Es necesaria una ópera privada

No hace dos meses el Gobierno habló a través del ministro de Educación y Cultura de reforma de la ley de mecenazgo. En la campaña electoral el PP lo presentó como de máxima urgencia para que la cultura en general, la música en particular y la ópera -un género fundamental y carísimo- empiece a dejar de estar fundamentalmente en manos de papá estado llamase este Administración Central, Autonomía, o Ayuntamiento. Y comprometer a la sociedad en su mantenimiento.

Es cierto que algunos teatros han conseguido superar el 50% de ayudas de empresas privadas, pero no es menos cierto que esto solo ocurre en los teatros o teatro de la capital de España; para el resto, se las ven y se las desean para conseguir ayudas privadas y públicas y más con los recortes económicos.

Sin embargo algunas personas particulares o pequeñas empresas familiares siguen apostando por la ópera y se lanzan de forma ilusionada y quijotesca apostando sus ahorros para organizar pequeños festivales o temporadas que presentan en algunos teatros de la Gran Vía de Madrid o en el Teatro Alcalá Palace, o en el Calderón, o en Torrejón de Ardoz y que posteriormente hacen giras por otras ciudades como Málaga, Valladolid, Avila, Zamora, etc., y en todas las ocasiones recogen el aplauso de un público que si no es muy entendido, sí es muy entregado y va a la ópera a disfrutar, sin pose alguna.

Por otra parte en esta compañías siempre se puede descubrir alguna voz sobresalienteque lamentablemente no ha encontrado sitio ni de comprimario en un teatro oficial. De algunos de estos cantantes me he hecho eco en numerosas ocasiones en distintos medios y lo seguiré haciendo apoyando a nuestros artistas desde sus inicios y como empresa privada.

La situación actual que vivimos en la ópera supone una clara intromisión de los políticos en este campo, teniendo en cuenta que en muchos casos su conocimiento del medio es igual o inferior al de cualquier aficionado con años de experiencia. Los personajes que componen los patronatos, o que dirigen artísticamente esos teatros son nombrados por políticos, a veces camuflados como tales, pero políticos al fin y al cabo. El resultado es que manejan los teatros de ópera como un feudo propio, al margen de los deseos y necesidades de quienes realmente los sostiene, es decir, los ciudadanos.

Es cierto que la ópera es un bien cultural caro, pero no es más cierto que sus costes pueden abaratarse considerablemente yendo por otros caminos que no sean el derroche y el capricho personal.

Las empresas privadas que se dedican a difundir el género lírico sí tienen en cuenta los deseos y gustos del público aficionado; no pueden lanzarse a aventuras ruinosos de riesgo. Sólo hay que recordar las extintas temporadas que organizaba José Luis Moreno en el Teatro Calderón de Madrid, con repertorio habitual, el que necesita un público nuevo y joven, y con llenos diarios. Recuerdo una Traviata que estuvo en cartel un mes entero agotando las localidades. Esto no ha ocurrido en ninguna parte en su presentación pero no lo es menos que de ahí han salido y salen grandes voces, que esa experiencia, por modesta que sea, supone una experiencia de escena importantísima.

Es cierto que en esas producciones no existe el lujo y es más, a veces dejan mucho que desear, pero se consigue con ellas una afición nueva, y por ahí se empieza.

Parece innecesario decir que Madrid necesita un teatro de ópera popular con una programación del repertorio clásico habitual, con cantantes jóvenes que hacen sus primeras incursiones en el género, y a unos precios asequibles. A estos proyectos, en absoluto faraónicos, si que habría que apoyarles, especialmente las empresas privadas. Ellos son los que crean afición y no echan al público del teatro.

Mucho queda por andar, pero para llegar a buen puerto no hay atajos.

Efectivamente, cuando la cultura deje de estar fundamentalmente en manos de los políticos de turno y pase a los profesionales, estaremos en condiciones de hablar de CULTURA con mayúsculas, sin manipulaciones ni paniaguados.

Francisco GARCÍA-ROSADO