Juan José en La Zarzuela: el sueño de Sorozábal se hace realidad

Juan José en La Zarzuela: el sueño de Sorozábal se hace realidad
Juan José en La Zarzuela: el sueño de Sorozábal se hace realidad

Parecía un sueño imposible de cumplir y siempre por lo mismo: zancadillas, envidias, rencores, la mediocridad imponiendo su criterio y el talento ninguneado por las conveniencias, por las rencillas políticas o por las inconfesables ambiciones personales. Y han tenido que pasar años y años, lustros, para que por fin el estreno de Juan José, de Pablo Sorozábal se haya hecho realidad, haya sido posible, gracias a la apuesta valiente del Teatro de la Zarzuela, que al apostar por esta obra ha conseguido hacer realidad el sueño de Sorozábal y, por fin Juan José ha tenido su estreno y, pienso, que ha correspondido con creces a las ilusiones que todos los aficionados a la música habían puesto en este acontecimiento.

No es una obra fácil, pero sí es una obra importante. Considero a título personal, que estamos ante el mejor Sorozábal. Sin ninguna concesión, sin caer en la falta de ambición que tantas veces ha estado presente en las partituras de muchas zarzuelas. Conseguir que el público se quede con una melodía fácil, sin más pretensiones, con carencia absoluta de autoexigencia. Música para consumir, aunque esté bien escrita, pero siempre falta de perspectiva. En el sueño de Sorozábal, Juan José es un ejemplo clarísimo de cómo se puede hacer música, gran música, cómo se puede componer una obra sin renunciar a la autenticidad, sin pasar del rigor y de la exigencia que todo creador debe tener. Juan José es obra de una gran envergadura, con una música sólida, perfectamente ensamblada, sin recurrir a ningún efecto, sino manifestándose en toda su pureza. Sorozábal, autor de gran carácter, de una gran honestidad profesional,con una carrera jalonada de legítimos éxitos se nos muestra aquí en toda su gran y verdadera dimensión: músico de una gran pureza en la utilización de los materiales con los que trabajo. Exigente, serio. Y todo ello sin renunciar nunca a la belleza. Porque al fin y al cabo Juan José es una espléndida obra de arte. Hemos escrito más arriba que estamos ante el mejor Sorozábal, el de la riquísima y bella inspiración de La Tabernera del Puerto, ante el Sorozábal capaz del mejor lirismo como en un dúo y una hermosa romanza de la Katiuska. De un Sorozábal que nos recuerda, y mucho, al formidable autor de Adiós a la bohemia. Música de gran pureza, de alto nivel de autoexigencia (perdón por repetir tanto esta palabra), sin concesiones, aunque sí se permite algún que otro guiño a otras obras y otras situaciones. Pienso que el maestro no ha buscado halagar al público de una manera fácil, sino que ha buscado, y lo ha conseguido, transmitir todo ese mundo trágico, sórdido, todo ese drama social y humano que permanece latente en Juan José.

Sin coros, sin arias propiamente dichas, con un enlazar temas que nos recuerdan en muchas ocasiones la forma de escribir de Puccini, parece que el compositor vasco apuesta decididamente por un verismo formal, no sólo en lo que a la música se refiere, sino en toda la obra expresada a través de un libreto del propio músico. En cierto modo estamos ante una música desnuda, una música donde existe una gran economía en el procedimiento compositivo. Está hecha para lo que está, para subrayar un drama humano que se desarrolla en un ambiente sórdido, brutal, en un ambiente lúgubre que se aparta de los convencionalismos que tanto han influído en buena parte de la producción zarzuelística. El propio Sorozábal piensa que Juan José se convierte en su obsesión y eso puede también ayudar a entender por qué esta música es tan impactante, tan lograda.

El sueño de Sorozábal se hace realidad en una partitura espléndida, sin que se pueda advertir ni una sola fisura. Los personajes, tétricos, dolorosos, tremendos, están trazados musicalmente de forma maestra. No hay- ya lo he escrito- ninguna concesión, aunque sí algunos guiños a otras producciones suyas, pensemos en algún momento que nos hace recordar fugazmente algunos compases de La del manojo de rosas. O esos aires más o menos castizos, que aparecen como la rápida luz de un relámpago. Un chotis, una mazurka, un… pero esto no hace sino cargar con más intensidad en la pintura sonora de unos personajes atormentados, que han perdido la esperanza, que parecen emergiendo en un mundo de tristeza, de desesperanza. Sin embargo, no renuncia el autor a dotar de un intenso lirismo, de una apasionada belleza melódica, algunos momentos que subraya para que contrasten más con lo descarnado del resto. Sin querer extenderme demasiado pienso que el sueño de Sorozábel, este Juan José que concibiera tan melodramáticamente Joaquín Dicenta, se convierte en la gran última obra de un músico de tanta envergadura artística e intelectual, y tan incomprendido en su tiempo. Pero ahí queda su legado.

Juan José en La Zarzuela: el sueño de Sorozábal se hace realidad
Juan José en La Zarzuela: el sueño de Sorozábal se hace realidad

El Teatro de la Zarzuela ha ofrecido una versión realmente atractiva, podríamos que calificar de redonda, por los buenos logros obtenidos. Si la obra nos ha impresionado por su calidad y por su dramatismo, no tenemos sino elogios para la representación. Ni una figura, ni un intérprete fuera de su sitio. Todo ha funcionado con una precisión admirable. Desde la escenografía, muy convincente, con esos tonos grises que nos transportan al submundo de un Madrid proletario, doliente, que se revuelve airado frente a la agresión de los más poderosos. Color gris predominando en la escena, color gris que parece envolver en su desesperanza a los persponajes que arrastran sus frustraciones. Buena dirección escénica, sobria pero convincente, con esos minúsculos toques de humor, si se quiere hasta de humor negro en las escenas de la taberna. Presentación y dirección acordes con el contenido literario de la obra y puestos adecuadamente al servicio de una música que describe admirablemente los caracteres.

Se necesitaba un elenco de buenas voces y la verdad es que los cantantes han tenido una actuación sobresaliente. En esta ocasión no vale eso de destacar a uno o dos, todos han contribuído en una acción colectiva a que la representación haya sido un éxito. Empezando por el formidable barítono Angel Ódena que da vida al protagonista. Voz potente, bien timbrada, de amplia tesitura, seguridad en los registros agudos, voz media de indudable belleza sin el menor menoscabo a la musicalidad. En la línea de los grandes barítonos líricos Ódena ha sido un Juan José brillante, seguro, transmitiendo todo su extraño mundo de pasión, de celos, de brutalidad y también de una subyacente ternura.

Una encantadora Carmen Solís le ha dado una adecuada réplica. Soprano lírica de voz muy bella y bien timbrada, con una capacidad dramática que ha sabido transmitir jugando con lo poliédrico de su personaje: coquetería, sensualidad, ambición, cierto sentimiento amoroso y una falta de sensibilidad ante lo que es el desbordamiento de la pasión de los dos hombres que se cruzan en su vida. Ha sido actriz y ha sido cantante afortunada, poniendo mucha entrega y mucha inteligencia en sus intervenciones.

Antonio Gandía tiene una hermosa voz de tenor lírico ligero. Unos agudos brillantes y una exquisita sensibilidad cantando. A mi juicio ha bordado el papel de Paco que puede resultar un tanto antipático en la trama. Sin embargo su aportación ha parecido dotar de cierto atractivo al personaje. No olvidemos que quizá el momento más lírico, más hermosamente melódico lo protagoniza el tenor y también la soprano. Ha estado a la altura de todo el resto del elenco en el que la siempre eficaz Milagros Martín ha dado empaque dramático al personaje, tan repulsivo, de Isidra al que ella le ha prestado credibilidad.

La orquesta ha sonado muy bien, llevada con excelente pulso por el veterano y eficaz Miguel Angel Gómez Martínez. Seguridad, precisión en todo momento, ha dado el protagonismo justo a los intérpretes siendo en todo momento un elemento valiosísimo en esta importante partitura. Destacaremos el buen sonido orquestal y su aportación eficaz al buen desarrollo de la obtra. Me ha gustado la dirección escénica de José Carlos Plaza.

En definitiva, el sueño de Sorozábal se ha cumplido con creces. Lástima que haya tardado tanto y que el autor no haya podido vivirlo. Pero ahí está el gran esfuerzo realizado por el Teatro de la Zarzuela y el logro obtenido. La ópera Juan José bien ha merecido este esfuerzo. El público aplaudió con fuerza a los intérpretes y a la belleza de una obra que debe entrar, por derecho propio, en el gran repertorio de nuestro género lírico.

José Antonio Lacárcel

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