Alisa Weilerstein – Inon Barnatan: Rachmaninov and Chopin cello sonatas

Alisa Weilerstein - Inon Barnatan: Rachmaninov and Chopin cello sonatas
Alisa Weilerstein – Inon Barnatan: Rachmaninov and Chopin cello sonatas

La nueva grabación de la internacionalmente aclamada chelista Alisa Weilerstein no se dirige a las grandes obras orquestales (ya ha grabado el Elgar y el Dvorák) sino hacia la música de cámara, género en el que se siente igual de cómoda. Las obras elegidas para este CD son la Sonata para violonchelo y piano op. 19 de Sergey Rachmaninov, junto con su inolvidable Vocalise, op. 34, además de la Sonata para violonchelo y piano, op. 65, el Étude, op. 25 no 7 (arreglado por Franchomme) y la Introducción y polonesa brillante para piano y violonchelo, op 3, todo de Chopin. Para este proyecto está acompañada del pianista israelí Inon Barnatan.

Pese a que todas las obras del disco pueden caer fácilmente en la interpretación romanticona o lacrimógena, en este caso los dos intérpretes se ponen totalmente al servicio de la partitura, evitando excesos o protagonismos desmesurados. La lectura de la sonata de Rachmaninov es excelente en varios sentidos. La inmensa gama de sentimientos expresados se alcanza desde una sobriedad interpretativa y usando los recursos propios de los instrumentos, y pese a ser música de cámara tanto Weilerstein como Barnatan actúan como unos solistas muy bien conjuntados. Weilerstein consigue una gran variedad de colores en su instrumento gracias a una manera de pasar el arco muy bien aprovechada y Barnatan hace notar que esta obra se escribió pareja al segundo concierto para piano. Sus pasajes a solo están llenos de esa melancolía tan propia del compositor ruso y las partes de acompañamiento recuerdan a los numerosos pasajes del concierto en el que las largas melodías dominan la orquesta y el piano toca una nebulosa. Es una delicia para los oídos.

Lo mismo se podría decir de Vocalise. La famosa pieza recibe aquí un tratamiento de objetividad que recuerda a lo escuchado anteriormente. Lo más interesante es ver cómo interactúan los dos intérpretes en una obra en la que el violonchelo suele ser totalmente protagonista. Se nota un esfuerzo consciente para conseguir una interpretación equilibrada, esfuerzo presente en todo el disco.

La sonata de Chopin, escrita en 1846 y última obra publicada en vida del compositor, es otro ejemplo de un gran pianista aprovechando las oportunidades de un instrumento de cuerda. Mientras que el virtuosismo del piano es casi constante en el chelo es algo más puntual, con frases largas legato que potencian las capacidades del instrumento de arco. Weilerstein y Barnatan son fieles a este espíritu y su grabación se dirige más a demostrar los entresijos de la partitura antes que a exhibir su personalidad. Este esfuerzo de humildad denota también una fuerte personalidad y no debe ser obviado. Lo mismo ocurre en las dos últimas obras, el estudio (arreglado para violonchelo por el dedicatario de la sonata) y la Introducción y polonesa, que siendo dos obras de pirotecnia del chelo intentan explotar los pequeños detalles y sutilezas de la pieza con un virtuosismo contenido que permite hablar a la música por si misma. En resumen, un disco muy honrado y que rinde homenaje a obras algo olvidadas para el oyente con una seriedad encomiable.

Miguel Calleja Rodríguez