Carmen en el Teatro Colón, austera pero sublime

 

El Teatro Colón de la Ciudad de Buenos Aires presentó la ópera “Carmen” de Georges Bizet en el comienzo de su temporada lírica. Con dirección de escena de Emilio Sagi la reconocida obra es trasladada en tiempo a la posguerra española pero manteniendo el espacio físico original. Una puesta austera pero ambiciosa en la intención, minimalista en la exposición pero grandiosa en su creación. Sublime en todo sentido.

 

Con tan solo 36 años Bizet creó una obra maestra sin fisuras, en “Carmen” la música fluye doliente y sensible de la mano de un compositor que supo captar la esencia de un país que no era el suyo pero que representa de manera perfecta. La ópera francesa por excelencia es un símbolo fiel de la música de España. Bizet llega con “Carmen” al punto más alto de su carrera creativa, significa para él lo que “Rigoleto” es para Giuseppe Verdi: el punto de partida de un camino compositivo más que auspicioso. Pero Bizet no era Verdi, tanto su vida y su obra se alejan diametralmente de éste y de su otro contemporáneo llamado Richard Wagner. Bizet era distinto, su genio incomparable no tuvo tiempo de forjar una obra significativa y total que lo ubique a la par de estos dos maestros porque muere herido emocionalmente a la sombra de su propia frustración. Preguntarse ahora ¿qué lugar ocuparía Bizet en la historia de la música si no hubiese muerto a los 36 años? sería entrar en el terreno de los supuestos, pero no está de más ejercitar el pensamiento y conjeturar que hubiese creado cuanto menos una importante cantidad de “Carmencitas” más. Bizet se llevó de manera inmediata la inspiración a su cielo y el éxito se quedó con “Carmen”, claro que esto sucedió después de su muerte. Su desgracia fue que nada de lo que hizo en su vida pareció sorprender a nadie, hasta con la piedra filosofal de la lírica en sus manos tuvo que sufrir la indiferencia y el rechazo de la crítica y una sociedad que no veía con buenos ojos la afrenta y la independencia que pregonaba Carmen sobre el escenario. Destino cruel el de Bizet que muere atormentado por el fracaso de la obra que hoy es llamada a ser la más popular del repertorio y es símbolo mundial de la ópera de Francia.

¿Que encontramos en esta música que nos lleva a elegirla por sobre otras? Sus melodías reconocibles y pegadizas son incomparables, la unión de texturas en un pentagrama amplio genera un sensible modelo de composición que no se desprende de matices ni armonías sencillas. Por primera vez en su vida artística Bizet se vuelve maestro de todas las artes; crea una ópera homogénea de principio a fin, hace uso del “leitmotiv” como hilo conductor y caracteriza de manera magistral a cada uno de sus personajes dotándolos de los más extremos sentimientos humanos. En “Carmen” encontramos a uno de los roles más profundos y a la vez explícitos en carácter emocional, es de una fuerza tal que toda la acción sucede en torno a él y Bizet confía ese papel a una mezzosoprano, otro acierto del joven maestro. Carmen es la libertad descarnada en movimiento, es una fiera indomable y su línea vocal representa de manera magistral su personalidad e histrionismo. La mezzosoprano Oksana Volkova  fue Carmen en la noche del sábado pasado en Teatro Colón, la cantante nacida en Bielorrusia formó parte del elenco secundario reservado para dos funciones dentro de las seis previstas. Volkova  quien es una especialista en el papel llevó adelante un trabajo digno de destacar, un ejercicio analítico de su voz nos devuelve firmeza en las notas graves y vibrato seguro con un tono sombrío y natural a lo que debemos sumarle una pareja emisión. Volkova sumó a su cantó una acertada actuación que conjugó provocativa seducción, conocimiento del poder que ejerce sobre los demás personajes y seguridad escénica en cada pasaje. “Habanera”, la sencilla y provocativa melodía que Bizet reservó para Carmen es su carta de presentación: describe un carácter fuerte e indomable que Volkova encarnó a la perfección, sus líneas vocales exaltaron a lo largo de toda la ópera los más oscuros y temperamentales sentimientos de la gitana.

Carmen se enamora del sargento Don José, papel destinado a un tenor de corte lírico y que en la puesta del Teatro Colón fue representado por el argentino Enrique Folger. Antes de continuar con mi apreciación artística debo decir que mi elección de asistir a la función de “Carmen” con el elenco secundario se debe a motivos puramente relacionados con mi rol de observador de la escena lírica de nuestro tiempo y es por esto que la decisión estuvo signada por la firme intención de contemplar en escena al tenor Enrique Folger, un notable cantante al que he visto en distintas oportunidades siendo la última vez el año pasado en el mismo teatro pero actuando en un papel menor dentro de una ópera cooperativa como lo es “Edipo” de George Enescu. Folger compuso un Don José excelente desde lo vocal y lo actoral, su cuerda de tenor lírico se encuentra en un momento de ajustada técnica conjugada con una firme tesitura y una amplia extensión en la voz. Reconfortante fue observar a Folger en el papel de “Don José”, un tenor con una carrera de proyección mundial que aún hoy sigue actuando de manera habitual en nuestro medio y lo que resulta ilógico, en este caso, formando parte de un elenco secundario.

Toda obra maestra encuentra su estatus en su música pero también es parte fundamental la historia y una clara delineación de los personajes, si existe una Carmen debe contrarrestar su figura una Micaela. El agua y el aceite se hacen presentes para dar vida a una historia de profunda escritura espiritual, la pureza e inocencia de Micaela se interponen diametralmente a la imagen sensual y libre de ataduras de la gitana provocadora. Micaela es un papel para soprano y la argentina Virginia Wagner ocupó el lugar de la aldeana que para Don José representa la voz de su madre y una vida sin sobresaltos. Wagner compuso su personaje de menor a mayor logrando un vibrato igualado y excelente timbre. Por su parte Fernando Radó fue el joven barítono que personificó al torero Escamillo, en el segundo acto se produce un tumulto de júbilo en la taberna de contrabandistas de un tal Lila Pastias: Escamillo hace su entrada… momento brillante de la ópera, el segundo tema del preludio se hace presente, es triunfal y ostentoso: es el popular motivo del torero que relata su rutina como tal. Distinguida interpretación de Radó que creó un Escamillo sin fisuras vocales pero no con el poder que ejerce sobre los demás el personaje en su condición de ídolo popular. Radó tuvo problemas con el fraseo en distintos pasajes de su canto, este problema también se hizo presente por momentos en las interpretaciones de Volkova y Folger. Nada insalvable que opaque excelentes trabajos de verdaderos profesionales al servicio de la música. Mi buscada intención de poder asistir a la actuación del elenco secundario fue atinada porque en escena este grupo de cantantes, en mayoría argentinos, llevaron adelante un trabajo de excelente factura artística. ¡Un elenco de primera línea para una ópera inolvidable!

El coro del Teatro Colón una vez más hizo gala de su cuidada técnica vocal y el coro de niños no fue menos, bajo la dirección de César Bustamente la presentación de los más pequeños en el primer acto es digna de destacar. Los movimientos corales fueron cuidados en extremo, no solo vocalmente sino que también actoralmente la masa se movió sobre el escenario como un solo ente dejando cuadros de sostenida belleza escénica. Emilio Sagi y Nuria Castejón estuvieron en cada detalle y eso se notó a lo largo de toda la obra, no hubo desplazamientos librados al azar y la escenografía de Daniel Bianco fue en todo momento funcional a la puesta que en todo momento se relacionó en un estrecho recuadro con los personajes y sus acciones. Es muy importante entender que detrás del mínimo detalle hay un grupo de personas que trabajó para lograrlo y ese conjunto de voluntades debe ser premiado con un reconocimiento que debe quedar impreso en cada opinión que intente describir esta versión de “Carmen” en el Teatro Colón. Sagi es uno de los más importantes directores de escena de nuestro tiempo y por suerte contamos con la posibilidad de observar su trabajo en directo. Eduardo Blanco en iluminación y Renata Schussheim en vestuario completan el equipo de esta producción que representa un excelente y auspicioso comienzo de temporada. Una puesta austera pero ambiciosa en la intención, minimalista en la exposición pero grandiosa en su creación. Sublime en todo sentido.

“Carmen” de Georges Bizet se presentó en el Teatro Colón en el comienzo de su temporada que continuará en mayo con dos óperas completamente desconocidas para el público de la lírica. “Aleko” y “Francesca da Rimini” de Serguei Rachmaninov representan un verdadero misterio que será digno de develar.

Alejandro César Villarreal