Viengsay Valdés, sublime Giselle con el Ballet Nacional de Cuba

Viengsay Valdés en Giselle. Foto: Nancy Reyes
Viengsay Valdés en Giselle. Foto: Nancy Reyes

La estrella de La Habana se erige como digna sucesora de Alicia Alonso y ofrece una noche inolvidable con este ballet romántico que ha cumplido 175 años

Una función que recordaremos para siempre. Una Giselle de las que hacen Historia. Viengsay Valdés estuvo sublime, el jueves 11 de mayo, en su interpretación del gran personaje femenino de la historia del ballet. No era la noche de estreno del segundo programa del Ballet Nacional de Cuba en los Teatros del Canal de Madrid (en su inauguración, vimos a una también estupenda Anette Delgado, junto a un principesco y muy noble Dani Hernández), pero el jueves  fue la noche de Viengsay Valdés.

Qué decir de su diagonal en el primer acto con ese doble rond de jambeque pocas se permiten; qué decir de su delicada inmersión en el mundo espiritual del segundo acto y esos arabesques infinitos, de su mesura en brazos y torso, de un trabajo que vemos en su disciplinado cuerpo, pero que se realiza desde la inteligencia. Viengsay Valdés estuvo deliciosa, magnética y majestuosa.

Va camino de convertir Giselle en su emblema, como hizo Alicia Alonso desde que lo estrenara el 2 de noviembre de 1943, en el Metropolitan de Nueva York, alcanzara así el estrellato instantáneo en el Ballet Theater y lo marcara en la historia de este arte como una de sus noches mágicas. 

A su lado, en esta representación, Valdés ha tenido a todo un señor del ballet, aunque sea jovencísimo. Patricio Revé no sólo estuvo a la altura de su pareja, consagrada y carismática, sino que, con su interpretación del noble Albrecht, constató poseer unas cualidades técnicas y artísticas tan elevadas que le auguramos un presente (porque el futuro ya es hoy) de grandes triunfos. Revé es un portento en los doble tour en l’air, en los grandes saltos y arabesques, pero también es un intérprete dramático sobrio, que camina por una senda muy, muy prometedora.

Giselle lo tiene todo para una bailarina que desee ofrecer al público sus aristas de diva del ballet. Aquí debe interpretar, en sólo dos actos, a una jovencita que adora bailar, aunque esté delicada de salud, como en esta versión de la Alonso se subraya de forma más evidente; a una enamorada, después engañada y, por ello, rozando la locura hasta morir; y a una willi etérea, en el segundo acto, aunque muy humana en su clamor por salvar la vida de su amado. 

Las willis son los espíritus de las muchachas que mueren antes de casarse y, por ello, se vengan de los hombres que osan internarse de noche en el bosque que habitan, haciéndoles bailar hasta la extenuación. La protagonista pasa a ese estado en una ceremonia de iniciación que va seguida del escarmiento a los dos hombres que le han traicionado, el cazador Hilarión y el noble Albrecht.

En ese segundo acto de Giselle, el acto blanco, las dieciocho bailarinas de cuerpo de baile, las dos solistas y Myrtha, reina de las Willis, interpretada con altanería bien entendida por Claudia García, confirmaron la gran calidad de la compañía de La Habana en la actualidad. Como ellas, los solistas del primer acto, Julio Blanes, Ariel Martínez, Yankiel Vázquez o Daniel Barba, entre otros, en el pas de dix, demostraron los altos niveles técnicos de esta generación de bailarines, que puede dar muchas alegrías al Ballet Nacional de Cuba en títulos que les hagan justicia, como este Giselle.

Viengsay Valdés en el primer acto de Giselle. Foto: Nancy Reyes
Viengsay Valdés en el primer acto de Giselle. Foto: Nancy Reyes

En esta versión de Alicia Alonso sobre la coreografía original de Jean Coralli y Jules Perrot (1841), con partitura de Adolphe Adam y libreto de Théophile Gautier, Vernoy de Saint-Georges y Jean Coralli, inspirado en una leyenda popular germánica recogida por Heinrich Heine, la pantomima está muy trabajada, diríamos que podría ser muy semejante a como se estrenó en la Opera de París en la señalada fecha del XIX, ya que después se fue diluyendo por las diferentes modas y esas reacciones esporádicas frente a los tradicionales clásicos. 

Conserva, por ello, y por los detalles tan bien respetados o potenciados -como la aparición al fondo del escenario de las willis, entre los árboles, misteriosas-, un perfume de antaño que, como los inolvidables aromas, persisten en la memoria del espectador mucho después de terminada la función. 

No olvidemos que la directora del Ballet Nacional de Cuba aprendióGiselle en Estados Unidos antes de su debut (y que siguió «ensayando» en su mente, mientras convalecía en la cama tras sus primeras operaciones de ojos, por lo que sólo tenía una muy, muy parcial visión), en transmisión directa de bailarines y maestros de la segunda y tercera generaciones de rusos desde la reposición de Marius Petipa de finales del XIX en el Mariinsky de San Petersburgo. Alicia Alonso realizó con esta Giselle, además, una de sus obras más aplaudidas (en 1966, obtuvo el Grand Prix de la Ville de París) y sigue siendo perfecta para continuar ofreciendo a sus grandes bailarines, confirmando así que la escuela cubana de ballet  continúa incubando verdaderas estrellas de la danza. 

Tras finalizar el domingo 14 de mayo las funciones en Madrid, el Ballet Nacional de Cuba continúa su gira por España: Vitoria (Teatro Principal, 18 de mayo), San Sebastián (Teatro Victoria Eugenia, 20 de mayo), Oviedo (Teatro Campoamor, 26 y 27 de mayo),  León (Teatro Auditorio, 28 de mayo). Durante el mes de junio actuarán en Úbeda (día 2), para instalarse a continuación en el Teatro Tívoli de Barcelona (del 8 al 18), después, en Nerja, el jueves 22, y regresar a la Comunidad de Madrid para ofrecer la gala La magia de la danza en el Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial (domingo 25). De ahí volarán a Italia y a Francia, a la recién recuperada Salle Pleyel, de París, donde cerrarán su gira europea, del 6 al 20 de julio.

Cristina Marinero