200 años del Teatro Real: 200 años de música operística

200 años del Teatro Real: 200 años de música operística
200 años del Teatro Real: 200 años de música operística

Con motivo del bicentenario de la fundación del Teatro Real de Madrid, la discográfica Deustche Grammophon ha editado un doble C.D. en el que se recogen 200 años de música operística, desde el Barroco tardío al siglo XX, en una selección de fragmentos, agrupados cronológicamente, que están vinculados con la programación que este teatro está llevando a cabo en tan señalado aniversario.

Estos 200 años de música operística suponen por tanto un recorrido histórico, no por la totalidad de la historia del género, pero sí por los siglos más conocidos por el público no erudito en el tema y, consecuentemente, contienen algunos de los momentos más populares de la historia de la ópera, ejecutados por algunos de los intérpretes más carismáticos que ha dado el género.

El recorrido por los 200 años de música operística se inicia con dos arias de la ópera Rodelinda de G. F. Haendel, ejemplos clarísimos de ópera barroca; en la primera de ellas, Tirannia gli diede il regno, el barítono –bajo Ildebrando D´Arcangelo luce una muy buena voz grave y ejecuta con total eficacia los continuos y virtuosísticos ornamentos de la pieza. Semejante comentario se puede hacer del fragmento interpretado por la contralto Marijana Mijanovic quien en el aria Vivi, tiranno, se enfrenta solventemente a los continuos ornamentos, a intervalos relativamente amplios, en esta exigente pero lucida página de Haendel. Los 200 años de música operística continúan con unas pinceladas del Clasicismo en la persona del gran W. A. Mozart; la mezzo-soprano Magdalena Kozená interpreta el aria Parto, de una de las últimas obras del genio de Salzburgo, La Clemenza di Tito. La delicadeza, la musicalidad del aria es bien transmitida por la cantante, que demuestra su saber hacer, ejecutando con buen gusto los matices en una interpretación en la que hay que destacar el buen papel del clarinetista de la Scottish Chamber Orchestra, coprotagonista del aria. Siguiendo con Mozart y sus últimas obras, escuchamos a continuación dos arias de la popularísima Die Zauberflöte; la soprano Cristina Deutekom encarna a la Reina de la Noche en el aria Der Hölle Rache… aportando la energía y vitalidad que este famosísimo fragmento contiene. También se muestra muy eficaz Deutekom con las muchas exigencias técnicas de la pieza; muy bien en los agudos, en los muchos adornos, esta versión junto a la Filarmónica de Viena y Solti es plenamente convincente. Y esta misma orquesta y este director son los que acompañan al barítono Herman Prey en otro de los momentos más conocidos de Die Zauberflöte como es el aria Ein Mädchen… En el papel de Papageno, Prey luce un hermoso registro medio y le da, con muy buen gusto, la musicalidad y la comicidad necesaria a este pasaje en el que, de nuevo, la orquesta está a un gran nivel; mención especial merece el buen trabajo realizado por la percusión.

Pasando ahora al belcantismo de la ópera romántica italiana en este recorrido de 200 años de música operística, escuchamos la famosa aria Casta diva de la ópera Norma de Vincenzo Bellini en la voz de Joan Sutherland junto a la London Symphony Orchestra dirigida por Richard Bonynge. Los muchos adornos de la pieza y la dinámica son perfectamente ejecutadas por la soprano, quien demuestra su expresividad y musicalidad. Siguiendo con Norma, escuchamos a continuación el dúo Mira, o Norma interpretado por la soprano Beverly Sills y la mezzo Shirley Verret; dividido en dos partes claramente diferenciadas, una muy melódica y enormemente lírica y otra más viva y enérgica, este hermoso dúo, que constituye un ejemplo muy elocuente de belcantismo, es muy bien interpretado por las cantantes junto a la New Philharmonia Orchestra dirigida por James Levine. Bellini sigue siendo el protagonista de la siguiente pista, esta vez con su ópera I Puritani, en un fragmento interpretado de nuevo por Joan Sutherland y con la dirección de Bonynge, esta vez frente a la Orchestra del Maggio Musicale Fiorentino y con la participación de Renato Capecchi y Ezio Flagello; Sutherland, la gran protagonista del fragmento, está espléndida, sensacional en los matices, en los adornos y en la expresividad. Sus compañeros también mantienen un buen nivel, luciendo sus hermosas voces graves. Aunque soy admirador de Bellini, creo que es amplio de más el bloque dedicado al músico italiano por ser algo excesivo el belcantismo y su aire algo plañidero que aparece de forma consecutiva en el C.D. y que tiene continuidad con otro de los grandes representantes de esta etapa como fue Donizetti, de quien tenemos el famoso fragmento de Lucia di Lammemoor Sulla tomba Che Rinserra con las voces de Carlo Bergonzi y Beverly Sills dirigidos por T. Schippers y con la intervención de la London Symphony Orchestra. Ambos cantantes le dan la musicalidad necesaria a esta melódica pieza, puramente italiana, que cantan con buen gusto y clase.

Pasamos a un Romanticismo más tardío en este doble C.D. de 200 años de música operística y le damos un toque germano con un fragmento de Der Fliegende Holländer de Richard Wagner; la fuerza, la majestuosidad combinada con un toque lírico, la riquísima utilización de la orquesta propias del estilo del genio alemán están presentes en la pieza seleccionada en la que Gwyneth Jones está soberbia, magnífica en los matices y en la fuerza que transmite junto a la Orchestra der Bayreuth Festspiele bajo las órdenes de Karl Böhm. Otra vez en Italia, pero con mucha más fuerza y energía que en el bloque anterior, escuchamos dos fragmentos de la ópera de Verdi Aida, en concreto la famosa aria Celeste Aida en la que Carlo Bergonzi está a un altísimo nivel, luciendo su hermoso timbre y siendo capaz de combinar el lirimo y la fuerza que requiere esta pieza; el primer C.D. se cierra con el Gloria all´Egitto, en el que la Ochestra y el coro del Teatro alla Scala di Milano, bajo la excelente batuta de Claudio Abbado, interpretan con la vitalidad necesaria y con un sonido totalmente equilibrado este fabuloso número de la ópera de Verdi.

El segundo C.D. sobre estos se abre con la más universal de las óperas francesas, Carmen de Georges Bizet; Claudio Abbado dirige a la London Symphony Orchestra y a los españoles Teresa Berganza y Plácido Domingo en el famoso número Près de remparts de Séville en el que ambos están a un altísimo nivel; la mezzo-soprano, con su hermosa voz, hace creíble al mítico personaje con una mezcla de chispa y maldad, expresiva siempre como ocurre también con el tenor, muy bien, cantando con muy buen gusto en todo momento. Siguiendo con la magnífica ópera de Bizet, en la siguiente pista escuchamos a un espléndido Domingo junto a la misma orquesta, esta vez dirigida por Solti, en el aria La fleur que tu m´avais jetée que, sencillamente, es bordada por el tenor español, pleno de musicalidad, de expresividad, con una voz magnífica empleada con un exquisito gusto. Siguiendo con Carmen, escuchamos a continuación otra hermosísima aria, Je dis que rien ne m´epouvante en la que la soprano Kiri Te Kanawa continúa con la excelencia de sus predecesores; la voz de esta soprano es una de las voces femeninas predilectas del firmante pero, no sólo por su excelente voz está esta interpretación a una gran altura, el buen gusto en los matices, la perfecta ejecución de los agudos, la musicalidad y expresividad de la soprano, junto a una orquesta magnífica (la misma orquesta y el mismo director que en la anterior pista) le dan a esta versión un nivel excelente.

El recorrido por estos 200 años de música operística nos vuelve a llevar al alemán Richard Wagner, concretamente a su última ópera, Parsifal; de esta magistral obra escuchamos Gesegnet sei… con el bajo René Pape luciendo su bella y poderosa voz grave junto a Plácido Domingo y la Staatskapelle Berlin dirigida por Daniel Barenboim, quien conduce muy eficazmente a la formación, transmitiendo la solemnidad implícita en la partitura, con una gran actuación del viento, y ejecutando perfectamente los crescendos imprescindibles para crear esa majestuosa atmósfera propia del estilo de Wagner.  Volvemos de nuevo a Italia con una de las grandes óperas finales de Verdi, Otello; la Chicago Symphony Orchestra dirigida por Solti acompaña con brillantez a Luciano Pavarotti y Leo Nucci en el formidable dúo que protagonizan Yago y Otello en el segundo acto. Ambos cantantes, en plenitud vocal, saben darle la carga dramática necesaria a sus personajes apoyados en sus formidables voces, con la fuerza y energía exigida por este pasaje de Verdi.

Siguiendo en Italia, ahora en el verismo, tenemos a la Symphoieorchester des Bayerischen Rundfunks dirigida por Bertrand de Billy interpretando junto al tenor Rolando Villazón una de las arias más famosas de La Boheme de Giamo Puccini, Che gelida manina. No sólo hace falta una buena voz para cantar esta aria; el lirismo de la misma es tal que una versión no puede ser convincente sin darle sentimiento, sin transmitir emociones, por lo que se hace especialmente difícil su ejecución. El timbre de Villazón se adapta muy bien a las exigencias de este fragmento, siendo además capaz de convencer en el plano expresivo y haciendo una muy buena versión. Continuando con Puccini, podemos escuchar acto seguido el dúo de Madama Butterfly Bimba dagli occhi… en el que Carlo Bergonzi y Renata Tebaldi junto a la Orchestra dell´Academia Nazionale di Santa Cecilia dirigida por Tulio Serafin, evocan también el gran lirismo de la escena, con buen gusto y musicalidad, en una pieza que le va muy bien a las características de ambos cantantes. El bloque de         Puccini se cierra con otro de los momentos más conocidos del músico italiano, el popularísimo Nessun dorma de la ópera Turandot; en este caso es el siempre expresivo Giuseppe Di Stefano el encargado de cantar junto a la orquesta antes citada dirigida ahora por Franco Patané. En mi humilde opinión, Di Stefano ha sido uno de los tenores con mayor capacidad para emocionar sin embargo, creo que este grande del género no está en su mejor momento cuando graba esta versión. Ciertamente no se le puede negar la expresividad pero este gran tenor ha cantado en otras ocasiones con mucha más voz, sin sufrir en los agudos y con mucha más solvencia.

De Italia pasamos ahora al famoso grupo de los seis de Francia, con una interesantísima ópera como es Jeanne d´Arco au bücher de Arthur Honegger en la interpretación de Seiji Ozawa al frente de la Orchestre National de France. La ambientación de Honegger es muy apropiada, utilizando escalas modales propias del canto llano, en un fragmento que deja clara la habilidad del compositor al combinar el coro y los recursos tímbricos de la orquesta con las voces del tenor y la soprano, siempre con buen resultado artístico y evocando el aire medieval que pide el argumento.

Los siguientes fragmentos que podemos escuchar nos llevan a Inglaterra en la figura del compositor Bejamin Britten, con tres pistas dedicadas a su ópera Billy Budd; el propio autor dirige a la London Symphony Orchestra en estos tres fragmentos que demuestran su calidad como compositor. El frenético número Deck ahoy! Es muy rico en lo tímbrico, mezclando contrapuntísticamente a los solista, la orquesta y el coro, haciendo una música densa pero nada dura para el oyente. Le sigue el aria Look! Through the port, en la que el barítono Peter Glossop canta en su registro medio, a veces soto voce, una melodía puramente anglosajona, relajante, en la que el viento adquiere protagonismo, especialmente el flautín, y tiene continuidad con And farewell to ye para cerrar el bloque.

La ópera de Arnold Schoënberg Moses und Aron y su estética expresionista protagonizan la siguiente pista, en un fragmento instrumental tenso y rico a nivel tímbrico en el que el viento juega un papel fundamental, en la buena ejecución de Pierre Boulez al frente de la Royal Concertgebouw Orchestra. El doble C.D. que recorre estos 200 años de música operística se cierra con un fragmento de la ópera de Viktor Ullmann Der Kaiser von Atlantis; con influencias de Schoënberg pero no tan claramente expresionista, en un lenguaje propio de la primera mitad del siglo XX en la órbita germana, pero con fragmentos agradables y a veces con un aire más melódico de lo habitual en ese contexto.

Este doble C.D. motivado por los 200 años del Teatro Real nos ofrece, con las voces de intérpretes históricos como principales protagonistas, disparidad en los resultados de las grabaciones por las diferencias en el tiempo de las mismas; lo considero absolutamente recomendable para los aficionados a la ópera pues hay fragmentos de un nivel altísimo, interpretaciones históricas que son de las que hacen que la gente se enamore de este género y constituye una selección en la que están representados algunos de los autores de ópera más destacados desde finales del Barroco hasta el siglo XX.

Emilio Lacárcel Vílchez