21 de septiembre. Palacio de la Ópera de La Coruña. Gregory Kunde (tenor), Juan Jesús Rodríguez (barítono). Orquesta y coro GAOS. Director, Ramón Tébar.
En la ópera, si bien es un espectáculo global, confluyen diferentes elementos. Existe un sector de aficionados, en los que me incluyo, para los que “el canto” y “la voz” es lo predominante en este arte. Este grupo de aficionados, estuvimos de enhorabuena el pasado sábado en A Coruña.
Juan Jesús Rodriguez poseé un bellísimo instrumento. Un timbre de auténtico barítono verdiano. Un centro carnoso, rico, mullido y muy dúctil. El paso cubierto y un agudo brillante, metálico y en punta. Su voz está apoyada en el aliento y muy liberada. Descontando en la actualidad al incombustible Leo Nucci, no me imagino otro barítono tan capacitado para este difícil repertorio. En su debe, debería bajar a las medias voces y aplicar más morbidezza a determinados pasajes líricos. Pero su calidad vocal, su timbre y su entrega canora son de de muchos quilates
Es curioso el caso de Gregory Kunde. Era un grandísimo tenor ligero (un contraltino que incluso abordó algún rol de baritenor). Tras superar un cáncer, su voz ha cambiado. El paso está magníficamente resuelto y mantiene la brillantez y el squillo de su registro agudo (que parece que no se ha resentido en demasía); pero su centro, si bien en algún momento es un poco áfono, ha ganado en amplitud y anchura por lo que puede abordar el repertorio propio de un tenor spinto, lo que viene haciendo con grandísimo éxito en las últimas temporadas. En él se da la paradoja de que es capaz de cantar, brillantemente, los dos Otellos (el rossiniano y el verdiano). Tiene una materia excelente para cantar Verdi y una técnica pura belcantista: fiato, canto sobre el aliento y una excelente capacidad de legato. Estás dos cosas: materia vocal y técnica, lo convierten en el tenor prefecto para abordar determinados roles verdianos: Arrigo, Radamés, Otello, D, Carlo, Manrico, Riccardo …
La Gala comenzó con un “Pieta, rispetto, amore …” en él que Rodríguez fue acentuado, con la descrita nobleza de medios el aria de Macbeth. Le tocó el turno a Gregory Kunde y “Celeste Aida”. La canto maravillosamente, aplicando sutiles portamentos en los ataques a los “aidaaaa”. La concluyó con un luminoso Sib al que aplicó un sutil filado para acercarse al morendo que exige la partitura (toda una prueba de fuego para cualquier tenor cantarla como la escribió Verdi). Los dos cantantes volvieron al escenario para entonar el dúo de D. Carlo “E lui!, desso! L´infante! …” Y, al finalizar el mismo, Juan Jesús Rodríguez emocionó al público con la muerte de Posa: “O Carlo ascolta …” . Tras el “Va pensiero …” cantado por el coro, finalizó la primera parte con el “Ah!, si ben mio … di quella pira” (Il Trovatore). Kunde, tras una lírica y delicada interpretación del “Ah si ben mio” aplicó la misma variante que Pavarotti en el Trovador del MET del 88 en la repetición de “la morte” en la cadencia. La Pira fue cantada a tono, con un poderoso Do final (no escrito) que alargó hasta los últimos compases de la orquesta.
Sin embargo Kunde estuvo todavía mejor en la segunda parte del recital, quizás por tratarse de títulos que ya ha cantado repetidas veces en el escenario. Tras la obertura de I Vespri Siciliani, bordó la dificilísima aria de Arrigo “Giorno di Pianto”. Se exhibió en el recitativo, campaneando la voz, metiendo y sacando aire y dándole el sentido que el mismo merece para desembocar en una interpretación maravillosa del aria (Sin duda, ningún Arrigo como Kunde hoy en día). El turno fue para “Di provenza”. Rodríguez exhibió su bello timbre y su potencia vocal, pese a abusar del forte, consiguió acentuar y delinear el lirismo que exige esta página verdiana, lo que supone gran mérito por su parte. El coro interpretó el “O Signore, dal tetto natio” (I Lombardi) para volver el barítono al escenario y realizar una exhibición vocal en el “Cortiggiani vil razza …” y emocionar al público. Incluso adoptó, físicamente, la pose de Rigoletto: ligeramente inclinado por su joroba y cojo. No en vano comentaba, al finalizar, que era el papel que más le gustaba. Finalizó la segunda parte con un espectacular “Dio mi potevi …”. Kunde consiguió dar color a las primeras frases diferenciándolas y matizándolas (están escritas en idéntica tonalidad) avanzando por la pieza, interpretándola vocalmente, hasta llegar a un luminoso Si natural conclusivo de la misma. Con el dúo de tenor y barítono de Otello “Si pel ciel marmoreo …” finalizó el recital entre los aplausos y “bravi” de un público entregado a los cantantes. Como bises: “La donna e móbile”, “Il balen del suo sorriso” (maravilloso estuvo Rodríguez sacándolo adelante, pese a la fatiga a estas alturas del exigente recital, exhibiendo unos agudos (Fa) perfectamente colocados y timbrados: “nuovo infondeee”). Finalizó el recital con la repetición del duo de Otello.
Pero es justo decir que hubo un tercer protagonista: El director Ramón Tébar: bajo su batuta sonó la orquesta Gaos (una orquesta formada, principalmente, por músicos muy jóvenes) como nunca la había escuchado el que suscribe, máxime en un recital de estas características. Supo dotar la lectura de la partitura del brío y del lirismo, según el momento, que exige Verdi, despojándola de tintes populistas en los que se suele caer en este tipo de obras. Atentísimo a las voces (sabe acompañarlas magníficamente) marcó perfectamente todas las entradas estando pendiente, en todo momento, de los músicos y los cantantes. Al igual que sucedió en Lucia, ha sido un descubrimiento este director al que auguramos un esplendoroso futuro. Es justo apuntar que hubo algún fallo muy puntual, de alguno de los músicos (como en “Celeste Aida” o “Cortiggiani”) que no desmerece la labor de la orquesta en el recital y la magnifica labor de Tébar al frente de la misma.
Por Daniel Diz.