Aida de Verdi cancela función.El Cairo

El detonante de la huelga es la destitución de la presidenta de la Ópera de El Cairo, Inés Abdeldayem, por parte del nuevo ministro de Cultura egipcio, Alaa Abdelaziz

Se abre el telón y la suntuosa puesta en escena de la ópera «Aida» de Verdi aparece ante los ojos de los espectadores. Sin embargo, esta noche no hay función. Actores, músicos y técnicos blanden pancartas y anuncian la suspensión de la función en desafío a las autoridades islamistas. Se cierra el telón.

El detonante de la huelga es la destitución de la presidenta de la Ópera de El Cairo, Inés Abdeldayem, por parte del nuevo ministro de Cultura egipcio, Alaa Abdelaziz, a quien sus detractores acusan de estar al servicio de la gobernante Hermandad Musulmana.

En una inusitada muestra de unidad, todos los componentes de la Ópera se han unido para detener su actividad hasta conseguir la dimisión del ministro.

Sin embargo, en la protesta subyace algo más: un grito en defensa de las artes, y especialmente del ballet, que los islamistas más recalcitrantes pretenden borrar del mapa en Egipto.

Las palabras de un diputado salafista (ultraconservador) en la Cámara alta encendieron las alarmas, aunque las sospechas vienen de antiguo.

Según recogen hoy los medios egipcios, Gamal Hamed, parlamentario por el partido Al Nur, pidió ante la comisión de Cultura de la Cámara la eliminación del ballet, que calificó como «el arte de los desnudos, que difunde el mal entre la gente» .

Hamed sostiene que no está en contra del arte en general, pero sí de «la desnudez en nombre del arte y bajo eslóganes culturales» .

En los últimos meses, los centímetros del tutú o la sensualidad de los maillots parecen haber puesto nervioso a más de uno, lo que ha repercutido en las actuaciones de la Compañía de Ballet de El Cairo.

«En abril de 2012, representamos Bolero de Béjart hasta que Inés, la presidenta, me dijo que alguien del público se había quejado de que era ‘demasiado’… ¡Y yo misma lo había bailado aquí hace 25 años!» , explica a los periodistas la directora artística de la compañía, la italiana Erminia Gambarelli.

Para evitar caldear los ánimos, Gambarelli decidió suprimir del repertorio durante esta temporada todos los espectáculos de danza contemporánea, y apostar solo por el ballet clásico, pero ni siquiera eso le ha servido para esquivar la polémica.

Los bailarines reconocen que se han tenido que enfrentar a una «limpieza del repertorio» y a pretensiones como la de alargar la longitud de los tutús en el Lago de los Cisnes, explica a Efe uno de estos artistas, el español Vicente Ochoa.

La Ópera de El Cairo es algo más que un amplio complejo situado en el céntrico barrio de Zamalek. Es una institución de la capital egipcia, que a buen seguro ha vivido tiempos mejores, pero que hasta en los peores momentos tras la revolución de 2011 continuó su trabajo, mientras a unos cientos de metros ardía la plaza Tahrir.

El ministro de Cultura ha defendido, en un comunicado, su decisión de destituir a la presidenta de la Ópera, que apenas llevaba un año en el cargo, bajo el argumento de «difundir sangre nueva y nuevas visiones para una actividad cultural que exprese la Revolución del 25 de enero» , en la que fue depuesto Hosni Mubarak.

En menos de un mes en el cargo, el titular de Cultura ha tenido diferencias con las más influyentes asociaciones y academias de artistas del país, que temen la islamización de sus disciplinas.

No en vano, su cartera es una de las más candentes del gabinete, pues desde la caída de Mubarak, hace menos de dos años y medio, Abdelaziz es ya el sexto ministro de Cultura.
La ya expresidenta de la Ópera ha recurrido a la ironía para afrontar su despido, que planeaba sobre el ambiente desde hace dos semanas.

«Poner fin a mi trabajo durante la época de un ministro de los Hermanos Musulmanes es un gran honor para mí. La decisión de cesarme forma parte del plan de destrucción general que sigue el ministro» , ha asegurado Abdeldayem al diario Tahrir.

Dentro de poco más de un mes, el ballet «Zorba el Griego» debería marcar el final de la temporada cairota.

Sin embargo, a día de hoy, reina el escepticismo, incluso en el hipotético caso de que las autoridades se comprometan a hallar una solución.

«No podemos creernos sus promesas. Pueden servir para ahora, para unos meses, pero a la larga no podemos creérnoslas» , comenta, apesadumbrada, Gambarelli.