Judith Jáuregui. Pianista

Judith JáureguiPor Isabel Negrín

La pianista Judith Jáuregui no ha podido despedir el año 2013 de mejor manera. Al lanzamiento de su aclamado segundo disco, “Para Alicia”, se une su reciente debut en Estados Unidos. Un país que recibió siempre con los brazos abiertos a su admirada Alicia de Larrocha, a quien dedica dicho disco. Judith trajo en su maleta, además de su energía y positivismo, un variado programa para su recital en el Yamaha Artist Services Piano Salon de Nueva York; a la cita no faltaron Mozart, Schumann, Debussy y Albéniz. Compartimos con ella un largo café en el contexto de una fría, pero soleada mañana neoyorquina. Nos habla de su trayectoria y sus futuros proyectos, que no son pocos.

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¿Cómo ha sido tu encuentro en Nueva York?

Es la tercera vez que estoy aquí y ésta última me he sentido como en casa. No descarto vivir aquí un par de años en algún momento de mi vida. Es una de las capitales internacionales de la música y espero que este inicio me dé suerte. Llevo años pensando en esto, lo que pasa es que he estado muy centrada en consolidar mi carrera en España.

¿Con esto demuestras que sí se puede ser profeta en la tierra de uno?

Yo siempre me he sentido muy querida en España. Llevo siete años luchando por mi carrera allí, desde que volví de Alemania, el 1 de enero de 2008. Allí estuve cuatro años viviendo prácticamente encerrada en una jaula de música. Trabajé muchísimo. En un momento me dije “voy a volver y voy a luchar”. Sentía la necesidad de tomar un poco de distancia y empezar a plantear las obras con mi propia personalidad. Me fui a Madrid y al mes ya estaba tocando en uno de los festivales más importantes del país, Musika-Música. También gané dos concursos importantes para el mercado español y eso me ayudó. Por otro lado, la Orquesta Sinfónica de Euskadi es uno de los pilares a los que también tengo que agradecer la oportunidad que me dieron de entrar en el circuito.

Siempre hablas del Festival Musika-Música de Bilbao en tus entrevistas. Eso denota que tienes muy claras tus raíces y nunca te olvidas de dónde vienes.

Claro que sí. En Musika-Música fue donde tuve mi primera oportunidad. Todo esto no hubiera sido posible sin Jordi Roch, de Juventades Musicales, o mis profesores Vadim Suchanov, Laurentino Gómez, Claudio Martínez-Mehner y Cristina Navajas.

Judith Jáuregui. Pianista.

Llevas dando recitales desde los doce años. ¿Cómo se viven los minutos previos a un concierto?

Quince minutos antes quieres huir, te preguntas “¿por qué te has metido en esto, si hubieras podido hacer lo que hubieras querido?”. Pero al mismo tiempo es tan apasionante… ¡es un momento único! Lo bueno de esta profesión es que me gusta todo, no me gusta saltarme ningún paso.

¿Cuál es el día a día de Judith Jáuregui?

Mi vida en Madrid se basa en estudiar en casa; me encanta el descifrar los códigos escondidos tras la partitura, vivir todo el proceso técnico y la madurez de una obra. Cuando no estudio, me encanta pasear por Madrid. Caminar por sus calles, el Retiro o el Parque del Capricho, uno de mis favoritos. Después, tengo la suerte de que nadie en mi familia es músico y eso me hace tener los pies en la tierra y vivir la vida de una manera normal. La mayor virtud de un ser humano es ser normal y disfrutar de las cosas de la vida. Con un café, hablar con la gente y escuchar las historias de los demás. Cosas que te aporten y te nutran. Cuando más nutrida esté tu vida, más nutrida es tu música. Cuando viajo, es otra historia.

¿Cómo se viven los momentos de soledad en los viajes para una chica sociable como tú?

Sí, eso es lo más difícil de esta profesión. Pasas mucho tiempo solo y muchas veces, la cena es la del servicio de habitación. Pero también he crecido así. Desde los ocho años he estado en un escenario y por eso sé cómo funciona esta vida desde muy pequeña, lo he adquirido de forma muy natural. Aún así, aunque sea muy sociable, hay momentos en los que también busco la soledad. La soledad es necesaria.

La soledad y el silencio. Lo valoras mucho, sobre todo en los momentos finales de los conciertos, ¿no es así?

Sí, pasó el otro día, al tocar Mompou en el recital de Nueva York. Lo sentí nada más terminar y pensé: “gracias por esta conexión”. El hecho de tener un público tan generoso que conecte de esa manera es muy especial. Yo siempre digo que el mejor aplauso es un silencio. Eso significa que la gente está involucrada y metida en el concierto. Es como cuando ves una película, en una escena muy íntima, ¿te dan ganas de aplaudir? Yo en los grandes conciertos no quiero ni aplaudir. El otro día escuché en un concierto a Evgeny Kissin tocando Scriabin y Schubert y fue tremendo. Pocas veces he escuchado tocar un piano así. Y eso que mis tres pianistas de referencia son Martha Argerich, Radu Lupu y Grigory Sokolov.

Hay grandes pianistas y pianistas de referencia. ¿Cómo se transforma uno en el otro?

Eso es muy personal. Hay grandes pianistas con los que no me siento tan identificada. Por el contrario, de Argerich admiro su tremenda naturalidad. Hace todo lo que quiere hacer y, a veces, es caprichosa. ¡Pero es que hasta en sus caprichos es genial! No es de ese tipo de artistas que no respetan al compositor. Yo me llevo muy mal con ese tipo de artistas.

El marketing y la promoción de los artistas ha llegado también a la música clásica. ¿Crees que esto puede llevar a esta disciplina a convertirse, más bien, en un show musical?

No estoy de acuerdo con esto. Lo que ocurre es que hay un sector conservador de la música clásica que no acepta que la música clásica se venda, que hagamos promoción o que hablemos

con los medios. Pero es que, con esa actitud, en diez años no existes. Aunque no vale todo, también se puede promocionar un artista de la música clásica, al igual que se promociona una película o un artista pop. De lo contrario, no vamos a hacer llegar a la gente lo que hacemos.

¿Cómo atraer a públicos más jóvenes, a priori, ajenos a la música clásica?

Pues yo creo que hay que lanzar esos mensajes en los medios que ellos controlan: las redes sociales, los medios de comunicación. Es necesario lanzar un mensaje de “atreveros a sentir”. Cuando se trata de música clásica, habitualmente escuchamos esto de “a mí me gusta, pero no entiendo”. Pero es que no se trata de entender, se trata de dejarse llevar. Es cierto que nuestra formación como músicos es muy intelectual: estudiamos Historia del Arte, Historia de la Música, Filosofía, etc. Pero no puedes pretender que las 2.000 personas que llenan un auditorio sean así. Hay que empujar a la gente a sentir y después ya se meterán. No hay nada que me haga más feliz que venga un grupo de gente de mi edad a un concierto y diga que era su primer concierto y que les ha encantado. Ese es un gran premio. Ves que funciona y que se puede hacer. Podemos hacerlo entre todos. Ahora hay una nueva generación de músicos que hemos crecido en la era tecnológica, en socializar más, viajar más, somos conscientes de que podemos contar lo que hacemos. Creemos que “la unión hace la fuerza”; el que le vaya bien a un compañero mío también me beneficia a mí.

No obstante, no todo el mundo con el que te has encontrado pensará de esta manera. ¿Cómo lidiar con las envidias?

No se puede lidiar, hay que pasar. Para eso hay que tener una base personal muy fuerte, y esa es mi familia y mi entorno. Hay que hacerse fuerte por uno mismo, mi vida no tiene nada que ver con los problemas de los demás. Yo tengo una vida aparte del piano. Mi vida en el piano es sólo mía. Tengo un objetivo muy claro: disfrutar.

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De ti se han dicho cosas como que rebosas musicalidad en cada nota, ¿Cómo forjar ese espíritu musical, al fin y al cabo, la parte más intimista de un artista?

Yo creo que eso va con uno, yo no hago nada. Agradezco esas palabras, pero para mí es lo normal, es simplemente mi manera de ver el mundo, de ver la música. Es una parte innata que no puedo evitar y que nadie te enseña.

Hoy en día, parece que la técnica prevalece a la hora de juzgar a un pianista. ¿Tocar con el corazón, ser reconocida por ello, es el mejor halago que se puede tener?

Es que la técnica, de por sí, no vale nada. Yo en mi vida he hecho escalas, siempre estudiaba las escalas dentro de una obra. Lo más difícil de una buena técnica es conseguir un buen sonido. Y ese buen sonido sale con el corazón y la profundidad. La técnica se refiere también a saber tocar lento un legato. Todo va en conjunto. A mí no me impresiona ver a artistas que se venden sólo como virtuosos de la técnica. Por ejemplo, creo que Liszt está muy maltratado, ya que se ha quedado sólo con la cara virtuosa. Tuvo una época muy virtuosa, es cierto, pero si te vas a sus últimas obras, descubres una pureza y luz que no todo el mundo conoce. Esa parte intimista es la que más me impresiona a mí.

Hablemos de tu segundo disco, “Para Alicia”, un homenaje a Alicia de Larrocha. ¿Qué tal ha sido su acogida?

Lo presenté en marzo pasado y ha sido una aventura tremenda. Se ha recibido muy bien y estoy muy agradecida por todos los mensajes de la gente. Incluso gente que no había comprado un disco de música clásica en su vida. A pesar del enorme trabajo que supuso, estoy muy feliz de la opción que tomé.

¿Supongo que te refieres también a la creación de tu propio sello discográfico, Berlimusic?

Efectivamente. En principio este disco iba a publicarse a través de otra discográfica, pero las condiciones eran tan leoninas, que no me merecía la pena. Al final dije que quería ser libre [de ahí el juego de palabras entre “libre” y “berli”] para recorrer mi camino, sacar mis discos, para tener mi propia plataforma musical y, ¿por qué no?, para que sirva también como plataforma para el joven talento español. Lo medité mucho, pero soy una persona que ve las cosas claras y me decidí a emprender este proyecto.

También le debo mucho a la visión de Raquel Andueza. No nos conocíamos antes, pero me ayudó y animó mucho durante todo el proceso. Su generosidad refleja la conexión y ese espíritu de ayuda que en este momento tenemos los músicos jóvenes. DiVerdi, que, lamentablemente ya no existe, me ayudó con la distribución, pues con mi anterior trabajo con Schumann funcionó muy bien.

¿De dónde sacas ese espíritu emprendedor?

Eso se lo debo a mi familia, creo que todo es herencia genética de mi padre. Él es feliz emprendiendo y le pone ganas a la vida, al igual que mi madre. Es lo que suelo llamar “carácter Jáuregui”. Ese carácter también lo tengo yo, que con cuatro años tiré el violín por la escalera, porque mi profesora rusa me amenazó con cortarme los dedos. ¡Lo paradójico es que luego me fuera a la escuela rusa! (risas).

¿Qué hay del repertorio español, que abordas en este disco “Para Alicia”? ¿Te gustaría convertirte en una Embajadora de la música española?

Yo he crecido tocando repertorio español. No tendría ningún complejo, ya que creo que tenemos música buenísima. El truco está en complementarlo con el resto de compositores universales. ¿Por qué no? Tenemos que estar orgullosos de nuestro patrimonio cultural.

Decía Brendel que el culmen de un pianista ocurre a partir de los 40 años. ¿Cómo se alimenta esa paciencia, saber que aún no puedes abordar ciertas obras?

Pues lo veo como algo maravilloso, saber que todavía te queda tanto recorrido. Yo soy muy exigente y metódica, tanto dentro de mi mundo musical como fuera. Estoy absolutamente volcada en todos los aspectos de mi carrera. No hay un paso que se dé sin que yo quiera que se dé. Es mi forma de ser, quizá es controladora, pero me gusta saber qué está pasando. Por eso, soy muy consciente de que tengo 28 años y que me queda mucho por aprender, evolucionar y madurar. Las obras que estoy tocando ahora sonarán diferente dentro de diez años, tendrán otro poso. Yo ahora puedo aportar frescura, ilusión y energía. Dentro de veinte años, podré aportar, además de eso, otras cosas que me haya enseñado la vida. La clave de la tranquilidad interior es no saltarse ningún paso. De mí se ha dicho “en poco tiempo ha hecho lo que otros…”, pero es que la gente no sabe que llevo desde los cinco años en esto. Esto no me ha venido en los últimos seis meses. Tengo una trayectoria larga, que me aporta la serenidad suficiente que me hace ser capaz de afrontar lo que me está pasando ahora.

¿Qué repertorio crees que te está esperando de aquí a unos años?

Sin duda, Brahms. Me encantaría grabar sus intermezzos, pero ese es un disco que sé que tiene que esperar. En el caso de la música de cámara, los tríos de Schubert, pero hay que tener mucho rodaje hasta llevarlos al escenario. Hay que cocerlo a fuego lento, como un buen cocido o unas alubias de Tolosa (risas).

A la hora de grabar un disco, plasmas momentos de atemporalidad en tu carrera, fotos fijas de Judith Jáuregui, ¿qué te lleva a decir “quiero que me recuerden por esto”?

No pienso en cómo se me recordará en unos años, sino en algo que yo realmente quería hacer. En el caso del disco “Para Alicia”, lo hice porque realmente siento una admiración profunda por Alicia de Larrocha. Ella nos abrió las puertas del mundo a la nueva generación y que esta música fuera aún más universal, si cabe. Con toda mi humildad, he querido agradecerle su trabajo y felicitarte por esos noventa años que hubiera cumplido este año. Es un ejemplo de música, de fuerza, de mujer. El hecho de tener hijos y su familia y compaginarlo con este tipo de vida, es de una fortaleza admirable. Admiro a las mujeres muy fuertes. Pero, a pesar de ese gesto duro y esa fuerza tocando, ella era una persona muy dulce, de gustos muy sencillos. He leído alguna anécdota que escribe Joaquín Achúcarro, en donde cuenta que lo que más le gustaba a Alicia era la nata. ¡Imagínate a una mujer que era feliz con un trozo de pan con nata! Esa es la grandeza de verdad. Yo la admiro en muchos aspectos, pero sobre todo, de mujer a mujer.

En cuanto a Schumann, me llamaron y me ofrecieron grabar el disco con el repertorio que quisiera. Pensé que me estaban tomando el pelo. ¿Un primer disco con 25 años y poder elegir el repertorio que quiera? Schumann significa mucho para mí, desde mi infancia. Recuerdo que en la prueba del Conservatorio, con ocho años, llevaba dos obras preparadas del “Álbum de la Juventud”. Toqué una y me cogieron. Pero yo del enfado que tenía, volví a tocar la puerta y dije que yo había preparado dos y quería tocar la otra también (risas).

¡Ahora entiendo lo de “Carácter Jáuregui”! ¿Cómo es ser mujer en un mundo así?

Sigue siendo un mundo de hombres, pero hay que estar por encima de eso. No entro al trapo con eso. Estoy orgullosa de ser mujer. Es verdad que como marketing tienes más juego, te pueden sacar un determinado tipo de fotos y puedes ser criticada por eso. Pero al fin y al cabo, donde demuestro quién soy es en las 88 teclas del piano. Allí tiene que dar igual que yo sea hombre o mujer. Es cierto que las mujeres y los hombres vemos la vida de maneras diferentes, pero el corazón no entiende de géneros. Fíjate en Chopin, en Mompou… ¡pura dulzura!

Tus dos discos siempre los dedicas a personalidades que han marcado mucho tu vida. ¿Qué abordarás en tu siguiente trabajo?

En este caso no estará dedicado a un compositor, sino a un estilo con el que me siento muy identificada. Saldrá en octubre de 2014, así que os iré contando más detalles más adelante.

Además de la preparación de este tercer disco, ¿tienes algunos proyectos para este próximo año?

Empiezo el año en el Festival Schloss Elmau, uno de los más prestigiosos de Alemania. Después, tengo programados conciertos con la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid y la Orquesta de Cámara de Múnich, entre otras. Participaré también en el Ciclo Ibermúsica y al final de la temporada, tengo prevista una gira de conciertos en China.

¿Tienes algún proyecto fuera de tu faceta puramente clásica?

Ahora tengo en marcha un proyecto muy bonito de fusión de jazz latino con Pepe Rivero, llamado Chopin ́Chopin. Son dos pianos enfrentados en un escenario y hemos escogido algunas piezas de Chopin. Yo toco la versión original y después, Pepe toca una réplica improvisada al jazz, junto a batería y contrabajo.

Esto es artística y personalmente muy enriquecedor. Además, Pepe me está enseñando cifrado americano y luego te das cuenta que lo puedes utilizar en la faceta clásica. La sociedad ha querido poner a la música clásica y al jazz en esferas completamente distintas. Nuestra fusión demuestra que son estilos que conviven y pueden coexistir en el mismo espacio. Queremos quitar esos tabúes, sobre todo en el caso de la clásica.

Al hilo del proyecto Chopin ́Chopin, ¿te animarías a tocar jazz?

Hombre, no es mi estilo, aunque me gusta mucho escuchar jazz. Me encantaría, pero de momento no lo veo. En mi corazón aún está Beethoven (risas).

¿Qué opinas de la música moderna?

Hay muchos grupos que me gustan. Puedo escuchar desde Blondie hasta Tony Zenet, pasando por Nat King Cole o Frank Sinatra. Mi canción para un buen día es “My way”, te permite ver un un día de sol aunque haya nubes. Una artista que admiro mucho es Luz Casal. Es alguien con mucha personalidad, con algo diferente, con esas letras que van más allá. Al igual que Serrat y Sabina. A mí me pones “aquellas pequeñas cosas” y al segundo ya estoy cantándola.