Almira. Haendel. Hamburgo

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Almira, reina de Castilla en Hamburgo.
Staatsoper de Hamburgo. 25.Mayo.2014
En enero de 1705, con sólo diecinuve años, Georg Friedrich Händel estrenó su primera ópera en el único teatro público de Alemania sito en las inmediaciones del actual edificio de la Ópera Estatal de Hamburgo. Almira fue su primer éxito en ese campo y el detonante de la larga lista de composiciones operísticas del sajón. La semilla de los frutos que llegaría a producir su sensibilidad musical están desde este juvenil trabajo. Utilizaría la zarabanda del primer acto para una del as arias más bellas de la ópera Amadigi di Gaula («Pena tiranna») y la del tercer acto para Il trionfo del Tempo e del Disinganno (Lascia la spina, cogli la rosa»). Con esta nueva producción, que viajará en verano al Festival de Música Antigua de Bregenz, la ciudad del Elba rinde homenaje de soslayo al rey de la ópera Barroca poniéndose de paso en la mira de los medios especializados del Viejo Mundo. En el foso el especialista en estos menesteres Alessandro De Marchi dió con los acentos musicales más sensibles de una composición no exenta de momentos tragicómicos, acordes a los gustos imperantes en la época del estreno absoluto. Fue seguro sostén de las voces solistas y buscó sus propios derroteros, más animado en tempi y cromatismo, en los pasajes solamente instrumentales. Los siete solistas tuvieron su momento de lucimiento, como la bellísima «Geloso tormento» ? que canta el personaje de Edilia, interpretada brillantemente por la soprano Mélissa Petit.

El personaje que da nombre a la ópera estuvo bien defendido por la también soprano Robin Johannsen, aunque hubiese preferido que intercambiaran sus partes. Ambas poseen la agilidades para salir airosas de las partes encomendadas pero la voz de Petit mostró más garbo en las filigranas y remató con seguridad todas sus subidas al registro agudo, además de mostrar un apego al estilo canoro más acorde con el período histórico al que corresponde la obra que el exhibido por Johannsen. Los personajes de Fernando y Osman fueron defendidos con autoridad por el barítono ucraniano Viktor Rud y el tenor Manuel Günther respectivamente. Rud delineó su personaje primorosamente con su voz de bello esmalte, bien proyectada y volumen generoso; Günther con un caudal sonoro justo interpretó con la corrección oportuna para no desmerecer. Bella y con textura la voz de la mezzosoprano Rebecca Jo Loeb brilló en el personaje de Bellante y la joven soprano Sara Maria Saal aportó frescura al de Tabarco. El bajo- barítono Wolf Matthias Friedrich (Consalvo), a pesar de su tremolante emisión, estuvo acertado en la construcción de su personaje y el bajo Floran Spiess (Raymondo), a pesar de la brevedad de su cometido, mostró una voz bien hecha y manejada.

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La trama es compleja de principio a fin, con enredos sobre enredos creados por el amor y la ambición. La princesa Almira sube al trono a la muerte de su padre, su Consalvo es su consejero y lee las últimas disposiciones del fallecido rey: Almira debe casarse con Osman, hijo de Consalvo, aunque ella ama secretamente a Fernando y Osman a Edilia. Y así al enredo amoroso se le une la ambición de poder, los celos y otros factores. La propuesta escénica de la holandesa Jetske Minjssen, indudablemente bella enmarcada una estética minimalista en la escenografía. El vestuario, primoroso, nos daba una idea del momento temporal en que situaba la trama. Ésto y la escenografía (firmados por Ben Baur) eran bellos y bien realizados, así como la cuidada iluminación (Mark van Denesse) y la dirección de actores. Él único inconveniente fue que el vestuario iba cambiando conforme avanzaba la representación. Empezamos con el propio de la época de Händel, pasamos a otra que nos sugería finales del siglo XIX y después a unos diseños semejantes a la moda imperante en el reinado de Felipe II de España, para pasar después a un vestuario actual. Eso añadió confusión a la complejidad de lo que se cuenta en el libreto, y tengamos en cuenta que Almira es una obra fuera del repertorio. No obstante, Mijnssen mostró ingenio y ideas claras en conjunto, lo que es de agradecer. Al final del segundo acto, Almira cantó la famosísima «Lascia chi’io pianga», aria de la ópera Rinaldo, el primer gran éxito operístico de Händel en Londres (1715) y que no es otra cosa que el comentado «Lascia la spina» con una letra diferente, composición que surge en esta Almira. No me quedó claro si la decisión de incluirla fue del director musical o de la creadora de la escena (o quizá de ambos), pero me pareció un bello homenaje a Händel. Sin ser una obra maestra, merece la pena conocer esta ópera, la primera de su catálogo.

*Federico FIGUEROA.