Una decepcionante nueva producción de Così fan tutte en la Deutsche Oper

Così fan tutte en la Deutsche Oper
Così fan tutte en la Deutsche Oper

La Deutsche Oper de Berlín ha programado esta temporada 5 nuevas producciones, siendo la primera de ellas en orden cronológico la de este Così Fan Tutte. El encargo se ha hecho a un director de escena teatral, que hacía su debut en ópera, contando con la presencia en el foso del director musical del teatro y un reparto vocal no particularmente brillante. La verdad es que la representación ha hecho agua, particularmente en la parte escénica, pero no sólo en ella.

El debutante al que me refería en el párrafo anterior es Robert Borgmann, cuyo debut en ópera no ha sido muy afortunado, al menos para quien esto escribe. Hoy en día los directores de escena, especialmente en Alemania, tienen necesidad de demostrar su originalidad además de sus ideas profundas, que necesitan un auténtico tratado para ser comprendidas por el espectador.

Algo de eso es lo que ha ocurrido con esta producción de Così fan tutte en la Deutsche Oper. Robert Borgmann decide convertir el dramma giocoso (Mozart y Da Ponte así lo definieron) en una ópera bufa durante la primera mitad de la ópera. Claro que para poder hacerlo hay que tener gran sentido de la comicidad y no parece ser éste el caso de Borgmann. La verdad es que uno no entiende qué quiere decir el regista, cuando saca en la obertura a siete extras, ataviados con ropajes del siglo XVIII, que parecen asistir a una representación de ópera, resultando todavía más incomprensible que ellos mismos se vistan con ropas actuales para asistir a la escena final, aparte de que en algún momento salen de escena a gatas. Qué pueden pintar estos extras se me escapa, como se me escapa más todavía que Guglielmo cante a una de ella lo de Non siate ritrosi en lugar de hacerlo a las hermanas ferraresas.

La escenografía es del propio Robert Borgmann y no tiene propiamente decorados, sino una plataforma giratoria, que no para de dar vueltas durante toda la representación, con una pantalla al fondo para la proyección de imágenes, y una serie de elementos de atrezzo, consistentes en una planta en el primer acto y una serie de elementos extraños en el segundo, entre los que destaca un artilugio de perforación de pozos petrolíferos. Como diría Mimi, il perché non so. El vestuario de Michael Sontag es moderno, resultando atractivo en el caso de las dos hermanas y no más que colorista y un tanto bufonesco en sus amantes. La iluminación de Carsten Rüger resulta adecuada.

Hay que reconocer que poner en escena Così Fan Tutte no es nada fácil y lo cierto es que Robert Borgmann hace agua, resultando un espectáculo tedioso y aburrido.

Uno de los atractivos de esta representación era la presencia de Donald Runnicles al frente de la dirección musical. He tenido bastantes oportunidades de ver a este excelente director en este teatro y siempre me ha parecido un director de altos vuelos, especialmente en el repertorio alemán. En esta ocasión no puedo decir lo mismo, ya que su dirección me ha resultado poco convincente. Ha faltado en su lectura ligereza – tan necesaria en Mozart – y mayor inspiración y su brazo se me ha hecho un tanto pesado. La verdad es que tampoco tiene mucho en lo que inspirarse, tendiendo en cuenta lo que tenía en el escenario delante de sus ojos, pero eso no es la primera vez que ocurre y en otro repertorio sus lecturas son mucho más interesantes. Correctos tanto la Orquesta como el Coro de la Deutsche Oper.

Supongo que todos los aficionados estarán de acuerdo en que el personaje más importante – y más difícil – de esta ópera es el de Fiordiligi, que tiene grandes exigencias vocales para cualquier soprano. Su intérprete fue la soprano australiana Nicole Car, que lo hizo bien. La voz es adecuada a las exigencias del rol, aunque queda corta en graves en algunas ocasiones, como suele ocurrir siempre o casi siempre.

Così fan tutte en la Deutsche Oper
Così fan tutte en la Deutsche Oper

La mezzo-soprano americana Stephanie Lauricella dio vida a Dorabella y su actuación se puede considerar como buena. La voz es atractiva y homogénea y canta bien, aunque me resulta de tamaño un tanto reducido y, por otra parte, prefiero una mezzo con una voz menos ligera que la suya.

El tenor siciliano Paolo Fanale me produjo una buena impresión en Ferrando, cantando con brillantez el aria Un aura amorosa, y de manera adecuada la del segundo acto Tradito, schernito. La voz es bella, algo reducida y bien manejada. Me parece un muy interesante tenor mozartiano.

El barítono americano John Chest fue un desenvuelto Guglielmo. Lo hizo bien, aunque eché en falta una voz más oscura en el personaje.

El bajo barítono americano Noel Bouley fue un adecuado Don Alfonso en escena, pero bastante modesto en términos vocales, con un instrumento no sobrado de calidad.

Finalmente, la soprano australiana Alexandra Hutton dio vida a Despina y resultó adecuada en escena, pero su voz se me hace excesivamente ligera, sonando a pura soubrette.

Sea por el título o por las críticas del estreno, lo cierto es que el teatro ofrecía una ocupación que no llegaba al 60 % de su aforo. El público no rompió a aplaudir hasta Come Scoglio. La recepción final fue poco entusiasta.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 34 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas y 1 minuto, una de las más largas que me ha tocado vivir. Cinco minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 97 euros, habiendo butacas de platea desde 55 euros. La entrada más barata costaba 31 euros.

José M. Irurzun