RICARDO STRACCIARI

    Riccardo-Stracciari

    Nació en Bolonia en 1.876. Su padre, un conocido escultor, era muy aficionado a la ópera y al canto. Quizas por su tradición familiar y de forma aficionada, formó parte de un coro que actuaba en el teatro de esta ciudad mientras estudiaba. Su padre no le permitía dedicarse al canto hasta que finalizase sus estudios en ingeniería. Así, una vez titulado, ingresa con 21 años en el conservatorio de Bolonia y debuta, en esta ciudad, en el papel de Marcello (La Boheme) en el año 1.899. A partir de ahí, comienza una meteórica carrera por distintos teatros de provincias de Italia, cosechando gran éxito de público y crítica, lo que le lleva a debutar como Amonasro (Aida) y Gellner (La Wally), en la Scala, en el año 1.904.

     

    En 1.906 comienza su aventura norteamericana, debutando esa temporada en el MET en los roles de Enrico (Lucia di Lamermoor) y Germont (La Traviata, dónde coincidiría con Enrico Caruso) y siendo el barítono “de cabecera” de este teatro. En 1.917, debuta en Chicago y vuelve a Italia en 1.920 iniciando una carrera por toda Europa y Sudamérica. Se retira, de los escenarios, en 1.933, pero seguiría realizando esporádicas apariciones hasta su adiós definitivo en el año 1.944. Se dedicó a la enseñanza del canto, entre sus alumnos destacamos a Boris Christoff. Stracciari, sumido en graves penurias económicas, fallecería el 10 de octubre de 1.955. Cuenta la leyenda, que interpretó Figaro (El Barbero de Sevilla) más de 1.000 veces.

     

    Su voz era de las más bellas que se han escuchado en el repertorio baritonal italiano. Mórbida, aterciopelada, apoyada o colocada sobre el aliento y homogénea a todo el registro. Magistralmente colocada y proyectada. Dotado de una perfecta técnica belcantista, era un maestro de canto legato, con una dicción perfecta, clara y nítida. Su centro es mullido, rico y carnoso, los agudos squillantes y los graves rotundos.  Conviene destacar su intención drámitica a la hora de cantar, como entiende cada rol, como interioriza cada personaje y colorea cada frase o cada palabra, dándoles la dimensión y la interpretación vocal que le corresponde a cada uno gracias a su riqueza de canto. Stracciari pertenece a esa irrepetible generación de grandes barítonos italianos de principios del S. XX: Danise, De Luca, Battistini, Ruffo, Galeffi o Amato.

     

    Todo lo anteriormente expuesto lo vemos en este “Di Provenza” (La Traviata) del año 1.906. Es magistral su intervención vocal. Como campanea la voz en el aria, acentuando cada frase, cada expresión. No sólo tratando de convencer hablándole con dulzura a Alfredo, sino también tratando de “mecer” y de acariciar a su hijo para que retorne al hogar natal.

     

    http://www.youtube.com/watch?v=zr37q1SYcfY

     

    Lo mismo se puede aplicar a este “Pari Siamo” (Rigoletto), del año 1.927, de absoluta referencia. En él, y gracias a su increíble capacidad vocal, a su nobleza de medios y a su inigualable musicalidad, va desgranando la página cincelando cada expresión de la misma y así, podemos apreciar los diferentes aspectos del bufón: es hombre miedoso y amante padre pero, a la vez, también fiero y capaz de vengarse. Y todo esto, ese carácter poliédrico de Rigoletto, expresado sólo con el canto, sólo con la palabra.

     

    http://www.youtube.com/watch?v=QiNcizTK8bQ

     

    Es Riccardo Stracciari, el barítono de referencia del repertorio italiano.

     

     

    Por Daniel Diz