María Ruiz. Recital. Santiago de Compostela

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10 de mayo. Teatro Principal. María Ruiz (soprano) y Carlos E. Pérez (piano). 1ª parte: ”O mio babbino caro” (Gianni Schicchi, Puccini), “Vissi d´arte, vissi d´amore” (Tosca, Puccini), “O du mein holder Abendstern” (Wagner/Liszt), “Liebestod” (Tristan und Isolde, Wagner). 2ª parte: “Ecco l´orrido campo” (Un ballo in maschera, Verdi), “Pace, pace mio Dio” (La forza del destino, Verdi), “Une caresse à ma femme” (Rossini), “Tacea la notte placida” (Il Trovatore, Verdi), “Santo di Patria … allor che i forte corrono” (Attila, Verdi). 

Es de agradecer el trabajo y la labor de asociaciones, como la de los Amigos de la Ópera de Santiago de Compostela,  que consiguen – con más trabajo, esfuerzo e ilusión que medios –  llevar adelante actividades  e iniciativas de notabilísimo nivel para todos los aficionados a la lírica, como este estupendo y sorprendente recital.

Antes de nada debemos destacar lo variado y duro del programa que conformaba el concierto. Pocas sopranos del panorama actual se atreverían con un repertorio tan exigente, complejo y variado. En este caso, María Ruiz optó por un programa dificilísimo que sacó adelante con nota alta. Esta soprano posee una voz de amplia y homogénea tesitura, bien apoyada y liberada, ancha, riquísima en armónicos, con facilidad en la zona alta, con unos graves rotundos y un centro carnoso. Sin embargo, pese a esa amplitud y anchura, es una voz muy dúctil, capaz de ejecutar unos interminables pianissimi y un magistral uso de los reguladores. Dotada de un gran fiato, que le permitió crear larguísimas frases y un magistral canto legato que exhibió durante todo el recital, así como su perfecta dicción. Todo esto hace que nos recuerde a las grandes voces “de antes”.

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Comenzó la soprano con Puccini, con el popular “O mio babbino caro” y un sentidísimo  y recogido “Vissi d´arte” finalizando su intervención, en la primera parte, con una magistral interpretación vocal del “Mild und leise” de Isolda. La segunda parte, dedicada en lo vocal a Verdi, estuvo espléndida en la Amelia y en las dos Leonoras (Forza y Trovatore)  y exultante en la Odabella, desde el recitativo inicial hasta la cabaletta que coronaba el aria. Por cierto, debemos destacar la magistral interpretación del “Pace, pace mio Dio”, dónde María Ruiz exhibió todas las virtudes anteriormente descritas. Desde la espectacular messa di voce inicial hasta la exhibición de fiato en las frases finales: “maledizione”. Sinceramente, se nos antoja difícil poder escuchar, en la actualidad, un Pace mejor cantado que él que nos ofreció María Ruiz en Santiago. Esta soprano, viendo el nivel que exhibió, está llamada a protagonizar grandes veladas operísticas en los principales teatros.

Acompañándola estaba el vigués Carlos E. Pérez. Estupendo pianista, de exquisita sensibilidad y gran técnica, gran conocedor de voces y repertorio, que estuvo al servicio de la intérprete tanto en lo momentos más íntimos (el final del Vissi o el Liebestod) como en los más esplendorosos, sacando sonido al piano cuándo era necesario, aprovechando el caudal de voz de la soprano. Perfectamente empastados, como en el final de Isolda, Carlos Enrique también brilló en las piezas de piano solo como en  la difícil, por su exigencia técnica, paráfrasis de Liszt sobre la romanza del lucero vespertino de Tannhäuser, o “Una caresse à ma femme” de Rossini. Tanto la soprano como el pianista, demostraron que son excelentes músicos, tal y como reconoció el público de Santiago de Compostela.

En definitiva, excepcional velada operística la que nos ofrecieron María Ruiz, Carlos E. Pérez y la Asociación de Amigos de la Ópera de Santiago de Compostela. Noches como estás son las que hacen falta en la ópera.

 

Daniel Diz