La finta semplice, ópera bufa del niño Mozart, se estrena en México 250 años después

La finta semplice
La finta semplice

 “Somos el enredo de la ingenuidad fingida, infancia perpetua donde nos deleitamos en nuestro eterno presente” (Alberto Villarreal, director de escena en su nota al programa).

Un ambiente festivo privaba a la entrada del Teatro Julio Castillo, (antes llamado Chapultepec), renovado y rejuvenecido, entre quienes esperábamos entrar al estreno en México, con la Orquesta de Cámara de Bellas Artes, como un hecho inverosímil. Este suceso acontecía a casi 250 años de que el compositor Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791), compusiera su primera ópera bufa a la tierna edad de 12 años. Aunque no era la primera, pues ya había escrito Apolo y Jacinto (1767) y Bastian y Bastiana (1768), y llevaba componiendo música desde los 5 años. Por supuesto que ninguno la conocíamos y tampoco recordaba nadie haberlo visto ni oído jamás en la vida. La tarde terminaba y el tránsito citadino de la congestionada Ciudad de México era tremendo minutos antes de las ocho de la noche. Oscurecía.

Claro que sonaba a Mozart la música que dirigía con su vitalidad envidiable y con una inspiración que transmite con deleite cuando interpreta esa música que tanto ama, el director titular, el experimentado José Luis Castillo, a quien la ópera transforma y domina. La obertura auguraba placer. Y este fluyó con ágil dinamismo durante toda la función. Supimos que se trabajo la partitura, estructurada por arias y recitativos, algunos duetos y conjuntos, a la manera clásica de esa época, reduciendo de alguna manera los largos recitativos, pues de otra forma se hubiera alargado la función cuando menos una hora más y en realidad no agregaban gran cosa a la acción del drama. Pero casi todas las arias se escucharon en esta versión. La finta semplice (La inocente fingida), ópera bufa en 3 actos, sobre libreto de Carlo Goldoni (1707-1793) adaptada por Marco Coltellini (1719-1777) tuvo su primera representación en Salzburgo, Palacio del Arzobispado, el 1 de mayo de 1769.

El argumento pertenece al típico enredo amoroso. Los personajes, todavía muy cercanos a los arquetipos de la Comedia del Arte, son los siguientes. Don Cassandro, rico propietario de Cremona, avaro, misógino y gruñón, su hermano don Polidoro, medio idiota, y la hermana de ambos, Giacinta, enamorada de Fracasso. Éste último es un capitán húngaro residente en las posesiones de Cassandro. Rosina, hermana de Fracasso, ( la inocente fingida protagonista) enamora a los dos viejos hermanos. Aparecen también Ninetta, camarera de Doña Giacinta, enamorada de Simone, sargento al servicio de Fracasso.  Dicen los estudiosos que seguramente Mozart debió conocer a Pasiello quien había introducido el aria de carácter sentimental en la ópera bufa. Ese sentimentalismo aparece en las arias más famosos y conocidas como dos de las que canta Giacinta. Ya se asoma en ellas el genio mozartiano.

Todo esta historia de enredos chuscos, de enamoramientos y desengaños entre los cómicos protagonistas fue trasladado con inteligencia a la época actual, pleno siglo XXI, convirtiendo a los aristocráticos y plebeyos personajes dieciochescos en desatados y posmodernos contemporáneos nuestros. Los cantantes que interpretaron y dieron vida, carácter y simpatía, fueron jóvenes becarios del Estudio de Ópera de Bellas Artes, en colaboración con la Coordinación Nacional de Teatro del INBA, con éxito y disciplina dignos de elogio. Cassandro, fue Jorge Ruvalcaba, barítono, con dotes de actor cómico de múltiples recursos histriónicos, Polidoro, el tenor Enrique Guzmán, quien vestido con una botargueta que lo hacía parecer un obeso inflado y torpe, gracioso y no obstante su aparente gordura, se mueve en el escenario como pez en el agua. Giacinta, la mezzoprano Frida Portillo, de voz oscura y  vis cómica, termina emborrachándose con sus buenas compañías aficionados a rendir sus honores a Baco. Rosina lo canta y actúa la soprano Graciela Morales quien lleva sobre su responsabilidad el papel central de quien todos se enamoran por su cándida ingenuidad. En realidad es una muchacha muy guapa, atractiva, conocedora de sus encantos femeninos a los cuales saca partido y lucimiento, enredando las acciones ya de por si complicadas. Fracasso ahora convertido en policía militar, es el tenor Edgar Villalba, quien hace todo un personaje de nuestro tiempo. Ninetta lo canta la soprano María Caballero, de bella presencia y voz. A Simone le da vida y elocuencia, el bajo-barítono Rodrigo Urrutia, quien posee una voz de timbre grave y sonoro. Todos ellos tienen actuaciones destacadas dándole personalidad propia su personaje. El estilo mozartiano, tan exigente y riguroso, lo irán perfeccionando con el estudio y la práctica profesional, pues es una especialidad de alto grado de refinamiento que se tiene que ir conociendo lentamente adentrándose en sus secretos recónditos. El director de escena lo fue el maestro Alberto Villarreal, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte en Dramaturgia, quien traslada la vieja historia de amores y desamores a nuestra época muy parecida a la que privaba en aquellos tiempos pretéritos. El público salió contento y aplaudió con gusto a los participantes entre los que apareció un niño que muchos reconocieron como el propio Wolfgang Amadeus Mozart, niño precoz.

Manuel Yrízar Rojas