Las texturas de Japón en una versión musicalmente mejorable de la Madama Butterfly de la Deutsche Oper de Berlín

Madama Butterfly de la Deutsche Oper de Berlín
Momento del II acto en el que tiene lugar el suicidio de Cio-Cio-San (B. Uhlig).

Es difícil ya sorprender con una ópera tantas veces interpretada, pero la producción que se ha podido ver este 18 de febrero en la Deutsche Oper de Berlín de la pucciniana Madama Butterfly es de una delicadeza embriagadora. Elegantísima es la puesta en escena de Pier Luigi Samaritani, que, sin muchos artificios y sin las proyecciones sobre la escena que están tan de moda últimamente, permite al público deslizarse en una atmósfera delicada y llena de colores y texturas. La regie, pues, ayuda a empatizar con la historia de la desdichada Cio-Cio-San, cuyo trágico final ya se conoce de antemano.

No se puede decir lo mismo, sin embargo, de la calidad de la dirección musical, que estuvo a cargo de Yves Abel. A menudo los solistas y la Orchester der Deutschen Oper Berlin se descompasaban. Además, el coro también tuvo algunas entradas fuera de tiempo. Y a eso hay que sumarle que los solistas reclamaban unos tempi siempre más lentos de los que Abel proponía. El Chor der Deutschen Oper Berlin tampoco tuvo su día: las voces no estaban empastadas, en algunas entradas se oían timbres y vibratos individuales… En parte puede ser debido al hecho de que es una ópera que la orquesta y el coro tienen en repertorio, por lo que pueden interpretar que no les requiere tanta concentración. Pero la responsabilidad final la tiene el director, que tuvo muy poca autoridad para capitanear el equipo, y a lo mejor también pocos ensayos -esta era al menos la sensación de conjunto que llegaba al público-. No lució, por lo tanto, la parte musical, y esto es bastante grave si tenemos en cuenta el teatro en el que se representó esta Butterfly, que no merece una interpretación así de provinciana.

 

Sin embargo, la obra fue creciendo en intensidad emotiva también por el buen hacer de la mayoría del elenco. Superba estuvo la soprano de origen chino Hui He, que lució un timbre de soprano lírica muy redondo, grandísima musicalidad y mucha credibilidad escénica. El personaje y ella eran uno, creando una verosimilitud que rompía continuamente la Suzuki de Katharina Kammerloher. En varias ocasiones, esta última, no pasaba la orquesta, en otras varias engolaba y ni el personaje era creíble ni su dicción tenía nada que ver con la de la lengua italiana.

En cuanto a la sección masculina, el Pinkerton de Stefano La Colla fue un auténtico galán vocalmente digno heredero de la antigua escuela de los grandes de Italia, y escénicamente también muy italiano, más que americano. Noel Bouley como Sharpless estuvo muy en su sitio, aportando la serenidad del personaje y un registro muy igualado con un timbre de barítono bellísimo. Desigual el Goro de Ya-Chung Huang.

Muchos aplausos merecieron los dos protagonistas y Bouley, así como el niño ario que hacía el papel de hijo de Cio-Cio-San en esta desigual y mejorable versión de la Madama Butterfly de Puccini.

Violeta Kamp