Alfredo Kraus fue un cantante extraordinario que, no solamente contaba con una gran técnica sino que, como todos los que son y han sido grandes cantantes, trabajó duro por conservarla e hizo enormes sacrificios por poder cantar al máximo nivel hasta en la última de sus actuaciones, cuando contaba ya 70 años. Fue un ejemplo de rigor, de búsqueda de la excelencia en el canto y, por todo ello, de respeto máximo hacia el público.
Con motivo de los 15 años de su muerte, el Teatro Real le ha rendido homenaje a través de dos conciertos. El primero con Piotr Beczala, uno de los mejores tenores del momento, y el segundo protagonizado por algunos de los alumnos del tenor grancanario: Isabel Rey, Yolanda Auyanet, Antonio Gandía, Mariola Cantarero, Simón Orfila y Ana Lucrecia, además de su hija Patricia. Sin embargo, no deja de llamarme la atención la escasa repercusión que esta efeméride ha tenido en el mundo de la cultura y, en particular, en los teatros en que tantas veces actuó.
En la estupenda entrevista que Alejandro Martínez le hizo a Rosa Kraus en la revista digital “Codalario”, la hija del tenor aseguraba que echaba de menos un mayor recuerdo a su padre y confesaba que los escasos homenajes que se van a organizar este año han sido propuestos a iniciativa de ella. Es una lástima que esto sea así, pero me temo que es algo acorde a los tiempos que vivimos, donde no se valoran cualidades de ejemplaridad y sublimidad. El rigor y la excelencia que caracterizaron a Alfredo Kraus en la práctica de su oficio se obvian a menudo hoy en día, donde se ofrecen al público intérpretes que no tienen calidad suficiente para abordar determinados papeles.
Me pregunto qué habría sucedido si Alfredo Kraus rondara hoy los 50 años. Quizá no actuaría tanto como pudo hacerlo en su momento. En su lugar, podríamos encontrarnos a jóvenes que gracias a su edad “dan mejor el papel” –por ejemplo, para interpretar a Romeo o a Werther- o a cantantes a quienes el marketing ha situado en posiciones de un falso prestigio y que no cantan la mitad de bien que él. ¿Exagero porque Alfredo Kraus era “uno de los grandes” y por tanto eso no hubiera sucedido nunca? Quizá sí o quizá no, pero ahí dejo la reflexión. Al fin y al cabo, es algo que a mi parecer está sucediendo en la actualidad con otros grandes cantantes.
No debemos perder los “Referentes”, aquellas personas que nos dan la medida de lo que está bien. La falta de ética, la ausencia de rigor y la superficialidad campan hoy a sus anchas en todos los ámbitos económicos y sociales, pero ha llegado el momento de que demos la vuelta a esta situación y apostemos con fuerza por recuperar la idea de lo ejemplar como modelo a imitar. Como escribe Javier Gomá en la presentación de la nueva edición de su “Tetralogía de la Ejemplaridad”, atrevámonos a aspirar en todo a lo mejor.
Los homenajes a Alfredo Kraus no deben hacerse solo por el recuerdo que guardamos de él como cantante, sino porque era un modelo a seguir por su trabajo constante en el cuidado de la técnica y la búsqueda de lo sublime. Era un referente para otros cantantes y también para el público. Ese es el legado suyo que debemos tratar de preservar. Sus interpretaciones, por fortuna, quedaron en muchas grabaciones que nunca se perderán.
Carlos Marén, agente artístico