Aplausos entusiastas a «La bohème» en Les Arts

«La bohème» Les Arts Por Pedro Valbuena.

Diez años más tarde regresa al Palau de Les Arts está producción propia dirigida por Davide Livermore, que ya constituyó un éxito en su primer montaje y que ha revalidado esta tarde su vigencia. Podrá verse en el Palau durante los días 11, 15. 19, 21 y 23 de diciembre. «La bohème» Les Arts

Una imagen de "La bohème" de Les Arts / Foto: © Miguel Lorenzo
Una imagen de «La bohème» de Les Arts / Foto: © Miguel Lorenzo

Estrenada en Turín en 1896 y dirigida por el legendario Arturo Toscanini, fue recibida con escepticismo por un público conservador, que acostumbrado a ciertas convenciones, no supo encajar bien las novedades que la partitura ofrecía. Tampoco la crítica especializada redactó demasiados parabienes, y Puccini llegó a expresar dudas respecto a su propio trabajo. Sin embargo, pocos meses más tarde subió a la escena del Teatro San Carlo de Nápoles, y desde allí su éxito se extendió por toda Italia. Para principios de siglo se había consolidado como uno de los títulos indispensables del repertorio lírico. La partitura de Puccini, elaborada con minuciosidad  y todavía fuertemente basada en la melodía, está impregnada de un cierto espíritu wagneriano, del cual toma prestados algunos elementos como la escala orquestal o la anticipación de los temas que musicalmente representan (o introducen) a los personajes, como en el caso de Mimí. Concebida en cuatro actos sin obertura, no ofrece excesivas dificultades a la orquesta, más allá de los innumerables unísonos, con el peligro que representan para el ensamblaje de las partes, o los efectos de dinámica y matiz sobrevenidos. Muy distinto es para los solistas, cuyos papeles son de una gran complejidad técnica y dramática. «La bohème» Les Arts

El texto de Murger en el que se basa el libreto era una colección de relatos, erróneamente definida como novela, que fue adaptada por Illica y Giacosa mediante la fusión de personajes y tramas. Ambientada en el París de 1840, retrata la existencia azarosa y precaria de un grupo de artistas y pensadores que lucha por abrirse camino sin renunciar a los placeres de la vida. En mi opinión el texto es demasiado incongruente, abundante en elementos superfluos y precipitado en su desarrollo, quizá debido en parte a que el propio Puccini decidió eliminar un acto completo.

Manuel Fuentes, Mattia Olivieri, Saimir Pirgu y Damián del Castillo / Foto: © Miguel Lorenzo
Manuel Fuentes, Mattia Olivieri, Saimir Pirgu y Damián del Castillo / Foto: © Miguel Lorenzo

 El montaje propuesto por Livermore adolece de un cierto estatismo, y a pesar de los constantes guiños eruditos a la literatura y el arte más o menos contemporáneos a la obra, no es lo suficientemente consistente, y queda todo diluido en una amalgama de imágenes y conceptos casi aleatorios. Las proyecciones visuales son demasiado reiterativas, y el escenario en ángulo resulta algo incómodo, ya que en realidad esta disposición de planos empobrece el espacio. Este comentario no es aplicable al segundo acto, cuyo diseño y desarrollo fue prácticamente incuestionable, no sólo por el número de personas involucradas sino también por la variedad de los elementos de atrezzo, vestuario, figuración, coreografías, etc. Una explosión de color y movimiento imaginativa y sorprendente, verdadero punto de escape de la atmósfera opresiva del primer acto. A renglón seguido vino el anticlímax, ya que acabado el segundo acto, comenzaron a saludar todos los implicados; bailarines, malabaristas, coros, niños y transeúntes. De ello se deducía que no estarían presentes en la segunda parte, dicho de otro modo, nos quedábamos huérfanos de alegría frente al dramón que se avecinaba. 

Saimir Pirgu fue el protagonista indiscutible de la noche. Su Rodolfo resultó romántico, heroico, tierno y sobre todo dramático. Hizo gala de una voz potentísima y extraordinariamente homogénea, que no mostraba dificultad alguna en el registro agudo, y que no perdió intensidad en ningún momento. Además Pirgu es un buen actor y su contención lo demuestra. En roles como este es muy fácil caer en la sobreactuación. Una intervención que yo calificaría de excelente. Mimi fue cantado por la soprano Federica Lombardi, cuyo transparente y delicado timbre fue idóneo para encarnar a esta mujer enamorada y golpeada funestamente por la enfermedad. Lombardi también resultó convincente gracias a su comedimiento, y pareció entenderse a la perfección con Pirgu, ya que los fraseos que tienen en común sonaron exquisitamente ajustados. La soprano valenciana Marina Monzó fue Mussetta, la antítesis de Mimi. Una mujer caprichosa y exigente, segura de si misma y manipuladora, para la cual se requiere una voz más ligera y una teatralidad más exagerada. Todo ello le vino rodado a Monzó, que está curtida en el repertorio rossiniano, y que supo sacar a este personaje del segundo plano al que a veces queda relegado, gracias a una apropiada interpretación. Mattia Olivieri cantó el papel de Marcello amigo y confidente de Rodolfo. El barítono italiano posee una voz voluminosa y un hermoso timbre, pero tuve la sensación de que su afinación se resintió en algún momento. Damián del Castillo fue Schaunard, papel que ya ha cantado en otras ocasiones. Estuvo acertado y trató de encajar en el acto primero de la forma más profesional posible, pero el arranque estuvo un tanto descerrajado, en parte por el desencuentro con la batuta. El Colline de Manuel Fuentes cerraba el grupo de amigos del protagonista y estuvo interpretado con corrección en lo musical y discreción en lo escénico. El resto de intervenciones solistas de menor calado corrieron a cargo de una selección de alumnos del Centre de Perfeccionament  del Cor de la Generalitat. Todos ellos resolvieron su parte con solvencia. «La bohème» Les Arts 

Marina Monzó, Mattia Olivieri, Saimir Pirgu y Federica Lombardi / Foto: © Miguel Lorenzo
Marina Monzó, Mattia Olivieri, Saimir Pirgu y Federica Lombardi / Foto: © Miguel Lorenzo

La dirección musical corrió a cargo del titular del Palau, James Gaffigan, cuyas largas ausencias hacen que no acabe de entenderse del todo con la orquesta. El primer acto comenzó con un desajuste manifiesto entre los cantantes y el foso, y aunque hubo momentos delicadamente interpretados, («O soave fanciulla») lo cierto es que la falta de sintonía quedó evidenciada a lo largo de toda la ópera. Por suerte, el acto final fue resuelto con eficacia y dejó buen sabor de boca, a pesar de que la última escena no fluyó, y alguna que otra risilla nerviosa del público estropeó la muerte de Mimi, que estuvo a punto de transitar desde lo trágico a lo ridículo sin transición. La Orquesta de la Comunitat Valenciana se ajustó a los pentagramas y leyó correctamente pero desprovista de pasión. Se agrupó de forma solidaria  frente a la batuta y optó por soluciones drásticas, como por ejemplo seguir su propia pulsación o decidir el volumen, dado que apenas fue regulado por el director. No me canso de alabar las cualidades de esta orquesta, pero sigo pensando que tocan muy fuerte y que nadie les riñe por ello. El Coro de la Generalitat compartió el protagonismo del segundo acto con la Escolanía dels Desemparats y la Coral Veus Juntes. La intervención de todos ellos fue correcta sin más, porque esta vez su papel no daba para mucho.

Saimir Pirgu, Federica Lombardi, Marina Monzó, Mattia Olivieri, Damián del Castillo y Manuel Fuentes / Foto: © Miguel Lorenzo
Saimir Pirgu, Federica Lombardi, Marina Monzó, Mattia Olivieri, Damián del Castillo y Manuel Fuentes / Foto: © Miguel Lorenzo

En líneas generales fue un espectáculo de gran calidad, con especial mención a su protagonista y a la extraordinaria vistosidad del segundo acto, pero otros aspectos fueron mejorables. Suelo atribuir estos desajustes a la tensión que todo estreno conlleva, por lo que es de esperar que la cosa mejore con el rodaje. El público quedó encantado y estalló en aplausos antes del acorde final. Por un momento me cuestioné si era apropiada tanta efusividad teniendo sobre el escenario a una señora todavía de cuerpo presente. En fin, cosas de la ópera.


Valencia, 9 de diciembre de 2022. Palau de Les Arts. Puccini, La Bohème. James Gaffigan, direccion musical. Davide Livermore, dirección de escena. Saimir Pirgu, Rodolfo. Federica Lombardi, Mimi. Mattia Olivieri, Marcello. Marina Monzó, Musetta. Damián del Castillo Schaumard. Manuel Fuentes, CollineBenoit, Jorge Rodríguez-Norton. Orquesta de la Comunitat Valenciana. Coro de la Generalitat Valenciana. Escolanía de la Mare de Déu dels Desemparats. Escuela Coral Veus Juntes.                                                          OW