Es sin duda una de las grandes aportaciones a nuestra música escénica. Es una de esas obras que nunca debieran faltar en una temporada lírica en los teatros españoles. Pero chocamos con nuestro eterno complejo de inferioridad, con nuestra ridícula postura ante lo nuestro, dejándolo siempre aparte y aceptando como excelso todo lo que nos viene de fuera, aunque sea de inferior calidad. Es una constante en nuestra historia musical. Programamos y programamos repitiendo títulos, ofreciendo algunos que no tienen el rango y la calidad suficientes para ser tantas veces incluídos en las programaciones. Y nos olvidamos de lo que tenemos aquí. No es éste un ridículo ataque de chauvinismo que nos haya acometido de pronto. Es la triste constatación de un hecho que se repite hasta la saciedad. Me estoy acordando de la versión excelente que se hizo en el Teatro de la Zarzuela, de aquella inolvidable Galanteos en Venecia, o la no menos espléndida versión de La Villana, o la de Las Golondrinas. Tenemos tanto que agradecer a los responsables del Teatro de la Zarzuela, por las acertadas programaciones que nos están ofreciendo, con imaginación, recordando el amplísimo catálogo que hay de nuestro género lírico, desempolvando partituras que estaban relegadas al olvido, manteniendo un alto nivel y haciéndonos disfrutar y enseñando a muchos, algo tan obvio y tan importante: que nuestra literatura musical escénica también tiene un rango y una importancia que no podemos desdeñar si no queremos caer en el ridículo y en un trasnochado snobismo.
Y es la deliciosa Maruxa, de Amadeo Vives, un ejemplo clarísimo de obra de gran calidad artística, de alta exigencia estética, con una música de una belleza que supera ampliamente lo más habitual y conocido del género lírico español. En Maruxa podemos apreciar cómo se plantea un compositor su creación, con la enorme auotexigencia artística que tiene Vives en esta ocasión, creando una partitura verdaderamente excepcional, por su rigor artístico y por los brillantes resultados que consigue. Un tratamiento vocal espléndido, una orquestación que adquiere gran protagonismo, un planteamiento general que conlleva a una obra de repertorio, una obra que siempre- insisto- debería estar presente en las programaciones de nuestros teatros, añadiendo que debiéramos tener ambición y exportarla porque, de verdad, es un verdadero regalo artístico.
Y es que en Maruxa confluyen muchas tendencias musicales que se desarrollarán de una manera eficaz, consiguiendo un logro absoluto. Vives no es ajeno a las influencias de la época y en su obra se deslizan de una forma sutil y contribuyen al buen éxito de la empresa. Hay momentos donde está presente el wagnerismo, hay momentos que nos recuerdan el mejor verismo italiano; el folclore, la música popular también está presente aunque Vives la reconduce, la pule, extrae la esencia para después crear un clima, para poder establecer, ubicar ,su creación bebiendo de lo popular pero desarrollándolo de una forma admirable. Están presentes las nuevas tendencias con las que se inicia el siglo -no olvidemos que se estrena en el 1914- y con todos elementos que influyen consigue una obra personalísima, con un fuerte aliento poético, con una riqueza melódica absoluta, pero una melodía trabajada, muy bien estructurada, no la habitual melodía facilona que llega pronto y que también se diluye con rapidez. Las melodías que aparecerán en Maruxa son consistentes, densas, plenas de inspiración pero elaboradas de forma muy sabia. La orquestación, ya lo hemos apuntado antes, va mucho más allá de la tarea acompañante para convertirse en elemento importante, creando una atmósfera, envolviendo al canto y subrayando los distintos aspectos que éste conlleva. La orquesta es fundamental en la primera aparición del personaje protagonista, el famoso número Mírate en el espejo, donde la belleza de una melodía tiene el basamento de una orquestación rica en sugerencias y que parece querer describir en un instante la belleza y placidez de un prado gallego. La misma orquestación que va a estar presente y con protagonismo, durante todo el dúo de Maruxa y Pablo y en el que protagonizan Rosa y Rufo y en tantos y tantos momentos de la obra.
Maruxa es un idilio, es un tema que intenta impregnarse de poesía, pero que queda diluído en un libreto un tanto bobalicón, de Luis Pascual Frutos, pero que sin embargo sirve para que Vives escriba una música apasionada, llena de delicadeza donde hay un homenaje continuo a la plácida belleza de Galicia,donde la hermosura de un paisaje parece incrustarse en el alma misma de una partitura felicísima que retrata una bucólica historia que sus autores han calificado de égogla.
¿Y cómo fue el resultado artístico de la primera representación de tan hermosa pieza musical? Empezando por los dos principales protagonistas: Maruxa y Pablo, a los que dieron voces la soprano Maite Alberola y el barítono Rodrigo Esteves. La soprano empezó un tanto titubeante, en cuanto a emisión de voz, firmeza de la misma, en la romanza Mírate en el espejo, pero fue solamente un instante, porque al momento se empleó con soltura y cantó con mucho gusto, con seguridad y sabiendo superar las dificultades que entraña su papel. Debido al montaje escénico, su personaje perdió esa dulzura, esa sencilla ingenuidad que requiere la versión tradicional; es más en algunos momentos tiene que emplearse con una decisión que casi enlaza con cierta violencia. Está muy lejos de ser la pastora ingenua para convertirse en una mujer con fuerza, con temperamento. Actuó bien y cantó mejor, con una voz de bonito timbre, con seguridad y con aplomo estando muy acertada en el dúo con el barítono, dúo que quedó despojado del carácter bucólico original. También en el segundo acto estuvo acertada en sus intervenciones.
El otro gran protagonista era el barítono Rodrigo Esteves. Voz consistente, de timbre muy agradable, supo cantar con buen gusto, superó como su compañera de reparto, los escollos que tiene la partitura que está escrita para intérpretes muy avezados. No perdió nunca la musicalidad, a pesar de que el personaje que encarnaba en el escenario estaba notablemente alejado del personaje que trazaran Vives y Pascual Frutos. Me gustó mucho en el dúo con Maruxa, estuvo convincente en el que protagonizó con Rosa y, para mi gusto, estuvo francamente espléndido en la hermosa romanza Aquí n´este sitio, tan bonita, tan sugerente, tan bien escrita. He dicho que estuvo espléndido cantando con hermosa voz, cuidando siempre ese sentimiento nostálgico, amoroso, que requiere la romanza, una de las más completas de toda la producción de Vives. Fue la suya una espléndida versión.
El personaje de Rosa fue cantado por Svetla Krasteva que sustituía a la inicialmente anunciada E. Metlova. Fue la suya una actuación interesante sin darle quizá toda la dimensión que el malvado personaje requiere. En general cantó con gusto y el dúo con Pablo en el primer acto, así como el que tiene con Rufo, fueron bien dichos sin tener una actuación memorable. El tenorCarlos Fidalgo cantó bien destacando sobre todo en la famosa romanza del segundo acto Maruxa del alma , que es el momento más brillante de su papel. Voz de timbre lírico, con agudos muy firmes y seguros y con una voz media especialmente bonita. Se movió muy bien en escena y cumplió sobradamente.
Especial mención merece el bajo Simón Orfila que dió vida al personje de Rufo, el papel más cómico que bien puede enclavarse en la tesitura de los bajos bufos. Orfila dió una buena lección de saber cantar, con voz bonita, muy rica en lo tímbrico, con registros graves y medios, excelentes y con buen hacer en los pasajes más altos que fueron abordados sin dificultad. Actuó consciente del carácter un tanto caricaturesco de su personaje y fue, durante toda la noche, un excelente colaborador para conseguir el éxito perseguido.
Como es habitual el coro que, con tanto acierto, dirige Antonio Fauró estuvo a su alto nivel acostumbrado, aunque es bien cierto que Maruxa no abunda en pasajes corales, aunque los que hay son especialmente brillantes, como demostraron en el segundo acto. La orquesta, dirigida en esta ocasión por el joven maestro José Miguel Pérez-Sierra sonó bien en general, aunque pudimos apreciar algún pequeño desajuste en un momento del primer acto. Pero en general la labor de orquesta y director fue buena.
En cuanto al montaje escénico de Paco Azorín tengo que señalar que respeto sus criterios pero pienso que trasladando la acción a los años 70 del pasado siglo, inventando una historia paralela con el hundimiento del Urquiola y la consiguiente catástrofe ecológica que sufrieron las costas gallegas, se desvirtúa el criterio que animó a los autores a la hora de escribir Maruxa. Ellos concibieron una égloga donde primaba lo bucólico. Y en esta versión ocurre todo lo contrario. La dulzura un tanto boba de algunos personajes, es sustituída por un sentido dramático, por un alegato que es interesante pero que, con todo respeto, no lo encuentro adecuado para esta sencilla historia, verdadero idilio ingenuo. Sí me parecieron muy acertadas las referencias a la inmortal Rosalía, cuyos versos también nos hablan de una de las más hermosas tierras: Galicia.
José Antonio Lacárcel