3 de octubre en Aeterna Musica un recital dedicado a la zarzuela de Sebastián Durón con el título «Delio Ardiente». De esta forma se presentaba la nueva formación barroca en Madrid con un programa de alto valor artístico y musicológico.
El 3 de octubre, en la sobria y elegante iglesia barroca de las Mercedarias Góngoras de Madrid, se ofreció un extraordinario concierto de El Parnaso Español centrado en obras de Sebastián Durón (1660-1716), bajo el sugestivo título «Delio ardiente. Zarzuelas (ca. 1701-1706)».
Sebastián Durón fue un importante músico español, uno de los más relevantes autores de música escénica de su época, a caballo entre el siglo XVII y el XVIII. Su brillante carrera como maestro de capilla en diversas catedrales (entre ellas, la de Sevilla) y luego en la Real Capilla de Carlos II en Madrid, desde 1691, se vio truncada por su apoyo al archiduque Carlos de Austria en la Guerra de Sucesión, que provocó su exilio en Francia en 1706. Aunque pudo regresar a España, su estrella había ya declinado. Asimismo Durón tuvo que sufrir la injusta acusación de Feijóo de ser demasiado italianizante, cuando lo cierto es que la crítica moderna señala que su obra, aunque no exenta de influjos italianos (prácticamente ninguna composición de la época lo estaba) es profundamente española. Destaca en él, en especial en sus últimas obras, un gusto por el cromatismo y una cierta inestabilidad armónica que constituyen rasgos muy personales de su estilo.
El concierto fue una significativa muestra de la gozosa combinación de la labor de los musicólogos que rescatan partituras de obras excelentes que duermen en las bibliotecas o los archivos de las iglesias y que trabajan sobre ellas para depurarlas y hacerlas significativas, y la de los intérpretes que hacen que las notas escritas encarnen y se hagan vivas, convertidas en materia musical. Una combinación de talentos y sensibilidades que logran desencadenar profundas emociones estéticas en el público.
Esta vez la base del programa la formaron recitados, arietas, tonadas y arias de las cuatro mejores composiciones líricas de Durón, Las nuevas armas de amor, Apolo y Dafne, Coronis y Veneno es de amor la envidia, todas ellas obras mitológicas. Las nuevas armas de amor son las de Cupido, brindadas por Diana, ya que Júpiter había desposeído al terrible niño de sus armas, obedeciendo a las protestas de los chipriotas, víctimas de sus travesuras. Con sus nuevas armas, el dios niño se venga y la zarzuela termina con la alianza de Cupido y Diana contra Júpiter. Apolo y Dafne recrea el mito de la ninfa que, perseguida por el dios, se convierte en laurel por no ceder a sus requerimientos. Coronis, largo tiempo considerada anónima, si bien recientemente se ha demostrado que fue compuesta por Durón, trata de los borrascosos amores de Tritón (a la vez galán y monstruo) por la ninfa Coronis, y Veneno es de amor la envidia está protagonizada por Apolo y su hija Çirze. La selección fue muy acertada, porque permitió apreciar la diversidad de estilos y la variedad y brillantez de melodías y ritmos propios de Durón.
Completaban el programa cinco piezas anónimas, aunque muy consonantes con la obra de Durón, una Xácara, un bailete en lleno, una canción francesa y dos pasacalles de primer tono.
La interpretación corrió a cargo de El Parnaso Español, grupo dirigido por Fernando Aguilá, que asimismo interpretó la parte del clave. El instrumento, copia de uno de Joseph Bueno de 1712, aporta un sonido ronco y muy personal al conjunto. La parte instrumental la componían Araceli Morales y Mar Blasco, violines, Miguel Hernández, violone, Miguel Ángel Muñoz, guitarra y archilaúd, y Chiqui García, percusión. Todos ellos forman un grupo excelentemente conjuntado, con un gran respeto por guardar el sabor de la época y con extraordinaria sensibilidad, llena de matices. Las voces fueron las de las sopranos Carmen Botella y Verónica Plata, un verdadero placer para el oído, en una interpretación sobria, cálida, excelentemente empastada, llena de frescura y en la que añadían a la ejecución musical elementos de interpretación escénica (gestos de dolor, de desdén, de amor, de complicidad) que añadían vivacidad a su actuación.
Debemos agradecer a la generosa hospitalidad de las Mercedarias, al talento de El Parnaso Español y a la incansable labor de rescate de obras antiguas por parte de excelentes musicólogos —como Toni Pons y Raúl Angulo—, generalmente desconocidos por el público, el que hayamos podido acceder al disfrute de obras casi olvidadas y sin embargo de extraordinaria calidad, históricamente significativas y muy características de su época, pero que conservan íntegro su profundo encanto, como se pudo ver en la calurosa acogida del concierto por parte del público asistente.
Alberto Bernabé