Algo tiene Mexico para lanzar un tenor-estrella con cada generación. Ramón Vargas y Rolando Villazón precedieron a Javier Camarena, voz de facultades apabullantes y expresividad de primera ley que, en pocos años, ha conquistado las grandes casas de ópera y sus públicos. Muy lìrico, pero no ligero, suma el poder al encanto del color, la perfecciòn del timbre, la riqueza de armònicos y una extensión envidiable. Hacía mucho tiempo que no sonaba en la ciudad una aclamaciòn como la que rubricó la famosa aria de los nueve «do de pecho» en el primer acto de La fille du Regiment, de Donizetti. Pero la seducción no fue menor en la del segundo acto. Recogiendo volumen, cantando a mezza y fraseando un legato de extraordinaria finura, demostró a tope un talento de esos que surgen cada diez o quince años. Emisión joven, llena, limpia, sin sombra de apoyatura en los agudos atacados como cañonazos. Su Tonio queda incorporado a la mejor historia de estos primeros cincuenta años.
Por suerte, la soprano británica Jessica Pratt no le va a la zaga. Su sonido es juvenil, de encantadora proyección, acariciante en los registros medios, extremadamente flexible en el virtuosismo de la coloratura belcantista e ilimitada en las alturas, que alcanzan el «mi» natural sin el menor esfuerzo. Admirable y adorable en el juego vocal y escénico, debutó aquí su lectura de Marie con otro éxito aclamatorio. Ambos, tenor y soprano, propiciaron da capo a fine un cálido nexo de empatía con la audiencia.
En todos los sentidos fue una representaciòn feliz. La dirección escénica de Alfonso Romero convirtió en actores a todos los intérpretes, incluidos los cantores del Coro de la Opera en su mejor actuación de los últimos años. Sobre excelentes diseños escenográficos de Carlos Santos y no menos buenos figurines de Claudio Martín, imprimió el regista una agilidad modélica en movimiento y estética de grupos, diferenciando los ambientes contrapuestos de ambos actos. Así lo ilustra la escenografía con plena eficacia visual en el traslado de la acción a la II guerra mundial. En resumen, una comedia ligera, como corresponde al estilo bufo de Donizetti, en la que todos fueron consumados actores en el canto y el habla del libreto, subrayando con gracia la comicidad de los personajes desde la propia vocalización de la lengua francesa.
También debutaba el rol de Sulpice el barítono José Julián Frontal, magnífico en su composición humorística. Graciela Araya, Mary Carmen Sánchez, Isaac Galán, Iván Figueira y Amando Gomes completaron el reparto con muy buena asimilación de los gestos y acentos de la comedia.
Y el maestro Miquel Ortega, siempre un valor seguro, consiguió en el foso con la Orquesta Filarmònica de Gran Canaria, y en la escena, un ritmo musical inmejorable. Salimos del Teatro con la sonrisa en los labios, celebrando una noche afortunada en todas sus facetas.
G. García-Alcalde