Depedida a la producción de Götz Friedrich de Das Rheingold en Berlín

Escena de la producción de Götz Friedrich de Das Rheingold en Berlín
Escena de la producción de Götz Friedrich de Das Rheingold en Berlín. Foto: Betina Stoss

Esta visita a Berlín tiene por objeto principal asistir a las representaciones del Anillo del Nibelungo que ha programado la Deutsche Oper. No se trata de unas representaciones cualquiera, sino que van a ser las últimas que se podrán ver de la bien conocida producción escénica de Götz Friedrich, que muchos aficionados conocen como la del Anillo del Túnel. El anuncio de estas representaciones trajo consigo que los aficionados mostraran un interés inusitado y hace ya más de un año que las entradas para el ciclo completo desaparecieron, siendo muchos los grupos de extranjeros que se han desplazado a Berlín en estos días a dar su adiós a la producción de Götz Friedrich. Era digna de verse la fila de autobuses esperando a sus clientes a la salida de la ópera.

La producción mencionada tuvo su estreno en el año 1984, siendo entonces director musical de la Deutsche Oper Jesús López Cobos, quien creo recordar que fue quien dirigió el Anillo entonces. Han pasado, por tanto, 33 años de su estreno y es una producción que se sigue viendo con agrado, huyendo de relecturas y sirviendo francamente bien a la música y a la trama argumental.

La representación que nos ocupa ha funcionado relativamente bien o, si ustedes quieren, no ha sido una represtación excepcional Lo mejor ha radicado precisamente en la producción, habiendo contado con una buena dirección musical, aunque no haya sido nexcepcional, mientras que el reparto vocal ha quedado claramente por debajo, con un conjunto que podemos considerar como un tanto modesto.

La producción de Götz Friedrich está dominada por un gran túnel, que seguirá apareciendo a lo largo de las próximas jornadas. Dicho túnel corre a lo largo de todo el escenario y está presente desde los primeros compases de la ópera, donde nos muestra a los dioses. Para conseguir las ambientaciones de las distintas escenas se hace uso de elementos accesorios, por cierto muy bien manejados. Así la escena del Rhin se consigue con el uso de cortinas transparente muy bien movidas. La escena inicial de los dioses está perfectamente ambientada, colocando un telón al fondo del túnel, donde se puede ver un paisaje rocoso y el Walhala por encima. El Nibelheim se sitúa por debajo del escenario principal y resulta muy adecuado. Finalmente, la vuelta al espacio de los dioses se hace mostrando todo el túnel, por cuyo fondo iluminado van entrando en escena los personajes. El vestuario es un tanto atemporal y adecuado, con los dioses en blanco. Tanto la atractiva escenografía como el mencionado vestuario son obra de Peter Sykora. Si hay que destacar algo en esta producción es la excelente labor de iluminación, cuya autoría lamentablemente no aparece en los títulos de crédito del programa.

La trama está perfectamente narrada y huye de cualquier tipo de relectura o de lo que se ha dado en llamar Konzept Regie. Me parece una pena que se vaya a destruir esta producción, que se sigue viendo con interés por los aficionados. Los momentos más delicados están siempre bien resueltos, como es el caso de las transformaciones de Alberich o el apilamiento del oro para el pago a los gigantes. También resulta bien conseguida la aparición de Erda y su admonición a Wotan. Lo menos conseguido de la producción me ha resultado la presencia de un Donner bastante infantiloide y la entrada de los dioses en el Walhala, con una especie de paso de ballet, que parecía como una yenka.

La dirección musical ha estado encomendada, como no podía ser de otra manera, al director musical del teatro, es decir al escocés Donald Runnicles. No cabe duda de que estamos ante un director muy solvente y brillante, como lo ha demostrado sobradamente a lo largo de su amplia carrera. Su dirección ha tenido el gran inconveniente de tener que competir con el recuerdo de los último Anillos que he tenido la fortuna de disfrutar en directo. Para mí, Daniel Barenboim, Kirill Petrenko y Christian Thielemann forman una categoría aparte, especialmente los dos últimos, y cualquiera que tenga que ser comparado con ellos tiene que pagar un alto peaje. Evidentemente, Donald Runnicles no alcanza la categoría de los señalados, pero su dirección no deja de tener interés. Hubo momentos brillantes y hasta emocionantes, aunque no todo tuviera el mismo nivel. En conjunto, tengo que hablar de una notable dirección musical. A sus órdenes estuvo la siempre notable Orquesta de la Deutche Oper Berlin.

Como digo más arriba, el reparto vocal ha sido el aspecto menos interesante de la representación, que ha venido lastrado por el hecho de ofrecerse la Tetralogía entera en 5 días, lo que obliga a ofrecer varios intérpretes en algunos personajes clave. Sobre el papel, las cosas mejoran en este aspecto en los días próximos.

Escena de la producción de Götz Friedrich de Das Rheingold en Berlín. Foto: Betina Stoss
Escena de la producción de Götz Friedrich de Das Rheingold en Berlín. Foto: Betina Stoss

Wotan era el barítono australiano Derek Welton, que forma parte de la compañía, a la que se incorporó al principio de la presente temporada. Había tenido ocasión de escucharle esta misma temporada en Parsifal y Hugonotes y la impresión había sido claramente positiva. Su debut en Wotan ha resultado claramente satisfactorio, mostrando una voz suficiente y bien timbrada, resultando siempre creíble. Es más un barítono que un bajo-barítono y quedaba corto en las notas bajas, pero en conjunto fue una notable interpretación del dios.

El bajo-barítono holandés Werner Van Mechelen fue un Alberich poco convincente en términos vocales. Alberich es un personaje secundario en Siegfried y en Götterdämmerung, pero en Das Rheingold es casi el protagonista. El holandés quedó corto vocalmente para las exigencias del personaje, además de apretado por arriba.

Loge es un personaje muy agradecido para cualquier intérprete y no fue ésta la excepción. Fue encarnado por Burkhard Ulrich, que lo hizo de forma notable en escena, aunque vocalmente sus características responden más Mime que a Loge. Hace falta una voz más importante en el personaje. Intachable la actuación vocal y escénica de Daniela Sindram como Fricka. La voz mostró su conocida calidad de siempre.

En los Gigantes me resultó bastante decepcionante en términos vocales el Fasolt de Albert Pesendorfer, corto de amplitud y apretado. Mejor el Fafner de Andrew Harris.

Martina Welschenbach lo hizo de manera adecuada en el personaje de Freia y lo mismo se puede decir de Paul Kaufmann como Mime, intachable en su actuación.

Ronnita Miller lo hizo de manera adecuada en su aparición como Erda. Su voz corrió bien y su actuación tuvo misterio y hasta emoción, aunque no sea la contralto que a mi me gusta siempre en este personaje. Corto vocalmente el barítono Noel Bouley como Donner. Adecuado, Attilio Glaser como Froh.

Las Hijas del Rhin lo hicieron bien. Meechot Marrero ofreció una voz atractiva en Woglinde, aunque algo estridente por arriba. Christina Sidak lo hizo bien en Wellgunde, siendo la mejor de las tres Annika Schlicht en la parte de Flosshilde.

La Deutsche Oper había agotado sus localidades hacía muchos meses y había buena demanda de localidades a la entrada del teatro. El público se mostró cálido con los artistas en los saludos finales, siendo las mayores ovaciones para Donald Runnicles, Derek Welton, Daniela Sindram y Burkhard Ulrtich.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 30 minutos. Si pueden interesar las comparaciones, diré que la suya fue una versión 7 y 9 minutos más rápida que las de Daniel Barenboim y Valery Gergiev, y 8 y 14 minutos más lenta que las de Christian Thielemann y Kirill Petrenko, respectivamente. Diez minutos de plausos.

La localidad más cara costaba 198 euros, costando 60 euros la más barata.

José M. Irurzun