Recital del pianista Nelson Goerner en Buenos Aires

Recital del pianista Nelson Goerner en Buenos Aires
Recital del pianista Nelson Goerner en Buenos Aires

Un artista. Sencillez y complejidad. Capacidad para mostrar y hacer aparecer simple lo difícil. Flexibilidad emocional para narrar historias, para contar y describir personajes plasmados en música o para comprender a los grandes maestros hacedores de grandes obras de la arquitectura musical.

Nelson Goerner es un artista. En el recital que reseñamos, participando del ciclo de abono del Mozarteum Argentino, Goerner se presentó en el Teatro Colón de Buenos Aires con autores de la talla de Haendel, Schumann y Chopin. Tres universos que recorrió con envidiable profesionalismo.

La chacona en Sol Mayor HWV435 de Georg Friedrich Haendel, obra publicada en 1733 y de una solidez estructural indiscutible, fue vertida con claridad y precisión técnica al mismo tiempo que con creatividad sonora, manifiesta en la interpretación de cada una de las 21 variaciones del tema original.

La segunda obra, con la que se cerró la primera parte del recital, fueron las Danzas para la liga de David de Robert Schumann, obra gestada y realizada en torno a, tal vez, la figura más importante – en lo personal – para Schumann: su futura esposa Clara. Es que las “Danzas” se inspiran en un tema musical de la propia Clara, y eso le dará una cohesión sumamente importante a la sucesión de personajes, estados de ánimo e ilusiones, nacidos al calor de la respuesta positiva de Clara a la propuesta de casamiento que Robert le había formulado.

Las “Danzas” son una obra muy compleja, no sólo desde el plano estrictamente técnico sino, y muy especialmente, por la exigencia emocional que demanda al pianista. Las infinitas facetas que el compositor fue describiendo musicalmente a lo largo de todas sus obras (y muy marcadamente en sus obras pianísticas y en las canciones de cámara) nos muestran su enorme riqueza interna, tanto psicológica como espiritual, tanto intelectual como emocional. Las representaciones de Florestan y Eusebius, los alter ego de Schumann, necesitan de un pianista inteligente, maduro emocionalmente que “entienda” ese riquísimo y a la vez complejísimo mundo interior de Schumann. Esto es esencial para que la obra llegue al oyente, al espectador y convierta a una pieza compleja de escuchar en un momento de gran profundidad y conexión interna con el autor y el intérprete. Goerner lo logró. Convirtió cada uno de los 18 números en un recorrido rico en matices, con una fuerza emotiva sumamente intensa, tanto en los desbordes como en los momentos de mayor introspección.

Tras el intervalo, Chopin hizo su aparición en el recital, comenzando por una estupenda versión de la Barcarola Op. 60.

A continuación, Goerner abordó lo que a juicio de esta cronista fue uno de los puntos más altos de la segunda parte y del recital: el Scherzo Nº3 Op.39.

Nuevamente vimos a un pianista que sirve al Arte, que utiliza sus enormes recursos técnicos para indagar en cada obra y, al mismo tiempo, indagarse para mostrar y compartir toda esa riqueza interior: la del creador y la del re-creador.

Los dos Nocturnos que siguieron, siempre de Chopin, pusieron de manifiesto una vez más la variedad de toques y matices y la búsqueda incesante de Goerner; su destacado “inconformismo” para superarse siempre un poco más y alejarse permanentemente de la “zona de confort” interpretativo.

El recital concluyó con una estupenda versión de la Polonesa Op. 56 Heroica. Un público subyugado respondió con cálidas ovaciones, tras lo cual Goerner nos deleitó con una exquisita interpretación uno de los Poemas Op. 32 de Scriabin, un increíble Estudio de Blumenfeld, para la mano izquierda, y un finísimo Preludio en Do menor de Chopin.

En suma, un recital de altísimo nivel, como el Colón se merece, brindado por un artista íntegro, profundo, inteligente y generoso.

María Laura Del Pozzo