24/1/2014. Teatro Monumental (Madrid). Temporada de la OCRTVE. Orquesta Sinfónica de RTVE, Guillermo Pastrana (violonchelo), Kazuki Yamada (director). Programa: Paisaje invisible (Aracil), Concierto para violonchelo y orquesta (Lalo), Sinfonía nº 5 (Tchaikovsky)
Equilibrio de fuerzas
Se dice coloquialmente que la juventud viene pisando fuerte. Y ello se pudo comprobar más que ampliamente en este concierto B/10 de la temporada de abono de la Orquesta de RTVE, donde dos jóvenes valores en alza se ganaron las cerradas ovaciones del público que como cada semana congregaba el teatro de la calle Atocha. De un lado el director japonés Kazuki Yamada (1979), un dechado de contención y autocontrol que traslucía su origen oriental, y que encontró en Paisaje Invisible (1999) del compositor madrileño Alfredo Aracil una obra óptima a la hora de establecer un equilibrio de fuerzas cercano al yin y el yang. Sensorialmente, se generó un ambiente de comunión mística a medida que avanzaba esta obra plácida y extática en la que el tiempo parece detenerse, mediante una dinámica cuasi monocorde dominada por infinitas notas pedales de las cuerdas en cada una de las dos secciones de que se compone la partitura, el segundo y más breve de los paisajes con sutiles variantes instrumentales respecto al primero.
Otro de los grandes valores del momento actual en el campo del concertismo, en este caso con raíces netamente españolas, es el joven chelista granadino Guillermo Pastrana (1983), que deleitó al público madrileño a través de su dominio técnico y su emotiva expresión en el infrecuente Concierto para violonchelo de Édouard Lalo. Una obra que, a pesar de su menor fama respecto a su Sinfonía española para violín y orquesta, con la que guarda ciertas similitudes, forma parte indudable de la antología de grandes obras concertantes para el chelo, anticipando dos obras maestras como son los conciertos de Dvorak y Elgar. La obra posee un sobrio y poco desarrollado acompañamiento orquestal que otorga preferencia exclusiva al instrumento solista, situándose éste en casi todo momento en primer plano sonoro. En base a ello, Yamada sirvió en bandeja el protagonismo de Pastrana, que recorrió certeramente todo el amplio registro que Lalo le destina para su completo lucimiento a través de una escritura virtuosa, plagada de semicorcheas, que combina momentos tensos y dramáticos para el solista (como ese recurrente motivo principal ad limitum del primer movimiento) junto a otros de un cautivador e irresistible lirismo con sencillos acompañamientos de las maderas. La cálida acogida del público llevó al chelista granadino a dirigirle unas agradecidas palabras y a reconocer el valor de la Orquesta de RTVE, tras lo cual regaló la Nana de las Siete Canciones Populares Españolas de Manuel de Falla.
Como colofón del concierto, Yamada extrajo lo mejor de la orquesta y de sí mismo en la autobiográfica y monumental Quinta Sinfonía de Tchaikovsky. La introducción del primer movimiento, que sirve de leitmotiv a toda la sinfonía, fue traducida con suma meditación y recogimiento por el director nipón, preparando el terreno para el cúmulo de sensaciones encontradas que tendrían que venir posteriormente. En el segundo movimiento la interpretación llegó a alcanzar su máximo nivel de éxtasis epatante, el Monumental asistiendo con ansiedad a una explosión de arrollador lirismo, pasando casi sin solución de continuidad por unas muy marcadas dinámicas en el Vals y desembocando decisivamente en el triunfal Finale con una eclosión de ritmo, fogosidad y sonoridad desbordante de toda la orquesta. Hasta ese momento, la inicial mesura de Yamada en el podio se había visto sustituida por una entrega y pasión absolutas, algo que el público, entregado a su vez, obsequió efusivamente en su postrera ovación.
Germán García Tomás @GermanGTomas