Ya hemos comentado en esta revista la dificultad de llevar a cabo con óptimos resultados y un mínimo de dignidad una antología de zarzuela, máxime cuando se cuenta con escasos recursos técnicos y artísticos. Bajo el curioso título de “Anatomía de la Zarzuela”, la Orquesta Sinfónica y el Coro de RTVE dirigidos por Cristóbal Soler han colaborado en el siempre estimulante proyecto de presentar una antología lírica con el apoyo teatral de la Compañía Tribueñe (Premio Ojo Crítico de Radio Nacional de España en 2012 y finalista de los premios Max 2015) y la dirección escénica de Hugo Pérez de la Pica. Ya se había presenciado este espectáculo el domingo 8 de septiembre en el patio de armas del Palacio Real de Aranjuez, y a la semana siguiente el renovado Teatro Monumental de la capital lo acogía en doble función para inaugurar la temporada 2019-2010 de los conjuntos orquestales y corales de la radiotelevisión pública.
De partida, la idea de reunir una selección de páginas que reivindiquen la esencia de nuestro género lírico siempre es bien recibida, pero en relación a ambos escenarios utilizados son necesarias varias consideraciones. El patio de armas del Palacio Real de Aranjuez es un espacio de gran amplitud al aire libre con una acústica por ello no acondicionada para la recepción eficaz de este tipo de conciertos y se hace necesaria la amplificación de las voces. No así en el Teatro Monumental, espacio con unas características acústicas adecuadas para la buena proyección de las voces líricas. Pero los organizadores cometieron el error imperdonable de optar por micronizar a los cantantes solistas, con lo que la calidad de las voces fue dañada seriamente, pues sonaron de manera artificial y metálica, deficientemente proyectadas y en general escasas de dicción, particularmente las femeninas. No hace falta ser un ingeniero de sonido para darse cuenta de que las voces amplificadas no suenan ni por asomo igual de naturales que si no tuvieran micrófonos, por lo que el gran lastre de este evento fue, ni más ni menos, una cuestión meramente técnica. Quizá tuvo mucho que ver el hecho de que se iba a efectuar una grabación videográfica del espectáculo para comercializarlo en el mercado, pero aun así, hizo resentir en parte la grandeza del mismo.
Otra cuestión a destacar es la del espacio escénico. Pérez de la Pica firma un montaje sencillo pero muy bien elaborado a nivel teatral que en honor a su particular título pretende mostrar parte de la heterogeneidad folclórica, ambiental y estilística que define el cuerpo del género zarzuela apoyándose en un formidable vestuario clásico. Para ello utiliza a dos estupendos bailarines flamencos (Raquel Valencia y Miguel Téllez) que bailan piezas como el Fandango de Los burladores de Pablo Sorozábal, la Danza del fuego de Benamor de Pablo Luna (en una versión recortada e incluyendo al coro), el intermedio y las guajiras de La revoltosa de Ruperto Chapí o el preludio de La verbena de la Paloma de Tomás Bretón. En Aranjuez, el espacio favorecía al movimiento escénico, pero las limitaciones espaciales del Teatro Monumental, escasamente apto para un montaje escenificado, han hecho que bailarines y cantantes se repartan por delante del escenario y a ambos laterales de la orquesta. No obstante, esta circunstancia no impide la ligereza de la propuesta, que logra hilvanar con naturalidad los diferentes números de zarzuela en una sucesión de gran ritmo y agilidad, con pleno conocimiento de las características definitorias del género lírico.
La principal damnificada por la amplificación de su voz fue la soprano Lorena Valero, de dicción desigual y escasa proyección, aunque con agudos estimables, que cantó la romanza “Sierras de Granada” de La tempranica de Gerónimo Giménez, la Petenera de La marchenera de Federico Moreno Torroba, y varios dúos, el de Felipe y Mari Pepa de La revoltosa, y los dos dúos de Ascensión y Joaquín (a ritmo de habanera y pasodoble, invirtiendo su orden natural en la trama) de La del manojo de rosas de Sorozábal. Aquí se acompañó de uno de los grandes valedores de la noche, el barítono Sebastià Peris, cuya voz timbrada y varonil optó en la mayoría de las intervenciones por abandonar la amplificación, con lo que su elegante canto de cuidado fraseo descolló con solvencia y gallardía, como su magnífica romanza “Luche la fe por el triunfo” de Luisa Fernanda pudo atestiguar. Como miembros de la Compañía Tribueñe, apreciables supusieron las aportaciones de las cantantes Helena Amado y Candelaria de la Serena en páginas como la romanza-pasodoble “Claveles granadinos” de la comedia musical ¡24 horas mintiendo! de Francisco Alonso, así como otras dos romanzas del maestro granadino: el garboso chotis de una rareza absoluta, la revista Las cariñosas, y el bello Fado de La linda tapada. Asimismo, la actriz Chelo Vivares recreó con histrión a la Tía Antonia en la escena de la cantaora- muy personalizada- de La verbena de la Paloma, con apoyo pianístico de la ucraniana Tatiana Studyonova y en la que las coplas de Soledad fueron cantadas con raza y hechuras flamencas por la cantaora Rocío Díaz, que también aflamencó con profusión de quejíos una página destinada originalmente a una voz de mezzosoprano, las guajiras de La revoltosa.
Pero a nivel vocal, el gran triunfador fue sin asomo de dudas el Coro de RTVE, que demostró su magistral empaque, proyección, gracia y sensibilidad canora a lo largo de toda la velada, defendiendo con pasión páginas de Doña Francisquita, Pan y Toros, Cádiz, Agua, azucarillos y aguardiente (curiosamente el pasacalle final, originalmente encomendado a los cuatro personajes principales de la obra), La bien amada (ese maravilloso coro de pescadores e hilanderas con la memorable melodía de la canción Valencia), La verbena de la Paloma y El huésped del sevillano, con cuyas lagarteranas se cerró el espectáculo combinando las voces femeninas de la Compañía Tribueñe con las del coro, como así pasó igualmente con el terceto de las viudas de La corte de Faraón.
El gran artífice del espectáculo en el plano musical, Cristóbal Soler, exhibió sus credenciales líricas del pasado como director musical del coliseo de la calle Jovellanos y se dejó llevar por el encanto de la música, si bien acusó exceso de volumen en ocasiones, pero haciendo lucir en todo momento la magnífica forma en ligereza y potencia sonora de la Orquesta Sinfónica de RTVE, ya desde la inicial Sinfonía sobre motivos de zarzuela de Francisco Asenjo Barbieri, todo un alarde de sinfonismo español con moldes belcantistas con la que el 10 de octubre de 1856 se inauguraba por todo lo alto el Teatro de la Zarzuela. Bienvenidas sean siempre estas propuestas que ayudan a ensalzar los valores y la idiosincrasia del género lírico español. Esperamos encarecidamente que se presenten con mayor abundancia. Y sin micrófonos, por favor.
Germán García Tomás