Matthias Goerne y Schubert: idilio amoroso

Matthias Goerne
Matthias Goerne

El barítono alemán Matthias Goerne ha visitado por decimosexta ocasión el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela en lo que ha sido la primera de su triple participación en la presente temporada para revisitar los tres emblemáticos ciclos liederísticos de Franz Schubert: La bella molinera, Viaje de invierno y El canto del cisne, siempre acompañado del pianista italiano Markus Hinterhäuser. El cantante de Weimar ha sido siempre uno de los más apreciados por el público madrileño asiduo a este ciclo en el coliseo de la calle Jovellanos, y una vez más ha venido a dar una magnífica muestra de su refinado arte canoro en la total identificación interpretativa con los lieder del compositor vienés.

La escucha de La bella molinera ha sido toda una experiencia estética. El inicial “Das Wandern” ya estableció lo que iba a ser una constante en todo el recital: la entera musicalidad y la continua matización expresiva del texto. Porque a pesar de la gran mayoría de canciones de estructura estrófica que atraviesan el ciclo, Goerne aporta, por medio de su habilidad para el fraseo, una diversa gama de acentos, matices y perfiles a cada frase. En ello se acompaña de su genuina gestualidad, como la constante oscilación de su ancha figura o el apoyo de sus brazos en la caja del piano.

Los lieder más intimistas y de tempi más lento le dan la maravillosa oportunidad de exhibir una suave melodiosidad en el canto, de impregnarlo de un acariciador encanto poético, a lo que une su administración inteligente de filados y medias voces para realzar en todo instante la expresión. Baste como ejemplo la dulzura enternecedora que consigue plasmar en canciones como “Der Neugieriege” (El curioso) o “Morgengruß” (Saludo matutino). En los más agitados y extrovertidos, su apoyo en la gola hace oscurecer completamente sus armónicos, desplegando su más abrumador desenfreno en esa dupla de frenéticas canciones “Eifersucht und Stolz” (Celos y orgullo) y “Der Jäger” (El cazador), abordadas con timbre leñoso y rotunda emisión vocal, aunque los acentos en forte puedan tener un punto de tosquedad y rudeza.

Por medio de sus altas dotes interpretativas, Goerne fue sumergiendo paulatinamente al auditorio en la inexorable amargura del molinero, dosificando el patetismo que envuelve a la poesía de Wilhem Müller imbricada en los pentagramas del austríaco, y que desemboca en el vigésimo y conclusivo lied: “Des Baches Wiegenlied” (La canción de cuna del arroyo), en el que el tempo se vio dilatado y expandido como nunca antes hasta alcanzar casi los 10 minutos de duración, y que el germano revistió de una irresistible dulzura con la que se recreaba meciendo literalmente las palabras del texto.

Cooperó desde el piano, y mucho, para crear climas y claroscuros el preciso acompañamiento del debutante Markus Hinterhäuser, de pulsación diáfana y serena, sin excesos ni aristas en el discurso, adhiriéndose a cada inflexión del barítono alemán, siendo capaz de definir con esmero y cantabilidad suficiente la atmósfera o carácter intrínseco de cada canción y el componente descriptivo asociado al omnipresente arroyo. La sonora ovación del respetable demostró una vez más la gran estima y predilección por el barítono alemán, consumado intérprete del momento en el terreno del lied. La próxima oportunidad para disfrutar de su voz será el 30 de abril con el Winterreise schubertiano. La esperamos ansiosamente.

Germán García Tomás