Alcina (segundo reparto) en el Teatro Real

Alcina (segundo reparto) en el Teatro Real
Alcina (segundo reparto) en el Teatro Real

La función que nos ocupa corresponde al segundo de los repartos programados, cuyo resultado ha sido un tanto mediocre. No es Alcina una ópera que se acomode bien a repartos vocales de escasa importancia y los resultados no pueden sorprender. Veremos a ver qué ocurre con el reparto titular, que parece ofrecer otra calidad.

La producción escénica ofrecida lleva la firma de David Alden y es una coproducción con el Grand Théâtre de Burdeos, donde se estreno en Mayo de 2012. David Alden, como su hermano gemelo Christopher, pertenece a la categoría de directores de escena que parecen verse siempre en la obligación de presentar originalidades. Si se me permite, diré que una cosa es ser original y otra muy distinta es tener la obligación de serlo, que es lo que ocurre con los Alden.

Tuve ocasión de ver la producción en su estreno en Burdeos y me ha llamado poderosamente la atención el hecho de que en el programa de mano del Teatro Real no se haya incluido una explicación sobre la visión de David Alden. Cuando uno no entiende lo que pasa en escena – a pesar de los sobretítulos – y tiene que buscar en el programa de mano si el director de escena da alguna explicación sobre su visión de la ópera, sin duda que algo no funciona. Esto es lo que ha pasado en esta ocasión. O el concepto de David Alden no está bien llevado a la escena, o bien nada tiene que ver su concepto con lo que dice el libreto. Desde luego, si alguien no conoce la ópera de antemano, no es capaz de entender de qué va la ópera Alcina en esta producción.

David Alden explicaba en el programa de mano de Burdeos que para esta producción se había inspirado en la película de Woody Allen La Rosa Púrpura de El Cairo, en la que la protagonista, Mia Farrow, se evade de la rutina de su vida personal acudiendo todos los días al cine a ver la misma película, de modo que los actores salen de la pantalla y le hablan. David Alden sigue el juego de Woody Allen y hace que Ruggero, aburrido de su matrimonio con Bradamante, acuda todos los días al teatro, donde él sueña y ve aparecer a una Alcina mágica, a la que imagina como cantante. En el teatro trabajan de acomodadores también Morgana y Oronte, lo que no les impide también cantar. En el teatro aparecen Bradamante y Melisso para salvar a Ruggero de su difícil situación psíquica. Me pregunto cuál habría sido el resultado si David Alden se hubiera inspirado en una película de Alfred Hitchcock. Seguramente, habría que haber acudido también al programa para entender lo que pasa en escena.

El primer acto se desarrolla, por tanto, en un teatro, mientras el segundo tiene lugar en una especie de laboratorio o más bien museo de historia natural. En el tercero, Ruggero quiere romper con su ensoñada Alcina y volver a la vida normal, en una ruptura que Alden la compara con la de otra película, Atracción Fatal. Les aseguro que sin el programa de mano no habría entendido nada de lo que estaba pasando en escena, como les habrá ocurrido a cuantos hayan acudido al Teatro Real. Eso puede ser culpa mía o de David Alden. Elijan ustedes mismos.

Lo que no se puede negar es que la labor de dirección escénica es muy buena, consiguiendo el canadiense unas prestaciones escénicas singulares por parte de todos sus artistas, que no se limitan a cantar, sino que también bailan. En este sentido, hay que reconocer que la labor de David Alden es muy buena. En escena siempre pasa algo y hay grandes dosis de teatralidad, aunque no se entiendan muy bien. La escenografía y el vestuario, éste traído a tiempos actuales, se deben a Gideon Davey y resultan divertidos, contando con una buena iluminación de Simon Mills, que utiliza con acierto juegos de sombras.

Alcina (segundo reparto) en el Teatro Real
Alcina (segundo reparto) en el Teatro Real

La dirección musical ha estado encomendada al británico Christopher Moulds, quien ha ofrecido una lectura muy correcta, muy cuidada, pero un tanto corta de vida. Hoy en día se hace un barroco magnífico, habiendo unos cuantos maestros verdaderamente excepcionales. Junto a ellos hay otros que son siempre una auténtica garantía, pero que nunca llegan a pasar la barrera de lo excepcional. Christopher Moulds pertenece a esta segunda categoría. Todo estuvo en su sitio, pero faltó emoción. Buena la prestación de la Orquesta del Teatro Real. Me llamó poderosamente la atención que no actuara el coro, siendo sustituido por los propios solistas, lo que resultaba un tanto ridículo en la escena en que los personajes hechizados recobraban su forma humana. No seré yo quien aplauda esta decisión, sea del maestro, del regista o del propio teatro.

El reparto vocal dejaba bastante que desear, no pasando de una pura mediocridad. Eso en una ópera como Alcina es un auténtico problema.

Alcina fue interpretada por la soprano ucraniana Sofia Soloviy, que lo hizo razonablemente bien, sin brillo especial. Su voz no tiene una calidad destacable, aunque tiene anchura y peso suficiente.

Josemaria LoMonaco fue un Ruggiero insuficiente para hacer justicia a tan importante personaje. La voz es de tamaño bastante reducido y la zona baja resulta particularmente débil, bordeando lo inaudible. Ni en las arias de bravura ni en las elegíacas resulta suficiente.

Lo mejor del reparto y con mucha diferencia fue la actuación de María José Moreno como Morgana. No sé cómo lo hará Anna Christy en el primer reparto, pero lo tiene difícil para superar la actuación de la granadina. Su actuación vocal y escénica fue intachable. Han pasado casi 13 años desde la primera vez que la vi en Morgana en Bilbao y nada ha perdido de calidad. Les puedo decir que la de entonces no podría interpretar Morgana en esta producción, ya que hace 12 años estaba visiblemente embarazada.

La presencia de Angelique Noldus en la parte de Bradamante es un puro error de reparto. Este personaje requiere una contralto, como lo es Sonia Prina en el primer reparto, y la belga es una pura mezzo-soprano de voz reducida, deficientemente emitida y totalmente inaudible en cuanto la tesitura gira al sur, lo que ocurre muchas veces en esta ópera.

El tenor británico Anthony Gregory fue un Oronte cumplidor en sus arias, sin mayor relieve. Un tanto basto me pareció Johannes Weisser como Melisso. La soprano Francesca Lombardi Mazzuli se dejó escapar viva el aria de Oberto: Barbara, io ben lo so!, que es de las que pueden descubrir un joven valor. No pasó de la pura modestia.

El Teatro Real ofrecía una entrada próxima al lleno. No hubo entusiasmo en el público ni durante ni al final de la representación. Las mayores ovaciones fueron con justicia para María José Moreno.

La representación comenzó con puntualidad y tuvo una duración total de 3 horas y 38 minutos, incluyendo dos descansos. Duración musical de 2 horas y 56 minutos. Cuatro minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 214 euros, habiendo butacas de platea al precio de 204 euros. La entrada más barata costaba 35 euros.

José M. Irurzun

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