Comienza la temporada de El canto de Polifemo con un extraordinario proyecto dedicado a la canción renacentista europea y protagonizado por el ensemble Aquel Trovar, cuyo primer disco acaba de salir al mercado y ellos mismos presentaron en la propia iglesia de las Mercedarias de Góngora.
El pasado 4 de noviembre 2017 tuvo lugar el primer concierto del ciclo El Canto de Polifemo, que se va a realizar a lo largo del curso 2017/18 en la iglesia de las Mercedarias de Góngora de Madrid. Este ciclo es una novedosa creación de Francisco Quirce apoyada en su experiencia y buen hacer en este tipo de eventos, como hemos podido comprobar en estos últimos años. Se inspira Quirce para el título de este ciclo en la Fábula Polifemo y Galatea escrita por Luis de Góngora en 1612. Convento y Luis de Góngora es un maridaje perfecto para todo cuanto allí acontece y acontecerá musicalmente: «un espacio de música plagado de sueños y de sugerentes guaridas; en las rocas, como Polifemo, lo iremos descubriendo poco a poco a lo largo de esta temporada», según sus propias palabras.
Este primer concierto estuvo a cargo de un cuarteto de experimentados músicos: Delia Agúndez (canto), Antonio Torralba (flautas); José Ignacio Fernández (guitarra y bandurria renacentistas) y Daniel Sáez Conde (rabel bajo y colascione). Se han agrupado en un nuevo proyecto que resumen en tres ideas: respeto a las fuentes, potenciación del poder evocador de la música histórica y cuidado del detalle; y toman como nombre Aquel Trovar, fragmento de una estrofa de la elegía de Jorge Manrique (Coplas a la muerte de su padre): “¿Qué se hizo aquel trovar/ las músicas acordadas/que tañían?”.
En el concierto ofrecen Canciones de la vieja Europa, que es también el título del disco que acaban de publicar recientemente. Músicas del Renacimiento extraídas de los cancioneros, tratados de danza, libros de tecla, arpa, laúd o vihuela de toda Europa, fruto de los nomadismos, invasiones y movimientos migratorios de la época. Eligen canciones en ocho idiomas diferentes: castellano, inglés, francés, flamenco, portugués, alemán, italiano y polaco, intercalando, además, piezas exclusivamente instrumentales.
La formación es, por tanto, reducida: sólo una voz y tres instrumentistas que hacen su propia versión a partir de los textos originales.
Antonio Torralba con varias flautas diferentes, José Ignacio Fernández con una guitarra y una bandurria renacentistas y Daniel Sáez Conde, alternando el rabel bajo y el colascione, organizan los acompañamientos a la voz e intercalan algunas danzas sólo con instrumentos. Comentan ellos durante el concierto que hacen versiones esquemáticas para la formación reducida. Pero la percepción del concierto es «de algo grande». Sin necesidad de grandes masas corales o instrumentales se puede dar la sensación de grandeza por la intensidad expresiva y la belleza de lo que está sonando.
En el caso de la soprano Delia Agúndez, su voz cambia en cada canción, dramatiza, relata la historia usando recursos de la oratoria sin perder el control del canto, y todo ello en ocho idiomas. Hay que añadir que además canta de memoria, lo que nos da una idea del intenso estudio y trabajo que se ha llevado a cabo.
Soledad Bordas