Meyerbeer triunfa con un gran reparto para Le Prophète en Berlín

Le Prophète en Berlín. Foto: B. Stoss
Le Prophète en Berlín. Foto: B. Stoss

La Deutsche Oper de Berlín continúa con su política de recuperación de óperas de Meyerbeer. Es el tercer año consecutivo que incluye en su programación una nueva producción de una ópera del compositor alemán. Si hace dos años inició la serie La Africana, el año pasado tocó el turno a Hugonotes, siendo ahora El Profeta el título elegido. Hay que decir que en las 3 ocasiones los repartos han sido brillantes. Bastará recordar la presencia de Roberto Alagna y Juan Diego Flórez en los dos años anteriores. La dirección musical ha estado encomendada siempre a Enrique Mazzola. Esperemos que la Deutsche Oper continúe con su política de recuperación de óperas de Meyerbeer, uno de los compositores más injustamente olvidos en los últimos 50 años.

La representación que nos ocupa ha sido un éxito, basada en un reparto vocal excepcional en lo que hace a los 3 principales protagonistas de la ópera, contando con una muy buena dirección musical, como han sido las de los años anteriores, y una irregular producción escénica, cuyos valores positivos se han visto ensombrecidos por excesos gratuitos e innecesarios.

Le Prophète es una de la últimas óperas de Giacomo Meyerbeer y se estrenó en París en 1849. Solo quedarán como obras posteriores de su autor L’Etoile du Nord, Dinorah y su obra póstuma, L’Africaine. El Profeta tuvo un gran éxito en su estreno y en los años siguientes, siendo representada asiduamente en los principales coliseos de ópera del mundo. Lamentablemente, a partir de los años 50 del pasado siglo, Meyerbeeer cae en el ostracismo y pocas son las oportunidades que se han tenido de ver sus óperas en estos años. La última vez que se pudo ver El Profeta fue en el Capitole de Toulouse cerrando la temporada de ópera 2016-2017 y fue un éxito. Anteriormente, se pudo ver en un par de ocasiones en Alemania, una en Essen y la otra en Karlsruhe.

Se trata de una de las óperas que mejor representan el género de la Grand Opera francesa del siglo XIX y la verdad es que musical y vocalmente es una obra que merece ser desempolvada y conocida por los aficionados. Tiene el inconveniente de exigir un trío de protagonistas de muy alto nivel, lo que aquí se ha conseguido plenamente. Esperemos que nuestros teatros vuelvan sus ojos pronto a la obra de Meyerbeer, que estoy seguro sería muy bien recibida por el público.

Para la ocasión la Deutsche Oper ha ofrecido una nueva producción, que lleva la firma del francés Olivier Py, cuyos trabajos suelen ser un tanto iconoclastas. Trae la acción a tiempos modernos, convirtiendo al Conde Oberthal en un tirano al uso. Esta transposición no aporta nada, ya que la trama no casa bien con tiempos actuales, pero tampoco molesta. La trama está bien narrada, con una buena dirección escénica, con movimiento siempre, que sirve para aligerar la muy larga duración de la ópera. En conjunto su labor me ha resultado adecuada y hasta atractiva en algunas partes de la ópera, aunque no pueden faltar excesos, muy habituales en las producciones del francés, que no sirven sino para emborronar su labor y encrespar al público, que acaba abucheando la producción, lo que supongo que es precisamente lo que pretende Olivier Py, como ocurre con otros registas modernos. Los excesos son evidentes en el famoso Ballet de los Patinadores del tercer acto y en la escena final. El ballet parece tener por cometido exponer los excesos de las guerras en relación con violencia y abusos sexuales. Se podrá decir que eso es responsabilidad del coreógrafo, si no fuera porque éste no es otro que Olivier Py. En la escena final no tiene mejor idea el regista que ofrecer por detrás una serie de figurantes totalmente desnudos, dedicados a los placeres del sexo, lo cual nada aporta y no sirve sino para que el respetable se distraiga de lo realmente importante, que es el desenlace final de la ópera.

La escenografía y el vestuario se deben a Pierre-André Weitz, ofreciendo como elementos fijos dos paredes laterales que representan dos edificios, mientras que todo el centro y el fondo del escenario ofrecen elementos giratorios, que a veces se mueven en exceso, como ocurre en el caso señalado anteriormente del ballet. Me resultó más convincente la producción en los actos iniciales y finales, en el primero mostrando por un lado los apartamentos de Berthe y Fidès, y por el otro la taberna que regenta Jean. Bien conseguida también la escenografía de la supuesta catedral de Münster en el cuarto acto. Lo menos convincente me resultó el tercer acto, especialmente todo el desarrollo del ballet, en el que el escenario parecía un tiovivo.

En conjunto me ha parecido una producción interesante, con momentos buenos, y lastrada por los excesos apuntados, que han conseguido provocar las iras de una parte del público.

Volvía, pues, al foso de la Deutsche Oper el director Enrique Mazzola, como ocurriera en La Africana y en Hugonotes. La verdad es que se nota que Mazzola ama la música de Meyerbeer y el resultado de su lectura ha sido muy bueno Creo que hemos disfrutado con su lectura tanto como lo ha hecho él mismo. El maridaje Meyerbeer-Mazzola me parece magnífico y espero que así siga en años venideros. La Orquesta de la Deutsche Oper tuvo una estupenda actuación, muy por encima de la del día anterior en Le Nozze di Figaro. Muy bien también el muy numeroso Coro de la Deutsche Oper en una obra muy exigente para ellos, que la resolvieron con brillantez.

Como digo más arriba, esta ópera necesita tres auténticos cantantes fuera de serie para poder ser ofrecida al público. Me refiero a los personajes de Jean, su madre Fidès y su prometida Berthe. Las dificultades vocales y la extensión de la partitura son excepcionales y esta ópera no se puede ofrecer sin grandes cantantes. En Berlín los hemos tenido, como ha ocurrido en las ocasiones anteriores con las óperas mencionadas de Meyerbeer y la representación se ha convertido en un auténtico festival canoro.

Le Prophète en Berlín. Foto: B. Stoss
Le Prophète en Berlín. Foto: B. Stoss

El protagonista Jean de Leyde fue interpretado finalmente por Gregory Kunde y es difícil pensar en un mejor intérprete del personaje que el que él ofrece, especialmente en términos vocales. Debo decir que inicialmente el protagonista anunciado era Dmitri Korchak, posiblemente el mejor Don Ottavio de la actualidad y un gran tenor rossiniano, pero muy alejado de las exigencias vocales del Jean de Leyde. Lo cierto es que desde hace meses el ruso se cayó del cartel y se anunció su sustitución por Gregory Kunde. Como digo antes, el americano tiene unos medios vocales muy adecuados para este personaje y su actuación ha sido muy brillante, particularmente en los tres últimos actos de la ópera, que es donde más tiene que cantar. Sigue manteniendo sus cualidades de siempre y me parece que no se puede pensar hoy en un mejor Jean de Leyde que Gregory Kunde.

La mezzo-soprano francesa Clémentine Margaine nos ha ofrecido una extraordinaria interpretación del difícil personaje de Fidès, la madre del falso profeta. Su partitura es muy difícil y está al alcance de auténticas falcon, con una extensión muy grande y mucho que cantar. Había tenido ocasión de ver a Clémentine Margaine en este teatro en otras ocasiones y siempre me había resultado una muy interesante cantante, pero en esta ocasión se ha superado a sí misma y creo no exagerar diciendo que entra por derecho propio en la categoría de auténtica estrella de la ópera en su cuerda.

La soprano rusa Elena Tsallagova fue una magnífica intérprete del personaje de Berthe, la prometida de Jean. La voz es amplia, muy atractiva, magníficamente emitida, capaz de llegar sin esfuerzo a todos los rincones de cualquier teatro. Es además una notable cantante y una destacada intérprete. En suma, una estupenda Berthe de principio a fin.

El resto de personajes tiene menos importancia vocal, aunque no escénica y estuvieron bien cubiertos. Entre ellos hay que destacar la presencia de los 3 Anabaptistas, Zacharie, Jonas y Mathise, interpretados por Derek Welton, Gideon Poppe y Noel Bouley, respectivamente. Los tres lo hicieron de manera destacable, especialmente el bajo barítono Derek Welton. Correcta la actuación del barítono Seth Carico como Conde Oberthal, mejor actor que cantante para mi gusto.

La Deutsche Oper ofrecía una sorprendente baja ocupación, que rondaría el 75 % de su aforo, con los mayores huecos en los pisos superiores. Una pena. El público mostró su entusiasmo con el resultado de la representación, con muy sonoras ovaciones para los tres principales protagonistas y para Enrique Mazzola. No faltaron abucheos a la producción, aunque sus responsables no estaban en el teatro.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 24 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 24 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante 11 minutos en total. Curiosamente, se bajó el telón y se encendieron las luces de la sala cuando se llevaban 6 minutos de aplausos. Una buena parte del público continuó aplaudiendo hasta que, pasados nada menos que 3 minutos, volvieron a levantar el telón y salieron los protagonistas a saludar de nuevo.

El precio de la localidad más cara era de 130 euros, habiendo butacas de platea desde 69 euros. La localidad más barata costaba 41 euros.

José M. Irurzun