Se presentaba la noche del pasado 23 de enero con un punto de frustración en el Auditorio Nacional para escuchar Parténope de Haendel. A la baja del violinista y director Riccardo Minasi sabida desde hace semanas se sumó en estos últimos días la del contratenor de moda, Philippe Jaroussky, la estrella del reparto. Esto hizo que fuera Antonio Moral, director del CNDM y no los músicos quien comenzara el concierto disculpándose y anunciando pequeños cambios en el programa. Pero no hay mal que por bien no venga, puesto que las grandes expectativas fueron recompensadas con creces con unos sustitutos de lujo. Las circunstancias nos permitieron disfrutar de Lawrence Zazzo, que cantó en lugar de Jaroussky y de Maxim Emelyanchyev, que llevó la batuta con sus manos en el lugar de Minasi. Ambos dos músicos hicieron olvidar por completo las ausencias.
Zazzo (Arsace) cantó con una expresividad estupenda, disfrutando de su canto y haciendo disfrutar al público. Preciosos momentos, como el final del segundo acto, con rápidos unísonos con los violines primeros, que arrancó una gran ovación entre los asistentes. El canto de Zazzo estuvo en todo momento acompañado de su actuación, muy generosa para ser una ópera en formato de concierto, lo cual se agradece. Durante toda la noche se le vieron ganas de salirse del protocolo de cantar en su atril, para lo cual encontró un buen momento en la escena en la cual Arsace duerme, descansando en el suelo mientras Rosmira, interpretada por Kate Aldrich, le canta desde arriba. Fueron precisamente los dúos con Rosmira los que tuvieron más dramatismo, por la voluntad también por parte de Kate Aldrich de convertir el concierto en verdadero teatro.
Buena actuación del resto del reparto. Parténope, a cargo de Karina Gauvin estuvo muy clara y virtuosa, si bien más concentrada en su voz que en entrar al juego de la actuación escénica. Destacar también su vez a la soprano Emoke Barath, haciendo de Armindo, con una voz muy cristalina y potente, así como una interpretación con mucha garra y expresividad. Completaron el cuadro John Mark Ainsley (Emilio) y Victor Sicard (Ormonte).
Maxim Emelyanchyev estuvo soberbio en la dirección. Sin duda un joven con una prometedora carrera por delante. Llevó a la orquesta con mucho brío y frescura, alternándose en el clave para los recitativos, lo cual le hacía tocar de pie por momentos. Emelyanchyev y la orquesta consiguieron una simbiosis perfecta. Se puede apreciar que el joven director es colaborador habitual del conjunto italiano. Da gusto escuchar a Il Pomo d’Oro, un grupo de músicos con un virtuosismo individual de primer orden, puesto al servicio del conjunto. De este modo consiguieron mantener el dinamismo y la energía de la ópera, lo cual en las óperas en versión concierto siempre resulta un reto.
Mario Nieto