Doblete de cámara en la Semana de Cuenca: la técnica se impone a expresión

Doblete de cámara en la Semana de Cuenca: la técnica se impone a expresión
Doblete de cámara en la Semana de Cuenca: la técnica se impone a expresión

En su afán de dar cabida a otros géneros musicales no estrictamente relacionados con la música sacra y litúrgica, la Semana de Música Religiosa de Cuenca propuso el Jueves y Viernes Santo dos conciertos muy diferentes de música instrumental en el Espacio Torner (Iglesia de San Pablo) a cargo del violonchelista italiano Gaetano Nasillo y el clavecinista Olivier Baumont, respectivamente, pero atravesados por un siempre buscado halo de espiritualidad.

Bajo el título de “Il profondo sentire dell’anima”, Nasillo planteó un recorrido por algunas de las primeras y más desconocidas piezas escritas para violonchelo solo, que sirvieron para demostrar las posibilidades armónicas y rítmicas que este instrumento de cuerda podía presentar en la música barroca italiana, desde las más sobrias y serias ricercate o ricercari de autores como Giovanni Battista Degl’Antonii, Domenico Gabrielli o Domenico Galli, hasta piezas de mucho mayor lucimiento virtuosístico como la tarantella y romanella de Giulio de Ruvo, la toccate de Francesco Paolo Supriano, o los caprichos de Giuseppe Maria Dall’Abaco y Carlo Graziani, obras que desfilaron con algo de dificultad a la hora de seguir el programa, por la división en diversas partes que caracterizaba a varias de ellas. Pese a lo rebuscado del repertorio seleccionado, el chelista italiano, que exhibió una cálida sonoridad y un alto lucimiento técnico, no decepcionó al público congregado en la pequeña nave de la iglesia convertida en sala de exposiciones, regalando como propina la Allemande de la Suite nº 1 para chelo solo de Bach.

Precisamente, al día siguiente, el clavecinista Olivier Baumont presentó un programa bajo el piadoso título de “Soli Deo Gloria” centrado exclusivamente en la figura de Johann Sebastian Bach, desde dos ejemplos de las conocidas suites de estilo francés del Kantor de Santo Tomás (Suite en mi menor BWV 996 y Suite francesa nº 3 en si menor BWV 814), pasando por la mucho más exigente Fantasía cromática y fuga en re menor BWV 903 y el Concerto italiano en fa mayor BWV 971, lecturas todas que demostraron un elevado dominio de la técnica contrapuntística y un meticuloso sentido matemático del ritmo que nunca decae por parte del clavecinista francés, pero que a la vez no consiguen traslucir satisfactoriamente el grado de expresividad preciso para hacer despuntar el canto bachiano entre los eslabones de notas y mares de arpegios. En general, su discurso, floreado y de gran perfección, pero macizo y monolítico, resultó ayuno en ciertos acentos, que no se buscaron pretendidamente, en las siempre limitadas posibilidades dinámicas de un clave, pero que se requerirían para que el conjunto no resultase inexpresivo y, aún peor, machacón. Los aplausos del público fueron obsequiados con una versión del Preludio nº 1 en do mayor, BWV 846, del Libro I de El clave bien temperado de Bach y la singular pieza Les Barricades mistérieuses de François Couperin.

Germán García Tomás