Los efectos del poder y la impotencia de Don Giovanni en el Liceu, con Mariusz Kwiecień

®Antoni Bofill.
®Antoni Bofill.

El efectista Don Giovanni de Kasper Holden encandila al Liceo con sus luces y sombras. Los efectos luminosos de esta coproducción dan presencia, a través de la caligrafía, a la borrascosa mente del protagonista trazándose sobre la arquitectura de una casa que sirve como fondo de proyección, como figura escénica y también como una metáfora de los entresijos y las facetas del personaje.

Del pulcro catálogo de amantes manuscrito sobre la fachada a la caligrafía abarrotada del final, se nos hace legible en las proyecciones el mismo desorden sometido a la pérdida de autocontrol de Don Giovanni, a la vez que se nos hacen paradójicamente ilegibles ciertos momentos de la dramaturgia y la composición bajo esta imponente primacía visual adaptada a las variaciones mecánicas de la escenografía mediante tracking inteligente.

Llama la atención el tratamiento que se hace de las mujeres en esta producción, alejadas de su habitual desamparo ante los encantos de Don Giovanni, para presentársenos llenas de confianza, connivencia e iniciativa. El director resignifica las relaciones sin que la narrativa se desencaje del libreto. Y el cartel femenino responde.

Carmela Remigio, Miah Persson y Julia Lezhneva como Donna Anna, Donna Elvira y Zerlinda ®Antoni Bofill.
Carmela Remigio, Miah Persson y Julia Lezhneva como Donna Anna, Donna Elvira y Zerlinda ®Antoni Bofill.

La Donna Anna de la acertada Carmela Remigio, por ejemplo, confiesa a su timorato y entregado pretendiente Don Ottavio haber sido ultrajada a oscuras por un violador que huye y luego asesina a su padre, el Commendatore, para escabullirse ipso facto hacia una habitación con Don Giovanni mientras el Don Ottavio de Dimitry Korchak se gana las mayores ovaciones de la noche asegurando que “Dalla sua pace la mia dipende. Es fácil para el espectador hilar esto con la Donna Anna que abre la obra, insaciable de Don Giovanni, de modo que la confesión cobra el cariz de una excusa ingeniada para salvar su reputación, probablemente la misma que dijo a su padre y acabó llevándolo a la muerte; la inteligencia de una mujer manipuladora y sin miramientos.

Miah Persson acentúa en Donna Elvira a la mujer arrebatada y fiel, su resquemor, “te voy a arrancar el corazón”, a la vez que el ardor hacia quien le ha robado el suyo. No duda aquí en tomar agresivamente lo que desea, los labios de Don Giovanni, tras apartar la mano con la que él la despide con un gesto serio.

Y en su debut liceístico, Julia Lezhneva hace de Zerlina un personaje brillante, la joven pícara, calenturienta y con aspiraciones, la joven principiante que pese a ser la pasión predominante de Don Giovanni toma las riendas en el baile de máscaras, lo aparta y lo guía hasta el boudoir, donde él le retira el velo rojo que cubre su rostro (muy probablemente una metáfora de su himen) y solo entonces ella se arrepiente de perder su virginidad y pide el auxilio que exige el libreto de Da Ponte. Valeriano Lanchas hace todo un despliegue del celoso y bienintencionado novio de Zerlina, Massetto, y la orquesta del maestro Pons coloca a Mozart en escena sin paliativos.

®Antoni Bofill.
®Antoni Bofill.

Como decíamos, debajo del espectáculo de proyecciones está la casa que consigna la acción pero también la propia alma del protagonista. Tras su paso en esta misma producción por la Royal Opera House, Mariusz Kwiecień encarna un Don Giovanni en el Liceu que no decepciona en absoluto como no lo hace su sirviente Leporello, de Simón Orfila, en esta versión más afín al Don, conocedor de los laberintos de la casa como la palma de la mano de su señor.

Es Devlin ha concebido las fachadas e interiores del volumen rotatorio de la casa con intrincadas escaleras y laberínticas compartimentaciones a base de paredes abatibles. Superficies neutras y sin mobiliario surcadas por el relieve de los casetones de evocación historicista pero también por el relieve de figuras femeninas cubiertas con tules blancos, la impronta de las amantes pasadas en el ego de Don Giovanni. La impronta de unas ausencias a las que se incorpora Il Commendatore y hacia el final el propio Leporello. Improntas que se van volviendo activas y dominantes hasta hacer sentir su poder sobre Don Giovanni y acabar condenándolo, no al infierno, sino a la impotente soledad de su propia insatisfacción.

Félix de la Fuente