Notable Vanessa de Barber en Wexford

Vanessa de Barber en Wexford. Foto: C. Barda
Vanessa de Barber en Wexford. Foto: C. Barda

El Segundo de los títulos del programa del presente festival corresponde a esta ópera del americano Samuel Barber. Indudablemente, no es un título muy popular, pero no es tan raro como los otros dos programados, ya que, aunque no forma parte del repertorio habitual de los teatros de ópera, suele representarse algunas veces y normalmente por interés de alguna soprano en abordar el personaje que da título a la ópera.

Samuel Barber (1910-1981) fue un importante compositor americano, que destacó especialmente en obras de de cámara. Su fama fue importante en los años 50 y 60 hasta el punto de que el Metropolitan le encargó una ópera, que es la que ahora nos ocupa, y que tuvo su estreno en el antiguo Metropolitan en 1958. La última ópera que compuso fue también un encargo del Metropolitan y fue el título que inauguró el nuevo Metropolitan en Lincoln Center. Me refiero a Anthony and Cleopatra.

Vanessa es una opera muy interesante y que merece ser más conocida por el gran público. Cuenta con un estupendo libreto de Giancarlo Menotti, compañero inseparable de Samuel Barber durante años, y presenta a tres generaciones de una familia de mujeres y su distinta visión de la vida. Musicalmente, es fácil de seguir y tiene páginas preciosas, entre las que destacaría la despedida de Vanessa en un quinteto que comienza con un dúo (Vanesa y Anatol), a los que se van uniendo otros tres personajes (Erika, La Baronesa y el Doctor) hasta completar el precioso quinteto. Samuel Barber revisó la ópera en 1964, pasándola a 3 actos y eliminando un aria de Erika (la única que tenía). Es ésta la versión que hemos visto en Wexford.

Vanessa es una mujer madura, que vive en su residencia junto a su madre, la Vieja Baronesa, y su sobrina Erika. Ella tuvo una relación con un tal Anatol, que la abandonó, y lleva 20 años esperando su retorno. Comienza la obra con el anuncio de la vuelta de Anatol con la consiguiente emoción y vuelta a la vida de Vanessa. Quien aparece es el hijo de Anatol, un joven sin escrúpulos, que enamora y seduce la misma noche de su llegada a Erika. Vanessa y Erika se enamoran del joven Anatol y es la joven quien se da cuenta de la falta de escrúpulos del recién llegado y del enamoramiento de su tía, decidiendo no seguir adelante con la relación, a pesar de haber quedado embarazada.

Vanessa de Barber en Wexford. Foto: C. Barda
Vanessa de Barber en Wexford. Foto: C. Barda

Vanessa, sin embargo, decide casarse con el joven arrivista y salir de la casa, de modo que en la residencia quedarán solas la Baronesa y Erika, que inicia, como su tía anteriormente, una larga espera.

La representación ha contado con una nueva producción de la griega Rodula Gaitanou, que resulta atractiva y muy adecuada. La escenografía de Cordelia Chisholm es única para toda la ópera, presentando un salón, con una puerta de corredera de cristales que separa el salón del comedor, donde se desarrollará la fiesta de compromiso de Vanessa. Una nueva puerta acristalada al fondo separa el comedor del exterior, en un paisaje arbolado y con nieve. La acción se desarrolla en los años 30/40, siendo el vestuario también de Cordelia Chisholm. Adecuada la iluminación de Christopher Akerlind. La dirección de escena es notable, definiendo muy bien los personajes y en conjunto se tata de una producción interesante y atractiva.

La dirección musical estuvo encomendada al americano Timothy Myers, cuya lectura me ha resultado convincente, notablemente mejor que la de Jean-Luc Tingaud el día anterior en Herculanum. Hubo delicadeza y emoción y nunca decayó el interés de la trama. La Orquesta del Festival de Wexford también sonó mejor que la noche anterior.

Vanessa fue interpretada por la soprano inglesa Claire Rutter, cuya actuación me convenció a medias. Su voz de soprano lírica plena es adecuada al personaje y también su aspecto. Hubo momentos brillantes en su actuación, pero en otros me resultaba poco convincente, con exceso de sonidos abiertos.

Para mí lo mejor del reparto fue la actuación de la mezzo-soprano canadiense Carolyn Sproule como Erika. Tanto vocal como escénicamente ofreció una actuación intachable, metiéndose al público en el bolsillo, como tiene que hacer una buena Erika. La voz es agradable y homogénea y canta con gran expresividad. Puede hacer carrera, contando además con una figura atractiva.

Anatol era el tenor americano Michael Brandenburg. Su voz responde a la de un tenor lírico, con el problema de que el timbre resulta poco atractivo. Canta bien y se mueve con facilidad en escena, con una figura adecuada para este personaje odioso como pocos.

Lo hizo bien el barítono James Westman como el Doctor, personaje a medio camino entre lo cómico y lo serio. Rosalind Plowright dio vida a la Baronesa, con una voz amplia, pero que denuncia el paso del tiempo. Finalmente, Pietro Di Bianco (Don Annibale en Il Campanello de la tarde) lo hizo bien en el episódico personaje de Nicholas.

El teatro estaba prácticamente lleno. El público pareció disfrutar con la representación, siendo los mayores aplausos para Carolyn Sproule y Claire Rutter.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 38 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 1 minuto. Cuatro minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 145 euros, costando la butaca de platea 105 euros. La localidad más barata costaba 35 euros.

José M. Irurzun