Turandot en Lima: «Así lo manda Turandot»

Turandot en Lima: "Así lo manda Turandot"
Turandot en Lima: «Así lo manda Turandot»

“Así lo manda Turandot”: respetar las anotaciones escénicas y musicales ideadas por los autores en el libreto y en la partitura. La representación del pasado 4 de septiembre en el Gran Teatro Nacional de la ciudad de Lima (versión con el dúo final de Franco Alfano) cumplió perfectamente con las expectativas de cualquier tipo de público cuyo objetivo fuera disfrutar de la inmortal obra de Puccini sin tener que soportar las ocurrencias genialoides de ningún director de escena iluminado ni de los dislates del llamado “eurotrash” que desgraciadamente está llegando a imponerse hasta en teatros hasta ahora intocables como el Met neoyorquino.

La puesta en escena de Rodrigo Navarrete obedecía a las demandas de los libretistas Adami y Simoni y del compositor (con eso está todo dicho): todo estaba en su sitio y en época y casi todo resultaba coherente y de bella factura, si bien algunos detalles nimios resultaban chocantes como el vestuario de las damas del coro (faldas muy poco orientales), los bailecitos de la figuración y la aparición de unos dragones al principio de la obra (al final está justificado por tratarse de una celebración), el inexplicable retraso de los tres golpes de gong que anuncian la candidatura de Calaf con la consiguiente interrupción de la tensión musical del momento o la puesta en el mismo plano escénico de Turandot y Calaf en la escena de los enigmas antes de saberse vencida por el príncipe. En cualquier caso, se trata pequeños detalles que no pueden colocarse en modo alguno en el debe del espectáculo, habida cuenta de los resultados globales del mismo y de los esfuerzos que, en este sentido, lleva años haciendo la Asociación Romanza por la difusión del género lírico en el Perú.

Notable trabajo del maestro concertador Matteo Pagliari con una elección de tempi adecuados que fueron determinantes para que el pulso dramático de la obra pudiera llegar a buen puerto, aun cuando el abuso en la duración de algunos calderones (no escritos) pusiera en dificultades a los metales de la Orquesta Ciudad de Lima y al Coro Nacional (coro final de la ópera). Muy buen trabajo de la orquesta, sobre todo en relación a otras intervenciones anteriores, a quien sin embargo, en algún momento, se le podía haber pedido un poco más de refinamiento tímbrico. Óptimas prestaciones de los Coros Nacional del Perú y del Coro de niños, extremadamente jóvenes.

Magnífica elección de los papeles secundarios, entre los que cabe destacar al mandarín Carlos Martínez y al Pong de de Leonardo Navarro. Ricardo Seguel en el papel de Ping lideró a las tres máscaras con una notable voz de barítono. Lujo total el Pang del tenor español Ricardo Muñiz, de larga trayectoria internacional en papeles principales de zarzuela.

Ariel Cazés muy adecuado escenicamente en el rol de Timur, si bien estuvo un poco apurado en la zona alta de su registro.

Puccini consideraba el papel de Liu (confiado en su primera representación a la excelente Maria Zamboni) la verdadera protagonista de la ópera por apartarse del concepto monolítico de Turandot y Calaf, al combinar el contraste entre la fragilidad del personaje y la voluntad en su determinación por guardar silencio ante un amor que sabe que jamás será correspondido y que, pese a todo, llegará a entregar su vida por la felicidad que desea su príncipe. Svetla Krasteva en la tradición de las grandes Liu, con una voz muy alejada de las sopranos soubrettes que últimamente suelen abordar el personaje en los teatros del mundo, logró todos esos contrastes en su interpretación con una gran variedad de matices. De gran factura interpretativa fue la frase con la que culminaba su primer aria “Signore ascolta” con una impresionante messa di voce sobre el Sib agudo y culminó su interpretación en una emocionante muerte de Liu con la que el compositor de Lucca cerraba su catálogo oficial con su muerte en 1924 dejando inconclusa la ópera.

La interpretación del príncipe ignoto del tenor peruano Andrés Veramendi fue, en la tradición de los requerimientos puccinianos; aunque con breves pasajes monolíticos en su concepción escénica. Sus armas se basan en un timbre pujante (muy adecuado para el príncipe) y en la incisividad de su canto desplegado. Fue muy aplaudido en su interpretación de la archifamosa “Nessun dorma” tras la que el público prorrumpió en aplausos que certificaron el triunfo inapelable en su ciudad natal.

Así manda también Turandot en la voz de la canadiense Othalie Graham, quien después de un “In questa reggia” un tanto vacilante exhibió unos poderosos agudos (impactantes sus dos Do agudos en el final del segundo acto). Su interpretación fue de una sola pieza en la tradición de las sopranos dramática americanas y basada en las invectivas de su acento y en la calidad y potencia de su registro alto.

En definitiva, una muy destacable Turandot que a buen seguro será largo tiempo recordada en Lima.

Hugo Meyer Wölfin