APOLLO o Sergio Bernal y la urgente necesidad de los clásicos de la danza

                                                                  APOLLO o Sergio Bernal Por Cristina Marinero

Teatros del Canal. 6 de enero de 2022. El reestreno de Apollo por la Compañía Nacional de Danza en los teatros de la Comunidad de Madrid no solo ha vuelto a ofrecernos esta obra maestra y esencial de la historia de la danza, sino que también ha dado la posibilidad de que el público de Madrid vuelva a ver bailar a Sergio Bernal. Es necesario seguir teniendo en nuestros escenarios a los grandes clásicos de la danza de todos los tiempos. Solo estas coreografías colocan los listones donde deben ir para que no “se despiste” nadie sobre qué es un buen ballet o una obra maestra del arte coreográfico.

APOLLO o Sergio Bernal y la CND © ALBIRU
Sergio Bernal como Apollo APOLLO o Sergio Bernal y la CND © ALBIRU

Sergio Bernal es una de las estrellas de la danza requeridas en todas las galas que se celebran con los primeros nombres de este arte. Su estreno en el personaje principal del ballet de Balanchine y Stravinsky, en noviembre de 2020, marcó un hito en la historia de este arte en nuestro país, pues es el único bailarín educado en danza española que lo interpreta. Entonces lo subrayamos en nuestra crítica.  Claro que el talento innato y la técnica adquirida y reforzada por un día a día en el que no faltan las clases de ballet es lo que permite esta hazaña. Sólo con trabajo y dedicación, además del mencionado talento y un físico, eso sí, ya de por sí apolíneo, ofrecen esta posibilidad.

Bernal estuvo acompañado de Giada Rossi, Natalia Muñoz y Laura Pérez Hierro como las musas Terpsícore, Polyhymnia y Calíope, respectivamente. Rossi une a los movimientos líricos de su alongado físico una belleza decimonónica que le convierte en ideal para el personaje y ofreció un bello paso a dos con el bailarín. Muñoz continúa siendo un valor seguro en escena y su veteranía ofrece ese poso sólido que se siente desde la butaca. Pérez Hierro también ofreció firmeza en sus arabesques y cadencia en los momentos en los que el movimiento respira.

Apollo se estrenó en 1928 por los Ballets Russes de Diaghilev y marcó el punto de inflexión en la carrera de su coreógrafo, George Balanchine. Desde entonces, su nombre y el del término “ballet neoclásico” estarían unidos para siempre. Igor Stravinsky había sido lanzado por Serge Diaghilev con el nacimiento de sus Ballets Russes, desde El pájaro de fuego (1910). Pero el compositor, como él mismo declaró en las décadas posteriores, tuvo su verdadera difusión y popularidad a través de las coreografías que Balanchine creó sobre sus obras o sobre las composiciones que el autor de La consagración de la primaverarealizó para él y su compañía desde 1948, el New York City Ballet. El ballet es lo que hizo de Stravinsky el compositor que fue.

Junto a Apollo, la Compañía Nacional de Danza (CND) que dirige Joaquín de Luz ofreció también el encargo que le realizó a Blanca Li, directora de los Teatros del Canal, y que se estrenó solo seis días antes de que comenzase el olvidable confinamiento del 14 de marzo de 2020. Pulcinella –también estrenado por los Ballets Russes de Diaghilev, en marzo de 1920, coreografiado por Leonide Massine- completaba este programa Stravinsky por el centenario de su estreno, remodelado con respecto a su presentación inicial. Aquella se configuró como una colaboración entre la CND y la Orquesta Nacional de España, en el Auditorio Nacional.

APOLLO o Sergio Bernal y la CND © ALBIRU
Sergio Bernal como Apollo     APOLLO o Sergio Bernal y la CND © ALBIRU

Entonces, el hecho de que músicos y cantantes estuvieran en el escenario detrás de los bailarines ofreció un paisaje visual un poco borroso. Tantas personas detrás difuminaba el dibujo coreográfico de la escena. Li realizó una coreografía sobre todo juguetona que ahora se ve mejor al estar arropada por los telones negros. El del fondo es translúcido para ofrecer las evoluciones de los diecinueve bailarines que mueven su cuerpo sin desplazamientos, herencia de las características del estrecho escenario del Auditorio Nacional y la existencia de gradas, donde se colocaron, y que ahora se reproducen.

Pero en Pulcinella todo podría ir mejor si el vestuario presentara signos de que está hablando de la comedia del arte y no fuese tan ecléctico. Mejoraría su aspecto visual y estructuraría mejor el ballet si se encuadrase en una estilización de los que portan los famosos personajes de la tradición italiana. Aunque es Stravinsky quien firma la partitura, no podemos dejar de subrayar que algunas de sus composiciones parecen lo que denomino un “mientras tanto”, pues se tornan como secuencias de transición y relajan demasiado la acción. El reto en esta traslación hubiese sido sido traer a los diecinueve bailarines al escenario, sin gradas, y haber creado una coreografía para ellos sin esas restricciones. El ballet habría elevado su presencia escénica.