El equipo de trabajo que se formó con excelencia y pundonor impresionantes, conformado por talentos, creativos, cantantes solistas, coro y orquesta conjuntados especialmente para esta producción de la espectacular ópera AIDA del genial Giuseppe Verdi. Se presentó en el “Festival Internacional de CULTURA Atizapán de Zaragoza 2019”. Su Presidenta Municipal Constitucional Ruth Olvera Nieto enfrentó el difícil reto y triunfo en la empresa. En el Palacio Municipal se levantó una inmensa carpa y se construyó una escenografía que reuniera las características para llevar al escenario a un elenco de más de 240 participantes el sábado 22 de junio a las 20.00 horas. Para lograrlo se conformó la Orquesta Sinfónica Ópera Aida, se llevó al Coro del Conservatorio Nacional de Música, el Coro del Instituto Cultural Alemán Goethe y la Coral Metsi-Dehu. Actrices, bailarinas, figurantes, miembros de la Policía Montada, coordinadores, maestros internos, asistentes, maquillistas, vestuaristas, tramoyistas, y toda la parafernalia que se requiere para una empresa de este tamaño y envergadura.
Para inaugurar el Teatro de la Ópera del Cairo, Egipto, el jedive o virrey de ese país, le encargó a Giuseppe Verdi, en la cúspide de su carrera y ya reconocido internacionalmente que escribirá una ópera para el estreno. Éste se llevó a cabo el 24 de diciembre de 1871, con éxito clamoroso que subsiste hasta nuestros días. En esta obra de madurez y cúspide creativa de un compositor que se atreve a seguir avanzando en su estilo personal cada vez más enriquecido de experiencia y recursos en su composición. AIDA supone un gran adelanto en la utilización de un libreto que le permita lograr la unidad estilística en un solo trazo de principio a fin que lo acerca ya a la concepción de la “obra de arte integral” muy cercana a su amor secreto e incognito por su par Ricardo Wagner. Es en este tiempo cuando se estrenarán en Italia las obras “Lohengrín” y “Tannhäuser” a las que asiste de “incognito” escondido en un palco donde es descubierto y ovacionado. Además pide a su amigo Du Locle le consiga los libros teóricos de Wagner. Existe la partitura de “Lohengrín” con anotaciones manuscritas del italiano más famoso de ese tiempo. Cuando iba a estrenar su “AIDA” en La Scala pidió en su correspondencia a Ricordi que la orquesta se mantuviese fuera de la vista del público: «La idea no es mía, sino de Wagner. Es una idea excelente. ¿Cómo podríamos soportar la visión de esos deplorables fracs y pajaritas blancas en medio de personas disfrazadas de egipcios, asirios y druidas?(…) Como ve, ¡voy camino de convertirme en un apasionado admirador de Wagner¡” (Carta del 10 de julio de 1870).
En AIDA Verdi logra una aproximación ya cercana a lo que sería “el Drama Musical”. La historia de amores imposibles y rivalidades entre dos mujeres enamoradas del mismo hombre, Aida y Amneris del jefe guerrero Radamés, los sentimientos de soledad y desolación de ese trio condenado por la fuerza del destino, tema verdiano por excelencia, es la verdadera tragedia, “humana, demasiado humana” diría Nietzsche. Las guerras y luchas por el poder entre los pueblos egipcio y etíope son solo el marco espectacular y grandilocuente de esas pasiones. Marchas, danzas, rituales religiosos, liturgia, desfiles, aderezados con la música más elocuente y la fuerza siempre presente del Verdi original combinada con las sutilezas más intimas de su colorida paleta. Es su sello. Su marca. Y en la función que presenciamos, a la que tuvimos el privilegio de asistir desde los ensayos a la italiana, al general y a la función, nos dieron la oportunidad de constatar el enorme esfuerzo y el colosal trabajo realizado. Jóvenes eran la gran mayoría de participantes. “El juvenil ardor” de una mayoría de sangre nueva y vigorosa. Un logro digno de admiración y comentarios plausibles.
Durante un mes de preparación diaria, con 12 horas de labores que agotarían a muchos, este gran equipo, comandado por la productora ejecutiva la maestra Olivia Gorra, quien da vida e intensidad a la hija del Faraón, la dirección musical del experto en ópera, pianista, preparador y acompañante de cantantes y director de orquesta, el maestro James Demster, la dirección y puesta en escena del venezolano radicado en España, Rennier Piñero Lobo, el director de coro David Arontes, el diseño de escenografía de Arturo Nava, la coreografía de Mauricio Rico, la traducción y supertitulaje de Méndez Padilla Francisco, y, por supuesto, los cantantes solistas que cuentan entre lo mejor de intérpretes mexicanos y un solo extranjero, el tenor ucraniano. A todos ellos debemos el éxito ocurrido.
Yamel Domort, joven de voz bella de soprano lírica pura con Spinto notable, sensibilidad a flor de piel, intérprete seria y profesional, entregada a su personaje pleno de fuerza y sentimiento, emociona y proyecta una Aida conmovedora. Ya la habíamos escuchado en este personaje en otra producción y ésta nueva propuesta crece y profundiza. Sus arias, duetos, tríos, concertantes, de grandes dificultades se convierten en emoción y técnica impecables. Olivia Gorra hace de su Amneris una creación personal y diferente. su amor frenético, pletórico de pasión, no es correspondido. Hija del Faraón, niña mimada y poderosa, mujer sensual y amorosa, hace del sufrimiento un verdadero calvario de martirio. De nada le valen su inteligencia y astucia, no logra su objetivo, lleva a la muerte a su amado y a su rival. El tenor de Ucrania, Kostiantyn Andreiev , de importante instrumento vocal, logra darnos a un héroe trágico y sufriente. Su amor es único e incorruptible. Su ambición por el poder solo tienen como finalidad construir un trono vecino al sol a su amada absoluta, la celestial princesa-esclava. La pareja Aida-Radamés, hacen “clic” en la escena. Son creíbles y adorables. Amonasro, el Rey guerrero etíope tiene en la voz bella y poderosa del barítono Octavio Pérez Bustamante, un buen interprete que dota de fuerza y vigor viril a su personaje. Nuestro dos mejores bajos mexicanos participan con sus voces y presencias atronadoras en los representantes del poder político y religioso. Ramfis, el veterano Rosendo Flores, en uno de sus mejores caracterizaciones, presencia y teatralidad, voz oscura y poderosa. José Luis Reynoso Martínez es un Rey egipcio, Faraón deificado, con entrega y haciendo gala de recursos vocales e histriónicos. Thermuthis, la Suma Sacerdotisa del dios Ftáh, sorprende con la belleza de una voz dotada de color y ductilidad asombrosas, oír ese timbre seductor e hipnótico, voz de luz, es un privilegio, se llama Ana Rosalia Ramos. Muy bien los jóvenes coristas en su participación necesaria y entregada. Los bailarines y bailarinas hacen un trabajo clásico y moderno, como lo es toda la concepción de la obra. Una manera diferente de hacer ópera. Esperemos que esa golondrina haga verano.
Manuel Yrízar