Después del exitoso espectáculo Álbum de Zarzuela, la Compañía Lírica Luis Fernández de Sevilla bajo la dirección artística del tenor Lorenzo Moncloa ha puesto en escena en el Teatro EDP Gran Vía por decimotercer año consecutivo, y sin supersticiones de ninguna clase, el sainete madrileño por antonomasia, La verbena de la Paloma de Tomás Bretón. El público de la capital ha tenido la oportunidad de asistir este año a dos versiones bien distintas pero igual de acertadas del popular título de género chico (la anterior es la que ofreció la Compañía Lírica Ibérica en el Teatro Reina Victoria), ambas propuestas compartiendo el ánimo de presentar la inmortal obra de Bretón renovada y ampliada con juicioso criterio a los ojos del espectador de hoy, respetando en todo momento su esencia y libreto originales.
La revisión (que no actualización) de la Verbena que nos ocupa en estas líneas corre a cargo de la matriarca Nieves Fernández de Sevilla y del director de orquesta y compositor César Belda, que amplían la zarzuela con números extraídos de otras obras y añaden música nueva compuesta ex profeso por el propio Belda. Ya hemos dicho en alguna ocasión que suele ser práctica habitual que hoy en día se añada texto alternativo a estas obras de género chico debido a su corta duración, llegando a alargarse un poco más, en este caso con un descanso en mitad de la trama, antes de la escena de la cantaora. En esos añadidos está la mayor o menos pericia de sus responsables respecto a la obra primigenia.
Así, el bien diseñado prólogo inicial presenta aquí un diálogo rimado la mar de castizo entre los personajes de la Señá Rita y Don Sebastián, que preparan el ambiente netamente costumbrista para que comience el sainete. Los nuevos números musicales, protagonizados por Julián y Susana junto al coro, aportan mucho colorido y vistosidad a la acción principal, a la que enriquecen, a la vez que mantienen el clima madrileñista propio de La verbena de la Paloma, pese a que poseen un sello musical que le acerca más al estilo de los sainetes modernos de los años 30. Precisamente una zarzuela del maestro granadino Francisco Alonso de 1939 sirve para que se desarrolle un dúo entre los dos jóvenes enfrentados pero a la postre enamorados, pese a no encontrarse frontalmente como en el celebérrimo dúo-habanera “¿Dónde vas con mantón de Manila?”. En este caso, es otra habanera, la que canta la protagonista en Rosa la pantalonera de Alonso, “Ni siquiera lo puedo pensar”, convertida en un dúo más extenso, cuya letra original de José López de Lerena y Pedro Llabrés Rubio se ha amoldado a la nueva situación, pues ese “Noche de fiesta en el barrio / cuando nos vimos, mi nena / noche castiza y morena / que huele a verbena, y sabe a Madrid” del estribillo casa bastante bien con la ambientación de la obra de Ricardo de la Vega y las palabras de todo este verso, pese a cantarlas originalmente la soprano, no chirrían en boca del cajista.
Todo el equipo de la compañía raya a una gran altura en esta Verbena enriquecida. El veterano barítono Santos Ariño es un cantante polifacético que ha cantado de todo y de manera estupenda durante su carrera artística. En esta misma obra aún recordamos su imborrable caracterización del Tabernero en el Teatro de la Zarzuela, y más recientemente le hemos visto en este mismo escenario como Don Matías de Doña Francisquita en la polémica versión de Lluís Pasqual. Su caballeresco Don Hilarión es, en vez de un viejo verde, todo un galán maduro, enriquecido con una voz poderosamente impostada que difiere del carácter histriónico con el que suele ser habitual dotar a este personaje. Es capaz de dar cada vez una entonación y un volumen diferente a cada carcajada en sus famosas coplas y su recreación nunca pierde la dignidad y la buena presencia en escena. Buenas voces se escucharon en los jóvenes personajes de Susana y Julián. La soprano Amanda Serna defiende con sólidos agudos y apostura escénica cada una de sus numerosas intervenciones. A su lado, el Julián del más tenor corto que barítono Andrés Mundo canta con elegancia, buena dicción e intención expresiva, pese a notársele un tanto apurado en algunas frases musicales y en otras tantas partes habladas que le tuvieron que apuntar entre cajas en su primer diálogo con la Señá Rita, un personaje al que dio vida como en otros años la soprano Carmen Aparicio, esposa de Ariño, todo un valor seguro y que defendió de nuevo con una voz proyectada con gran robustez. Muy bien entonada la Casta de la soprano Nancy Rodríguez y sobresaliente en el plano actoral del tenor argentino Ángel Walter como Don Sebastián, que ejerce de maestro de ceremonias, cual Melquíades, en el baile de la redova del sainete El amigo Melquíades de José Serrano y Quinito Valverde, otro de los añadidos en la escena de la verbena, un número cuyo complejo y acompasado ritmo se resintió en parte desde la orquesta y cuyas múltiples partes cantadas encomendadas a secundarios fueron interpretadas aquí por una sóla pareja de cantantes que en la zarzuela original representa a los personajes de Serafín y Nieves. Acertadísimo el chulesco Tabernero de Diego Falcón y con sus excesos acostumbrados la siempre personal y temible Tía Antonia de Amelia Font, con algún que otro toque soez en su caracterización, pues así ha diseñado el personaje durante todos estos años, y en una línea completamente acorde al original tono gallego se sitúan el sereno de Alex Guillén y los dos guardias de Manuel Fernández y Dani de Mora. A destacar igualmente el inspector de Narciso Tenorio, que en esta compañía ejerce también de regidor. Correcta la cantaora muy flamenca de Teresa Martínez acompañada por el baile con mantón de la bailarina y coreógrafa Laura La Caleta en el número más vistoso de la obra. Y el del coro titular, perfectamente empastado y afinado, con voces por entero profesionales, fue un trabajo de lucimiento impecable que realza el clima de alborozo y regocijo de esta obra maestra.
En ello reside en gran medida el mérito del maestro Enrique García Requena, conocido por ser el director de la magnífica Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil”, quien dirigió a la orquesta titular de la compañía situada debajo del escenario, una decisión muy acertada respecto a la ubicación de los músicos en la antología previa, pues el sonido sonó esta vez con una mayor nitidez, transparencia y profusión de detalles bajo su batuta, si bien el preludio sufrió algún desajuste antes de que los instrumentistas entraran en calor y todo fluyera con naturalidad bajo la siempre atenta y rigurosa batuta de un experto en estas lides como es García Requena. A todos ellos hay que añadir el intachable decorado a cargo de Readecor SL, el trabajo en luces de Jaime Martín o el rico vestuario de Seseras Martí, elementos que contribuyen a conseguir una Verbena redonda, plenamente original e igual de fresca, lozana y actual que el primer día. 13 años son muchos años llevando la inmortal obra de Tomás Bretón al corazón de la Gran Vía madrileña. Esperamos que la encomiable empresa continúe en años venideros y deseamos mucho éxito a la Compañía Fernández de Sevilla en su voluntad de mantener vivo cada verano el género lírico español.
Germán García Tomás