La Opera Studio de la Bayerische Staatsoper lleva El Cónsul de Menotti al Teatro Cuvilliés

La Opera Studio de la Bayerische Staatsoper lleva El Cónsul de Menotti al Teatro Cuvilliés. Foto: W. Hösl
La Opera Studio de la Bayerische Staatsoper lleva El Cónsul de Menotti al Teatro Cuvilliés. Foto: W. Hösl

Los miembros de la Opera Studio de la Bayerische Staatsoper ofrecen una entretenida versión de la ópera de Menotti en uno de los teatros rococó más conocidos y más bellos de Europa. La calidad de la producción es profesional a todos los niveles. La orquesta está integrada por miembros de la Bayerisches Staatsorchester, y la escenografía es sencilla pero eficaz.

Los tres espacios en los que se desarrolla la acción dramática son tres paneles que se superponen alternativamente y aportan variedad a la escena, de la que se encarga la alemana Christiane Lutz. No aparecen en escena elementos de utillería, y el vestuario, obra de Natascha Maraval, es también muy sobrio. Pero aún sin objetos, cuando se menciona en la obra algún elemento o se hace uso de él, resulta totalmente creíble. Un acierto de la regie, así como de la dramaturgia, que aporta constantemente subtextos al libretto. La dirección musical de Geoffrey Paterson es embriagadora. La batuta del director inglés hace transitar a la orquesta por las distintas texturas de la música, creando momentos de máxima sutilidad y otros de gran fuerza, en los que la orquesta de cámara parece una orquesta sinfónica.

En escena aparecen diez cantantes, todos muy jóvenes, aunque casi todos ellos han debutado ya en la Bayerisches Staatsoper con particchini. La italiana Selene Zanetti es una Magda Sorel muy sólida, con un timbre de soprano lírica redondo y lleno, que emociona en los momentos más dramáticos de la pieza. La madre de Helena Zubanovich es muy convincente, y tanto su interpretación como su timbre de mezzosoprano, lleno y con mucho color, aportan todo el dramatismo que el papel requiere. Es destacable el papel de secretaria del Cónsul de la irlandesa Niamh O’Sullivan, sobre todo en el aspecto actoral, aunque vocalmente es también impecable. Resulta asimismo muy interesante la vocalidad de la contralto rusa Alyona Abramowa. En el elenco masculino, el bajo Igor Tsarkov demuestra ya en el primer número que tiene un gran registro vocal y una técnica perfecta, y logra un agente de Policía muy intimidante. También muy correcto es el John Sorel de Johannes Kammler. El resto del elenco, con intervenciones menores pero no menos importantes, es impecable, con la única excepción del galés Joshua Owen Mills. El timbre de tenor lírico-ligero se aprecia bello y la emisión es buena, pero la falta de potencia no permite que su voz llegue al patio de butacas.

El conjunto es sobresaliente. No en vano, las entradas para muchas de las funciones están agotadas. Larga vida, pues, a la nueva generación de la Opera Studio y a sus próximas producciones.

Violeta Kamp