Messa da Requiem. Verdi. Madrid

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Teatro Real de Madrid. 14 Abril 2014. Este concierto hay que considerarlo como especialmente extraordinario. En primer lugar, por la presencia de Riccardo Muti, el Sumo Pontífice de la Religión Verdiana, pero el carácter de extraordinario le viene también por el hecho de haberse incorporado a la programación del Teatro Real muy recientemente, conmemorando el 400 aniversario de la muerte de El Greco. Dos han sido los conciertos ofrecidos, el primero hace dos días en la Catedral de Toledo, y el que ahora nos ocupa. No me voy a poner a descubrir a estas alturas la importancia de Riccardo Muti en la música en general, y más concretamente en relación con Giuseppe Verdi. Nada tiene, por tanto, de extraño que las expectativas que había levantado el concierto eran muy altas y en buena parte se han visto cumplidas. No es Riccardo Muti un director de gesto espectacular en el podio, sino más bien todo lo contrario, pero no hay duda de que su dominio de la partitura y su autoridad son indiscutibles. Basta el más mínimo gesto de sus manos o de su rostro para que los músicos y los cantantes sigan sin dudar sus deseos.

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Su interpretación de la Misa de Réquiem fue muy buena y podía haber sido inolvidable de contar con un cuarteto de solistas más importante, pero a eso me referiré más tarde. Hoy en día a Riccardo Muti en la música de Verdi no se le puede comparar más que consigo mismo y con los muy grandes directores del pasado, y sus actuaciones en el podio lo ponen justamente de relieve. En una lectura brillante como pocas de la partitura, me quedaré con algunos momentos de cortar la respiración, cuando el maestro hacía que orquesta y coro produjeran pianisimos espectaculares. En este sentido me quedo con su milagrosa interpretación del Lacrimosa, así como del Ofertorio, en el que Hostias et Preces fue muy emocionante, así como algunos pasajes del Libera me final. No me resulta fácil de entender la presencia de dos orquestas y dos coros en el concierto.

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En cuanto a las orquestas no puede deberse sino a deseos – o intereses – de Muti el que la Orquesta Giovanile Luigi Cherubini por él fundada participara en estos conciertos, aunque la Orquesta del Teatro Real tiene cantidad y calidad suficiente para actuar ella sola. Tampoco entiendo muy bien la presencia de dos Coros, el del Teatro Real y el de la Comunidad de Madrid, ya que en total eran algo más de 80 coralistas y acabábamos de ver un número incluso superior en las representaciones de Lohengrin por parte del Coro del Teatro Real. En cualquier caso, tanto los coros como las orquestas lo hicieron francamente bien. En mis comentarios a las representaciones de Lohengrin hace unos días me refería a que Gerard Mortier (a cuya memoria también se ofrece este Réquiem) siempre ofrecía sus cantantes en las óperas que programaba, aunque sus gustos no fueran compartidos por el aficionado. Algo de lo mismo podría decirse también de Ricardo Muti, quien también tiene sus preferencias curiosas, aunque el resultado quede un tanto corto.

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Era curioso comprobar que el Gran Sacerdote Verdiano nos ofrecía tres cantantes rusos en el cuarteto solista. Aquí sí que las cosas han podido ser mejores. Una ocasión extraordinaria como ésta exigía la presencia de cantantes más importantes. Tatjana Serjan es una de las sopranos más frecuentes en las programaciones de Riccardo Muti y su presencia siempre me ha resultado sorprendente, ya que su calidad no es comparable con la de otras sopranos de todos conocidas. La verdad es que nos ofreció una buena actuación. Pareciera que Tatjana Serjan es una con Muti y otra muy distinta con otros maestros. Lo digo porque hace unos meses tuve ocasión de escucharla en Berlín en una Tosca y me resultó decepcionante. En cambio, a las órdenes de Muti la rusa parece transformarse. La mezzosoprano Ekaterina Gubanova, también rusa, ofreció una voz atractiva, de volumen un tanto reducido y con una dicción incomprensible. Tiene musicalidad, pero Verdi pide otra cosa. Francesco Meli ofreció la voz más adecuada del cuarteto, aunque su carácter verdiano puede resultar un tanto discutible. La voz tiene calidad y está muy bien emitida, cantando con mucho gusto y expresividad, aunque las notas altas se adelgazan claramente. Cantó de manera notable el Ingemisco y ofreció unas bellísimas medias voces en Hostias et Preces.

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El tercer ruso del reparto era el bajo barítono ruso Ildar Abdrazakov, cantante elegante y de voz atractiva, pero que no es el bajo verdiano que a mi parecer pide la partitura. Intachable de musicalidad, quedó también un tanto corto en cuanto a poderío. En el lado positivo hay que señalar que su dicción es francamente buena. El Teatro Real hacía muchas fechas que había agotado las localidades. El público siguió con recogimiento el concierto, dedicando entusiastas ovaciones a Riccardo Muti, aclamado cada vez que aparecía en el escenario, aunque no hubo saludos individuales, como es habitual en él.

El concierto comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 1 hora y 26 minutos. Once minutos de aplausos y vítores para el Maestrísimo. La entrada más cara costaba 159 euros, habiendo localidades desde 19 euros.

José M. Irurzun