Anna Pirozzi demuestra en Bilbao que está camino de convertirse en una gran Norma

Anna Pirozzi demuestra en Bilbao que está camino de convertirse en una gran Norma
Anna Pirozzi demuestra en Bilbao que está camino de convertirse en una gran Norma

Llega a su fin la temporada de ópera de ABAO, que hace la número 66 desde su fundación en 1953. Si tuviera que utilizar un adjetivo para calificar la calidad artística de esta temporada que acaba, sería el de mediocre. Ha sido una temporada plagada de cancelaciones, a las que ha habido que añadir el borrón de las lamentables representaciones de Don Pasquale con acompañamiento de piano y sin dar opción a los espectadores a poder devolver sus localidades.

Se cierra, pues, la temporada con estas representaciones de Norma, que vuelve a subir al escenario del Euskalduna después de 9 años de ausencia. El resultado de la representación ha sido bueno, con una atractiva y adecuada producción escénica, una dirección musical un tanto irregular, y un reparto vocal, en el que ha destacado claramente la protagonista que da título a la ópera.

El espectáculo escénico era la conocida producción de Davide Livermore que se estrenara en Valencia en Marzo de 2015, siendo una coproducción del Palau de Les Arts con ABAO y el Teatro Real de Madrid, donde se pudo ver en Octubre de 2016. La escenografía de Giò Forma ofrece a partir de la entrada de Norma un gran tronco de árbol, que gira en ocasiones, ofreciendo en la parte de atrás una gran escalera. El tronco tanto sirve para la ceremonia sagrada, como también de morada de Norma y para la marcha a la hoguera final. Puede resultar un tanto cargante la presencia del mencionado tronco en escena durante toda la representación. La producción hace un notable uso de proyecciones de video, que sirven para completar la escenografía. Vestuario adecuado de Mariana Fracasso y buena la iluminación de Antonio Castro. La producción se completa con un ballet, presente ya en la obertura. En Bilbao no ha estado Davide Livermore, habiéndose encargado de la dirección escénica Emilio López.

La dirección escénica narra bien la trama y no ofrece grandes originalidades, llamando la atención en esta ocasión el tratamiento que se hace de los hijos de Norma. En Valencia y Madrid el comportamiento de los dos chiquillos era dispar, lo que resultaba mucho más interesante que lo que hemos visto tantas veces. No ha sido así en Bilbao, donde los niños prácticamente ni se han movido. La producción funciona bien en conjunto.

La dirección musical corría a cargo de Pietro Rizzo, que volvía al Euskalduna, donde dirigió por última vez La Forza del Destino en el año 2013. Su lectura me ha resultado irregular, especialmente en los tiempos elegidos. Cuando se ralentizan los tiempos, se corre el peligro de que la tensión decaiga y eso es lo que ha ocurrido en esta ocasión. Hace falta ser un auténtico genio de la batuta para que esto no ocurra. Me quedo más con su labor como concertador, ya que obtuvo un buen rendimiento de la Orquesta Sinfónica de Bilbao y del Coro de Ópera de Bilbao.

Anna Pirozzi demuestra en Bilbao que está camino de convertirse en una gran Norma

Debutaba finalmente en el personaje de Norma la soprano italiana Anna Pirozzi y su actuación cabe calificarla de exitosa. Su debut en este difícil personaje se había anunciado en varias ocasiones, pero finalmente su debut se ha producido en Bilbao. Lo primero que hay que decir es que Ana Pirozzi tiene una voz perfectamente adecuada para hacer frente al personaje de Norma y que se trata de una buena intérprete. No me cabe duda de que profundizará más en el personaje y se convertirá en uno de sus caballos de batalla. La voz de la Pirozzi es poderosa y bien manejada, siendo capaz de apianar con mucho gusto en ocasiones. Su prestación vocal cabe considerarla como digna de ser destacada. La única pega que puedo ponerle es que me resultó un tanto descontrolada en la cabaletta ah bello a me ritorna del primer acto.

Volvía a dar vida a Pollione el tenor americano Gregory Kunde, como lo hiciera en Valencia y Madrid. Estamos ante uno de lo más interesantes intérpretes de este personaje en la actualidad, aunque ahora está la voz más mate que hace unos años y queda un tanto corto por abajo. Me gustaría nuevamente destacar el hecho de ser prácticamente el único intérprete actual que ofrece variaciones personajes en los segundos versos de las cabalettas, lo que siempre es de agradecer.

Lo hizo bien la mezzo-soprano valenciana Silvia Tro Santafé en la parte de Adalgisa. Esta cantante cumple perfectamente siempre, aunque sus actuaciones no consigan entusiasmarme.

Roberto Tagliavini dio vida a Oroveso y me resultó poco convincente, con una voz más ligera de lo necesario en el primer acto, mejorando en su intervención del segundo.

El tenor Vincenç Esteve lo hizo bien en la parte de Flavio. Desconocida física y vocalmente Itxaro Mentxaka en la parte de Clotilde.

El Euskalduna ofrecía una ocupación que no llegaría al 90 % de su aforo. El público mostró su entusiasmo en las intervenciones de Anna Pirozzi, para quien fueron las mayores ovaciones también en los saludos finales.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 7 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 32 minutos, es decir 6 minutos más lenta que la de Gustavo Gimeno en Valencia y 3 minutos más que la de Roberto Abbado en el Teatro Real. Seis minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 196 euros, costando 54 euros la más barata. Fotos: E. Moreno Esquibel

José M. Irurzun