Interesante producción de Cecilia Valdés en Bogotá

Cecilia Valdés en Bogotá. @andigomet
Cecilia Valdés en Bogotá. @andigomet

La historia de la guapa mulata de La Habana, hija de una negra y un noble blanco, y de sus amoríos con un joven blanco que es su hermanastro tiene tintes que le emparentan a las actuales telenovelas latinoamericanas. Un dramón que surge de la novela del mismo nombre que denuncia los rígidos lineamientos decimonónicos en la sociedad colonial cubana de la primera mitad del siglo XIX. Eso sí, la deliciosa música de Gonzalo Roig la hace fluir con agilidad. Y en esa misma dirección apuntó la propuesta escénica de Ignacio García, aprovechando cada número musical y dando sentido teatral al, a veces, inconexo relato original, muy bien engarzado con las interesantes coreografías (Rafael Palacios). Práctica y llamativa la escenografía (Julián Hoyos), rayando el puro decorativismo, al igual que el vestuario (Juliana Reyes), todo ello pontenciado por una iluminación (María Cristina Fusté) de muy buena factura. En el foso, al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, el director Alejandro Roca hizo una lectura en perfecto maridaje con la escena. Burbujeante, ligera, siempre seria para no caer en la chabacanería. Aliado con los solistas, consiguió pasajes de gran belleza sonora. El Coro de la Ópera de Colombia respondió con gran eficacia, siendo una de las páginas más brillantes el Coro de los Esclavos (“Ya la campana sonó”).

Cecilia Valdés en Bogotá. @andigomet
Cecilia Valdés en Bogotá. @andigomet

En el reparto de solistas encontré luces y sombras. Cecilia Valdés es el alma, la carne y el hueso de la obra. Si no hay una intérprete que tenga los más importantes ingredientes del personaje, la obra flaqueará como sucedió en la función que aquí nos ocupa. Betty Garcés es una soprano con un material vocal de gran valía, pero, y ahí radica el problema con respecto a este montaje, más apropiado a un repertorio en el que es muy difícil inscribir a la mulata Cecilia. Desde la famosa entrada (“Sí, yo soy Cecilia Valdés”) mostró que su caudalosa y bella voz tenía dificultades para escalar hacia el registro agudo. En la romanza “Duerme hija mía” fue aún más notoria esta dificultad. Su físico tampoco es el prototipo de la sensual mulata que despierta pasiones en la mayoría de los hombres. Resumiendo en una frase, una gema en un estuche inadecuado. Ocurrió lo contrario con el tenor Alejandro del Cerro (Leonardo), voz de caudal medio, bien proyectada y brillante, correcto en su prestancia escénica y bien avenido con la imagen de un señorito impertinente. Cantó con elegancia sus partes y se hizo notar positivamente cada vez que estaba en el escenario. En el elenco también brillaron la soprano Karolyn Rosero (Isabel) y Erwin Barrera (José Dolores) y correctos los numerosos actores que requiere la obra. El público aplaudió a todos con fervor.

Federico Figueroa