Dentro de la temporada 2014-15 del que se considera tercer teatro de Bélgica, la Opéra Royal de Wallonie-Liège se ha programado un Rigoletto de lo que podríamos considerar de campanillas: Nucci, Rancatore y Terranova en el trio principal bajo la dirección de uno de los directores más carismáticos en este repertorio verdiano, Renato Palumbo.
Es curioso como a veces la buena gestión y unas buenas ideas de programación hacen que un teatro se llenen función tras función con un público que se desplaza de cuatro paises diferentes para ver propuestas de óperas que podriamos considerar tradicionales pero que cuentan con buenos solistas y directores musicales como en este caso.
Autocares y coches desplazados de Alemania, Francia, Holanda, Luxemburgo y de otras partes de Bélgica se reunieron para esta función sabatina del bufón más famoso de la historia de la ópera.
Seis funciones del Rigoletto en Lieja han servido para afianzar el debut de la soprano Desirée Rancatore y del tenor Gianluca Terranova en este escenario junto con otros cantantes menos conocidos del ámbito belga.
La propuesta escénica del regista e intendente del teatro Stefano Mazzonis di Pralafera podriamos considerarla de tradicional, si bien aunque se anuncia como nueva producción, la escenografía y vestuario creemos que bien pueden tener sus muchos años de vida, pero la concepción escénica, salvando cierto trabajo de los peronajes no deja de ser bastante tópica y típica sin ningún aspecto digno de reseñar que no sea el respeto por la trama argumental y una claridad escénica.
A veces incluso el uso de una escenografía de telones pintados con la técnica del “trampantojo” o en francés “trompe-l’oeil” puede resultar a parte de admirable, graciosa cuando los cambios de decrado se hacen a la vista de público como en esta propuesta. Tal vez el único aspecto a mejorar de la propuesta escenográfica sería el deficiente trabajo de iluminación que no ayudaba mucho a mejorar la idea de perspectiva y realismo de estos telones pintados.
Si algún personaje se puede relacionar con el barítono boloñés Leo Nucci, de los muchos que han coronado una admirable, ejemplar y longeva carrera es el bufón de la Corte de Mantua. Su Rigoletto Rigoletto en Lieja ha sido visto en los mejores teatros en los últimos 40 años y no se sabe donde acaba Nucci y donde comienza Rigoletto. Su instrumento sigue siendo brillante, contundente, expresivo, elegante, con una intencionalidad en cada frase, y en cada momento del drama absolutamente preciso. No hay nada gratuito ni superfluo. Es lo que convierte cada representación en una representación que te embarga y emociona, a pesar de que este rol sea junto con Jago uno de los roles en que el hombre es de color negro, sádico, y de una gran pobreza humana. Su “Cortigiani, vil razza dannata”, o el dúo “Sí, vendetta, tremenda vendetta” que cómo no… se bisó fueron absolutamente magistrales.
Rancatore configuró una Gilda más trabajada dramáticamente que musicalmente, fue una muchacha que aún amandoa su padre quiere vivir más allá de sus imposiciones y le desobece de principio a fin de la obra lo que le llevará a la perdición. Vocalmente la soprano ya no posee esa voz clara y limpia de hace años, sin embargo solucionó como gran profesional su aria “Caro nome” y los diferentes dúos de la obra.
La voz del tenor Gianluca Terranova fue firme y contundente a lo largo de toda la obra, segura en los agudos y con sonoridad en el registro medio y grave, lo único a mejorar sería una mayor ductilidad en la dinámica del fraseo.
El resto de los partiquinos fueron entre correctos y decepcionantes, lo mismo que el coro masculino cuyas prestaciones vocales fueron muy justas.
La orquesta funcionó como una máquina a las ordenes de otra de las estrellas de la función el director musical italiano Renato Palumbo que no sólo conoce esta obra de memoria sino que la ama profundamente y esto se nota desde que levanta la batuta para el primer toque de metales del “Preludio” que se convierte en un mar oscuro y tenebroso con la entrada de la cuerda hasta los acordes y escalas precipitadas que concluyen la obra en el más profundo de los abismos. Toda una versión personal en tempi y dinámicas que nos hizo cuestionarnos otras versiones antológicas.
En definitiva una ocasión para disfrutar de un clásico de manera clásica con unos intérpretes de gran altura.
Robert Benito