Una producción de Rigoletto en Frankfurt para olvidar

 

Rigoletto en Frankfurt
Rigoletto en Frankfurt. Foto: M. Rittershaus y B. Aumüller

Tras dos óperas poco frecuentes e interesantes, volvemos al más puro repertorio con esta representación de Rigoletto, que me ha resultado bastante decepcionante, habiendo contado con una producción para olvidar, una dirección musical sin interés y un reparto vocal irregular.

Se trata de una nueva producción que se estrenara en Frankfurt la primavera pasada. La dirección escénica se debe a Hendrik Müller, siendo éste el primer trabajo suyo que veo. Estamos ante uno de esos registas que parecen obligados a ofrecer “originalidades” tengan que ver o no con la ópera sobre la que trabajan. Así, ya en el preludio vemos a Rigoletto, que parece ser un antiguo sacerdote quizá renegado, en un reclinatorio con imágenes religiosas, cogiendo una hostia y comiéndosela antes de salir para el palacio del Duca. Aquí se nos ofrece lo que luego será prácticamente un escenario único a base de arcos góticos y con unas jaulas tipo discoteca, por donde entran en escena el Duque de Mantua y sus amigos. Parece que la violencia impera por allí, especialmente en lo que se refiere a los Ceprano, ya que ella recibe buenos golpes de su marido y de hecho va siempre con gafas oscuras y con bastón. Apagando luces, estamos en la segunda escena, donde aparece Sparafucile, pero no va solo, sino con su hermana Maddalena, que no se sabe qué pinta por allí. La casa de Rigoletto es un cubículo que baja de las alturas, ofreciendo una habitación de Gilda llena de cruces por todas partes y con una Giovanna atractiva, joven y sexy,

En el segundo acto nos encontraremos a Gilda en el palacio y ahora resulta que lleva un vestido elegante, que nada tiene que ver con el de su rapto. Rigoletto entra acompañado de una serie de personajes que parecen representar a vírgenes y santos, comenzando por el propio Cristo. Finalmente, la casa de Sparafucile es también un elemento móvil y allí parece vivir también una trouppe de payasos, que deambulan por el escenario. La escena del apuñalamiento de Gilda resulta un tanto absurda, ya que lleva un rato dentro cantando con los sicarios. Finalmente, la trouppe de payasos lleva a cuestas el supuesto cadáver de Gilda a Rigoletto, pero aquella se levanta y canta los compases finales de pie, mientras se va retirando del escenario. No sé si va a Verona o a una vida mejor. Mis lectores reconocerán que más originalidades por metro cuadrado es difícil de encontrar.

La dirección musical estuvo encomendada al italiano Simone Di Felice, que suele dirigir con bastante frecuencia en Frankfurt. Su lectura me ha resultado poco convincente con tiempos bastante ralentizados y exceso de volumen. Una dirección de escaso interés. Buenas las actuaciones de la Frankfurter Opern und Museumorchester, así como del Coro de hombres de la Óper Frankfurt.

Rigoletto fue interpretado por el barítono italiano Franco Vassallo. Su actuación ha estado en línea con lo que le he visto y escuchado en otras ocasiones. Me refiero a una voz adecuada, pero mal utilizada, ya que sus vociferaciones son continuas, como si tuviera miedo de que se no se le escuchara. Rigoletto necesita mucho más que voz y Franco Vasallo solo ofrece voz.

Gilda era la soprano americana Sydney Mancasola, que tuvo una actuación correcta, ofreciendo una voz ligera y atractiva, adecuada para las exigencias del personaje. Las notas más altas están un tanto apretadas.

Rigoletto en Frankfurt. Foto: M. Rittershaus y B. Aumüller

El Duque de Mantua fue interpretado por Francesco Demuro, que sustituyó a última hora a Mario Chang, que había caído enfermo. Fue el mejor cantante de los tres, aunque la voz no está sobrada de volumen, pero cantó con gusto Parmi veder le lagrime, terminando bien la cabaletta subsiguiente. Más correcto que brillante en la Donna è mobile.

Voz muy poco atractiva la del bajo Daniel Miroslaw en la parte de Sparafucile. Correcta Katharina Magiera como Maddalena.

En los personajes secundarios lo hizo bien Iurii Samoilov como Marullo. Correcto el Monterone de Magnús Baldvinsson, quien parece que resucitó para el segundo acto, ya que le dieron un tiro en el primero. Correcta vocalmente la Giovanna de Nina Tarandek. Bien también Ceprano, interpretado por Iain MacNeil, así como Bianca Andrew, que doblaba como Condesa Ceprano y Paje, aunque para su breve intervención en este último personaje seguía caracterizada de Condesa Ceprano. Correcto también Michael McCown como Borsa.

El teatro estaba prácticamente lleno y el público se mostró cálido con los artistas, particularmente con Franco Vassallo.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 29 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 1 minutos. Esto es 8 minutos más largo que el Rigoletto del Covent Garden hace un par de meses. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 105 euros, habiendo butacas de platea desde 59 euros. La localidad más barata costaba 15 euros.

José M. Irurzun